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Artículo

Jueves 13 de abril de 2017

Solemne Misa Crismal en la Catedral Metropolitana

El Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, presidió este Jueves Santo la Misa Crismal, en el principal templo capitalino, en la que bendijo los santos óleos, que se usarán en todas las parroquias de la arquidiócesis para administrar los diversos sacramentos.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl

La solemne Eucaristía estuvo concelebrada por los obispos auxiliares de Santiago; el Nuncio de Su Santidad, monseñor Ivo Scapolo; el cardenal Francisco Javier Errázuriz; obispos eméritos; vicarios; más de 200 presbíteros y diáconos permanentes, y contó con la participación de fieles de las parroquias, movimientos y colegios, que repletaron la catedral.

En su homilía, el pastor saludó al Clero de Santiago y le agradeció "el testimonio de comunión que, juntos, podemos ofrecer al pueblo de Dios que hoy nos acompaña". Afirmó que la vocación del presbítero no es fruto de circunstancias psico-sociales o de contingencias históricas, sino que "hemos sido llamados por Jesús, el Hijo de Dios, para estar con él y ser por él enviados como mensajeros del Evangelio, 'para dar la Buena Noticia a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos', nos recuerdan los textos de Isaías".

Luego, destacó dos desafíos para los sacerdotes, que brotan de la identidad de ser pastores y enviados para "acompañar la historia de nuestros hermanos con audacia evangélica".

El primero, dijo, "nos llama a vivir la radicalidad evangélica de nuestra vocación". Precisó que "nuestra vocación va mucho más allá de un liderazgo social; como Jesús, no pretendemos ser reformadores políticos, tampoco, como insiste el Papa Francisco, somos una ONG. Nuestra identidad nos sitúa como hombres de Dios, profetas de la novedad del Evangelio, humildes servidores de la Vida que brota del crucificado-resucitado, anunciadores y testigos de las Bienaventuranzas del Reino".

El segundo desafío tiene que ver con la audacia para salir al encuentro de nuevos contextos humanos: "La audacia para ser profetas en medio de tantas periferias: las periferias de la increencia, de las culturas secularistas y de aquellas que llaman de la post verdad; las periferias de la desconfianza y del individualismo egoísta; las periferias de las más variadas expresiones de pobreza material, cultural, religiosa; las de la marginación, la exclusión, la violencia, el delito y la droga; las periferias donde se desconoce el derecho primero a la vida, de toda vida humana, la que está por nacer y la que no logra desarrollarse dignamente por falta de justicia, equidad o solidaridad. A todas estas periferias y a las que cada uno conoce por su entrega pastoral, el Señor Jesús nos envía."

Finalmente, el pastor agradeció a Dios por sus hermanos presbíteros y por sus familiares.

Promesas sacerdotales y bendición de los óleos

Terminada la homilía, el Arzobispo de Santiago escuchó la renovación de las promesas sacerdotes de los presbíteros presentes. Ellos prometieron ante el pastor "unirse y configurarse más íntimamente al Señor Jesús", renunciando a sí mismos "por la fiel observancia del celibato y la debida obediencia la obispo, en la alegría de la consagración a Dios". También prometieron "ser fieles dispensadores de los misterios de Dios en la Santa Eucaristía, ministros de la misericordia en el sacramento de la Reconciliación y en todas las acciones litúrgicas, y cumplir con fidelidad el sagrado oficio de enseñar".

Posteriormente, el cardenal Ezzati bendijo los santos óleos: el óleo de los enfermos, para dar fortaleza a los que sufren en el cuerpo; el óleo de los catecúmenos, para fortalecer en el espíritu a todos los que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, y el crisma, aceite santo con el cual serán ungidos quienes sean bautizados y confirmados. Es el aceite de la consagración, unge las manos de los recién ordenados presbíteros y las cabezas de quienes sean ordenados obispos. Es el aceite con el que se ungirán las murallas de los templos cuando sean consagrados.

Terminada la eucaristía, el pastor tuvo un momento de compartir con el Clero de la arquidiócesis, en las dependencias de la Sede Arzobispal.