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Jueves 2 de noviembre de 2017

"La vida consagrada es levadura que da esperanza"

Este primero de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, en presencia del Arzobispo de Santiago, nueve religiosas del Instituto Secular Contemplativo Oblatas de la Santísima Trinidad renovaron su promesa vocacional al cumplirse exactamente 70 años de su fundación.

Fotos: Héctor Landskron

Periodista: Giselle Vargas

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl

Las hermanas oblatas celebraron una Eucaristía en el templo San José del barrio Yungay, presidida por el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati; y concelebrada por el asesor espiritual del instituto, P. Juan Zamorano; el rector del Seminario Pontificio Mayor de Santiago, P. Cristián Castro; diáconos, familiares y amistades presentes.

Tras la lectura del Evangelio, las nueves religiosas de pie ante el altar renovaron al unísono sus promesas, signo que fue destacado en la homilía.

"Acabamos de ser testigos de un gesto que es respuesta a un dogma de Dios. La renovación de los votos y promesas de vida consagrada son siempre una respuesta al amor de Dios que llama y el discípulo responde, ofreciendo la propia vida para que se vuelva un signo de la bondad, de la misericordia, de la cercanía de Dios a todos los suyos", manifestó el Cardenal Ezzati.

Esta consagración y acción de gracias "es un poco de levadura, es un granito de sal, que en el corazón de la Iglesia da sabor, da significado, da esperanza", agregó.

"El don de la vida consagrada es un don inserto en el tejido de la Iglesia, para rejuvenecer la fidelidad de la Iglesia al único amor que es Jesucristo el Señor".

Dirigiéndose con afecto a las hermanas, el cardenal Ezzati pidió porque "Dios les conceda el don de una fidelidad activa, de una fidelidad que se encarne en los tiempos nuevos que estamos viviendo; de tal manera que este signo de consagración se vuelva una pregunta para tantas otras personas que se pueden preguntar acerca de su propia vocación del llamado de Dios".

Por último, el Cardenal Ezzati destacó que esa fidelidad consiste "en responder al Señor, a Su Palabra en todos los contextos dela vida. Por consiguiente, es una vida que se forma y reforma constantemente a la luz de la Palabra de Dios y en los tiempos en que vivimos, para que sea signo visible, concreto, entendible para las personas que viven en este tiempo".

El carisma de las hermanas oblatas es "vivir una espiritualidad contemplativa monástica en el mundo, con las reglas de San Benito y de Santa Teresa de Ávila. Tenemos mucho de benedictinas y de carmelitas", dijo la hermana Rosa Cruz, superiora del instituto.

Ese estilo de vida fue entregado por su fundador Mons. Vicente Ahumada Prieto, un querido y conocido sacerdote de la arquidiócesis, formador, profesor y director Espiritual del Seminario Pontificio Mayor de Santiago.
Las hermanas oblatas viven votos de castidad, pobreza y obediencia; tienen una vida cotidiana como cualquier persona pero, cada actividad es ofrecida como sacrificio a Dios y complementada con la oración personal y la Eucaristía.

Las oblatas contemplativas hacen vida comunitaria cada semana y no tienen obras tangibles porque "nuestra obra es la oración diaria por la Iglesia y para la Iglesia", precisó la hermana Rosa.

"Para nosotras es la fuerza Dios que se alcanza en una oración profunda, humilde, perseverante" y en la actualidad "la gran necesidad del mundo es la oración, es como el oxígeno de los pulmones. Si la iglesia no ora, si no ofrecemos al Señor nuestra vida de consagración, (la Iglesia) se va debilitando en una mundo tan materialista y laical", agregó.

El padre Juan Zamorano, asesor espiritual de las religiosas, explicó que ellas son "monjas en la ciudad" y su carisma es "vivir el misterio de Cristo en el día a día. Son personas que en la semana tienen su actividad y no pierden la mística de la vida monástica y cuando se juntan los fines de semana, potencian esa experiencia".

Julia Acuña, de la parroquia San Francisco Javier, Cerrillos, compartió la alegría de las religiosas y manifestó que ellas son "un ejemplo para la mujer que no conoce a Dios. Es difícil estar en el mundo y conocer a Dios, es un gran ejemplo de fortaleza, sacrificio y sumisión seguir a Jesús, nos obliga a cambiar totalmente la forma de ser. Es abandonarnos, entregarnos, ser sumisos, humildes, sencillos y olvidarnos de todas las cosa mundanas".