Lunes 29 de octubre de 2018
Pablo Aravena, profesor
"Cada día cuando despierto cargo en mi mente el estado actual de las cosas: agradezco lo que tengo, lo que Dios ha decidido regalarme, un nuevo día, salud, trabajo y comida. A los 11 años conocí el alcohol. No lo dejé hasta aproximadamente los 30 años. Fue un largo tiempo de desconexión emocional. Luego caí en la marihuana. Otros largos años de vacío, hasta que llegué a los 39 años, donde gracias a Él dejé todos mis vicios y tuve la oportunidad de encontrarme con ese niño perdido y humilde que en silencio y dentro de mí esperaba ser redescubierto. De lunes a viernes a las 8:00 am salgo de mi hogar para ir a la iglesia San Francisco a ayudar a servir desayuno a gente que no ha tenido la misma suerte que yo y que se encuentra en situación de calle. Ahí aprendí una lección muy importante: Solo ayudando al otro uno se ayuda a sí mismo".