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Artículo

Martes 29 de enero de 2019

103 años nacimiento Enrique Alvear, obispo de los pobres

Este martes 29 de enero se cumplen 103 años del natalicio del obispo Enrique Alvear (Cauquenes, 1916 – Santiago 1982), llamado el “obispo de los pobres”.

Fotos: Nibaldo Pérez - Fundación Enrique Alvear

Periodista: Víctor Villa C.

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl/

Para quienes quieran agradecer por la vida de Enrique Alvear, el acceso al memorial de su tumba (ubicado en Av. San Pablo 8971 de Pudahuel), estará abierto desde las 16 horas de este martes 29 de enero y se celebrará misa en la Parroquia San Luis Beltrán a las 20 horas.

 

A un año de la oración de Francisco en la tumba de Don Enrique

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El pasado 15 de enero de 2018, el Papa Francisco visitó la Parroquia San Luis Beltrán de Pudahuel. Junto al Cardenal Ezzati y el párroco, padre Julio Larrondo, Francisco, oró por unos de minutos en la tumba memorial de Don Enrique Alvear. 

"En primer lugar fuimos a la tumba y ahí hubo un momento de silencio donde el Papa hizo oración. Luego tuvimos un dialogo donde yo le comenté que este sector de Santiago, era sencillo y que nos alegrábamos que el comenzara su visita a Chile aquí. Luego me dio las gracias y me abrazó, diciéndome: -Mi deseo era salir desde la tumba de Don Enrique Alvear. Después nos comentó que la presencia de él nos iba animar en la misión y a hacer líos. Estamos felices por el momento que nos regaló el Señor", comentó entonces el párroco padre Julio Larrondo.

Hace unos días la Fundación Enrique Alvear donó una placa conmemorando la visita de Francisco, la que fue instalada en el memorial junto con la imagen de la Virgen del Carmen que el Papa bendijo durante su paso por la Parroquia.

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“ Cito las claras y tajantes palabras del obispo mártir de El Salvador, Monseñor Oscar Romero: “… la liberación habrá llegado cuando los pobres sean ellos mismos actores y protagonistas de su lucha y liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos, aún eclesiales”.


RESEÑA BIOGRÁFICA Y PROCESO

Enrique Alvear fue vicario general del Arzobispo de Santiago. Con el Cardenal Raúl Silva Henríquez tuvo una activa participación en el Concilio Vaticano II, en la Conferencia Episcopal de Chile y en el CELAM, así como en organismos laicos de acción social.

Ejerció su ministerio episcopal en San Felipe, y fue obispo auxiliar de Talca y Santiago. En su paso por la capital fue también Vicario Episcopal de las Zonas Oriente y Oeste.

El 16 de diciembre de 2011 el cardenal Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago, aprobó el nombramiento de la Fundación Enrique Alvear Urrutia como actor para la eventual causa de beatificación y canonización de Monseñor Enrique Alvear. El 9 de marzo de 2012, el cardenal Ezzati firmó el acta de apertura del proceso de beatificación de monseñor Alvear, y se constituyó la comisión que lleva a cabo la postulación de la causa. Finalmente el 3 de diciembre de 2014, en sesión solemne, el Arzobispo de Santiago recibió toda la documentación que luego se envió al Vaticano en busca de acreditar la santidad de vida del siervo de Dios, monseñor Enrique Alvear. A la ceremonia asistieron los vicarios episcopales de la Arquidiócesis, miembros de la Fundación Obispo Enrique Alvear y quienes llevaron la causa en la Iglesia de Santiago.

En dicha ceremonia el Arzobispo sostuvo que monseñor Enrique Alvear fue una persona que: “caminó con nosotros, que conocimos y apreciamos en su calidad evangélica y evangelizadora, y que muchas veces fue hostigado por vivir las bienaventuranzas”.

El proceso ahora continúa en Roma. Si las investigaciones sobre la vida de Alvear comprueban las virtudes heroicas en su testimonio cristiano, pasará a ser “venerable”. Si más adelante se le comprueba un milagro, entre otros requisitos, podrá ser declarado “beato”. Finalmente, para su canonización o declaración como “santo”, se debería acreditar un segundo milagro.

“ Somos el pueblo de Dios que quiere infundir la esperanza en la promesa liberadora de Dios a todos nuestros hermanos, tal como lo anuncia la Santísima Virgen María en su cántico: "Engrandece mi alma al Señor... porque desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón, derribó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes, a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”

 

La Iglesia y el Reino de Dios, por Enrique Alvear:

  1. Cristo nos dejó en Él, en su persona, en su vida, una imagen muy clara de lo que debe ser la Iglesia en medio de los hombres de hoy: no un muro de contención, no un freno paralizante, sino un faro luminoso que nos haga posible encontrar juntos, con todos los hombres, el camino de la justicia, de la paz, de la vida y descubrir al autor de la vida que nos invita a construir este mundo con él y para él.

  2. ¿Qué es lo que nos dice Cristo a la Iglesia?  
    Iglesia mía, quiero que tú muestres mi rostro, que muestres mi preocupación por el hombre, especialmente por el que sufre; por el que busca y no halla; por el que golpea y no se le abre; por el que grita y nadie lo oye… yo conozco lo que es la cruz; yo conozco lo que es la soledad; yo conozco lo que es llamar y no ser escuchado por nadie…

  3. El mundo de los pobres con sus características muy concretas nos enseñan donde debe encarnarse la Iglesia.  Si la Iglesia o se encarna abiertamente en el mundo de los pobres, termina por ser una Iglesia encarnada preferentemente en el mundo de los poderosos…

    La Iglesia para ser Iglesia de Jesucristo, debe seguir los mismos pasos de su fundador que realizó la salvación de los hombres haciéndose pobre…

    Cito las claras y tajantes palabras del obispo mártir de El Salvador, Monseñor Oscar Romero: “… la liberación habrá llegado cuando los pobres sean ellos mismos actores y protagonistas de su lucha y liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos, aún eclesiales”.

  4. Muchos creen que hay dos historias de la humanidad, una que la hacen solamente los políticos, los militares, los hombres de pensamiento…, y que mira exclusivamente al bien temporal y terrestre del hombre.

    Y otra historia, paralela a la anterior, que la hacen las Iglesias con sus pastores laicos y que mira exclusivamente el aspecto espiritual y eterno de los hombres.

    Hay muchos que creen y aceptan esa doble historia, se molestan y reclaman cuando estiman que la palabra o la acción de la Iglesia interviene en esta otra historia, tal vez querrían una Iglesia despreocupada del quehacer de esta patria terrena y preocupada solamente de la patria celestial.

    En esta visión de las dos historias paralelas hay un grave error.

    No hay dos historias: una profana y una sagrada sino una sola: la que Dios encomendó al hombre para que formara la familia humana; hay una sola historia que el hombre debe hacer como “imagen y semejanza” del Dios que es amor creador, sabio y poderoso, en humilde e inteligente colaboración con su plan creador y liberador: hay una sola historia que es historia de salvación y que Dios hace por medio de Jesucristo para liberar al hombre de todo pecado que lo oprima o rebaje su condición y dignidad de Hijo de Dios.

    Jesucristo es el Señor de la historia.

  5. ¿Cuál es la misión de la Iglesia en la historia?

    Cristo dejó su Iglesia para salvar al hombre caído, débil, sin esperanza; para anunciar la Buena Nueva de Dios que viene en auxilio de los pobres, de los que lloran, de los mansos, de los que tienen hambre y sed de justicia, de los que luchan por la fraternidad y la paz…

    Así entramos en la historia que guía Jesucristo, denunciando la antihistoria y comprometiéndonos con la identidad de Iglesia en la causa de la justicia.

  6. El cristiano que posee el Espíritu de Cristo cuando ve que la vida se disminuye que se daña, que se atropella; el cristiano que lleva el Espíritu de Cristo tiene que dar vida, donde falta vida; y ahí donde hay un sector de nuestros hermanos que padecen injustamente y que sufren una vida muy mísera, muy dura, muy encajonada en la miseria; el cristiano no puede quedarse tranquilo y sentirá el llamado a una gran solidaridad…, para dar vida, para hacer que brote la vida.

    • …Observando la vida de mis compañeros de trabajo, viviendo con ellos, sufriendo por ellos, luchando con ellos debo aprender lo que el mundo del trabajo busca y necesita, sin convertir esto en un movimiento cristiano; es un movimiento de los trabajadores y mi deber cristiano es participar desde adentro y aportar mi inteligencia y mi capacidad, mi imaginación, mi creatividad y mi anhelo de sacrificio, mi deber cristiano es aportarle para que sea escuchado como justo clamor de los trabajadores. 

    Esto tiene que ser también el anhelo de toda la Iglesia y de todos los cristianos.

  7. Cuando dejamos de apoyarnos en la fuerza del evangelio somos uno de tantos que da vueltas por el mundo y no consigue cambiar el mundo, pero cuando seguimos apoyándonos en la fuerza del evangelio no somos uno de tantos, somos la fuerza de Jesucristo capaz de cambiar los poderes más injustos o los poderes más alejados de la verdad y de la realidad de los pobres.

  8. Jesucristo resucitado nos da en si mismo la auténtica imagen del hombre plenamente liberado que él quiere ver realizado en la historia, por eso, una comunidad cristiana que como comunidad cristiana misionera busca la transformación de la sociedad, debe reflexionar sobre cualquier proyecto humano que proponga servir a los pobres, o a los hombres en general, y analizarlo a ver si ha integrado los grandes valores humanos y cristianos.

  9. No basta la conversión personal. Está la base de la conversión de la Iglesia interpelada por los pobres, la Iglesia de las bienaventuranzas, la Iglesia de los pobres que evangeliza a cada hombre y a todos los hombres desde la perspectiva de los pobres, por los cuales ha hecho, con Jesucristo, su opción preferencia.

  10. Solo la Iglesia de los pobres puede ser verdaderamente libre para hablar a todos los hombres y a los diversos grupos sociales con la libertad del evangelio.

  11. Necesitamos convertirnos como personas y como Iglesia para gozar de la libertad del evangelio  en la denuncia del pecado y el anuncio del Reino de Dios en la historia que vivimos.

    • La Iglesia debe ir naciendo allí donde está naciendo el mundo nuevo… son los hombres que impulsan el cambio los que tienen que descubrir la presencia de Cristo en medio de ellos: en la medida en que se encuentren con el Cristo dinámico, lleno de la energía de su resurrección y se abran a él por la fe, en esa medida comienza a nacer una nueva comunidad cristiana, inspiradora del cambio, allí donde “está naciendo algo nuevo”.

    Donde quiera que aparezcan señales auténticas de amor fraterno, ahí está apareciendo el Reino.  La pastoral de la Iglesia, si interpreta correctamente los signos y las voces de nuestro tiempo, irá descubriendo, día a día, el paso liberador de Jesucristo resucitado entre los hombres, para ir construyendo con él y con todos los hombres de buena voluntad, la única historia que él encamina hacia la liberación integral del hombre, en plena comunión con Dios y con todos los hombres.

  12. La Iglesia y cada comunidad cristiana en su población, debe preocuparse de los problemas que afectan, frecuentemente en forma dramática, a sus hermanos pobladores.

    • Tenemos la tendencia a mirar el avance de nuestras comunidades desde nosotros mismos: miramos todos los cursos que hemos hecho, todas las reuniones en las que hemos estado, pintamos la capilla, la adornamos, ponemos muchas flores, esto está muy bien… pero para saber de verdad como va una comunidad tenemos que mirar hacia fuera… cómo están los más pobres de la población, de la comunidad ¿cómo están? ¿están pasando a condiciones de vida más humana? ¿se están organizando, están participando? ¿se van liberando integralmente?  Si esto está en camino esa comunidad cristiana va por un buen camino, es una comunidad cristiana, pero si los pobres están igual, si los pobres van peor, si están siendo rechazados, eso quiere decir que esa comunidad está muy mal, esa comunidad no está siendo comunidad cristiana.

    • Debemos seguir anunciando a Jesucristo, sin temor a los posibles conflictos que ello pueda traer… el mensaje del Reino no puede dejar de enjuiciar a este mundo… y nos llama a una transformación radical, el menaje del Reino viene a enjuiciar en primera línea a una sociedad que cada día genera más pobreza para muchos, más opresión, más estructuras deshumanizante.

    • Algunos pueden preguntar: al servir a los pobladores, a los trabajadores, a los educadores, etc., si encontramos entre ellos quienes estén comprometidos con determinadas, corrientes ideológicas ¿debemos hacernos a un lado?

    Para responder a esta pregunta debemos comprender mejor que la presencia de las comunidades cristianas entre los hombres no es una presencia paralela que sigue su camino sin tocar ciertas inquietudes o ciertos problemas reales, por ejemplo, el problema socio-político.

  13. ¿Habrá que cuidar la identidad de la Iglesia alejándola de los conflictos que experimenta la sociedad? ¡No!

  14. Frente al problema de los detenidos desaparecidos: aquí hay un problema de injusticia que afecta a la dignidad humana…

    A nosotros, como Iglesia, nos afecta este problema desde una visión claramente religiosa porque “todo atropello a la dignidad del hombre es atropello al mismo Dios” nos dicen los obispos de Puebla.

    Defender el derecho a la verdad y a la justicia es parte de la evangelización es tarea primordial de la Iglesia.

  15. Hacemos nuestro el problema humano del dolor que han sufrido los familiares de los detenidos desaparecidos… el evangelio nos manda asumir este compromiso como Iglesia de Jesucristo, es el mandamiento del amor el que nos impulsa a asumir.

  16. Siempre se producen nuevos acontecimientos históricos o nuevas situaciones personales en que el cristiano debe tomar una nueva decisión.  Debemos redefinir nuestra identidad constantemente en el transcurso de nuestra vida: ¿qué pide el Señor en estas circunstancias? ¿Me pide el Señor una nueva respuesta o un cambio de estilo de vida o  una nueva manera de relacionarme con los demás?

    Si uno se limita a repetir sus respuestas anteriores la identidad queda fuera de tiempo, se añeja, y cesa de colaborar con Cristo en la liberación integral del hombre.

    En Puebla los obispos manifiestan su decisión de no rehuir situaciones conflictivas sino afrontarlas como Iglesia para dar la respuesta que Cristo da hoy a los problemas de hoy.  Así la Iglesia define su identidad y crece.

  17. Muchas veces nosotros nos encontramos ante situaciones nuevas que son o pueden sernos difíciles: problemas de los pobladores, de los sindicatos o conflictos entre personas o grupos de Iglesia, etc.

    Muchas veces rehuimos todo lo que nos parece conflictivo y evitamos nuevas definiciones. ¿Por qué?

    Por miedo, por falta de luces, por el freno de la propia cultura, por juzgar que esas situaciones tienen olor político… que no nos incumbe… por tendencia a desconocer el valor de los conflictos…

    El que rehúye esta constante redefinición, de su propia identidad cristiana, simplemente deja de crecer y obstaculiza la historia de liberación integral de los hombres y de los pobres que Cristo va impulsando a través de innumerables hechos de la vida diaria de personas, pueblos y naciones.

  18. El Reino de Dios comienza a realizarse allí donde hay hombres que reconocen en cada hombre un hermano… también donde hay hombres que ejercen el poder político, económico, cultural, social o cualquier clase de poder, para servir a los sectores más deprimidos y oprimidos, reconociéndoles su derecho a participar tanto en la organización de la sociedad como en los bienes que Dios ha creado para todos.  Se reconoce la presencia del Reino también allí donde se promueve con amor y desinterés el crecimiento de las personas y de las comunidades, y no al revés, donde aparece la dominación sobre personas y comunidades suprimiendo o debilitando los canales de participación.  En suma, reconocemos la presencia del Reino en todas aquellas situaciones y realidades, tanto del conjunto de la sociedad política como de las iglesias, donde cada hombre se hace servidor de sus hermanos (ver Mt 20,28).

  19. No queremos que nuestra comunidad cristiana sustituya la libre elección de los laicos o les imponga un camino.  En verdad la comunidad cristiana debe promover y alentar toda la gama de compromisos… partir siempre del punto o nivel en que está la persona y no de las ideas y claridades del agente pastoral.  Este es un proceso que exige mucho respeto y paciencia.

  20. Es un gran desafío para nosotros, pastores, saber desarrollar el potencial de dinamización y transformación social que tiene la fe de nuestro pueblo en el Dios de la justicia y en la Santísima Virgen, Madre de los pobres y afligidos.

  21. Felizmente, en nuestro pueblo hemos visto florecer la solidaridad espontánea entre muchas personas.  Vemos como en muchos casos los vecinos y compadres se ayudan mutuamente de diversas formas y especialmente cuando ocurren desgracias imprevistas como son los incendios, la enfermedad o la muerte de alguien.  Sería importante revisar si los cristianos estamos dando testimonio de esta solidaridad espontánea y fomentándola al darnos cuenta que son semillas del Reino Nuevo, sembrada por el mismo Señor en el corazón sencillo y generoso de su pueblo.

  22. Hay que evitar que las comunidades cristianas se queden encerradas sobre sí mismas.  Podemos hacer una Iglesia paralela al mundo y ajena a la marcha de la historia, frecuentemente hemos comprobado… que existe una serie de organizaciones sociales y otra serie de organizaciones eclesiales que no tienen en cuenta a aquéllas, por ejemplo: hay comunidades cristianas sin relación con las juntas de vecinos, etc.  El cambio social nos obliga a estar muy comprometidos, particularmente con los cristianos que participan en los centros más dinámicos del cambio, esos cristianos necesitan mucha comprensión de parte nuestra…

    Se trata de cumplir el gran mandamiento del amor con toda su dimensión social. (Carta a los sacerdotes de San Felipe, noviembre de 1970).

  23. Una comunidad cristiana no puede ser misionera si no es capaz de escuchar y responder cada día, tal como Jesús, a los variados llamados que Cristo le hace sentir en la vida misma y que la obligan a dejar su rincón para servir a los hombres y mujeres, de su población, de su lugar de trabajo, de su organización.  No basta la presencia física de la Iglesia ni tampoco la presencia de una Iglesia activa en su vida interna con su vida sacramental, sus catequesis, sus laicos, etc., pero sin mayor influencia hacia el ambiente sociopolítico-ecológico-cultural, en que viven las comunidades cristianas.

  24. No cualquiera comunidad cristiana tiene la capacidad de formar misioneros, del evangelio liberador.  Para lograrlo debe tener ciertas características:

    • Debe ser un modelo de convivencia donde pueda aunarse la libertas que perita a cada uno realizarse como persona y la solidaridad que lo lleve a hacer suyas las angustias y esperanzas, las alegrías y dolores de los demás;

    • Donde la autoridad de los responsables se ejerza con el espíritu del buen pastor que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida por los demás.

    • Donde tengan un lugar preferencias los más pobres y donde los pobres evangelizados cuestionen a toda la Iglesia para vivir en un estilo de vida pobre en compromiso preferencial con los pobres.

    • Donde se experimenten formas de organización con verdadera participación de adultos y jóvenes, de hombres y mujeres, que permita abrir camino hacia un modelo más humano de sociedad que busque la igualdad.

    • Y, sobre todo, debe ser una comunidad en que, claramente, se manifieste que solo mediante una radical comunión con Dios en Jesucristo en una vida de fe, de oración, y sacramental es posible construir una comunión estable y profunda entre los hombres (cfr. Puebla 273).
  25. Somos el pueblo de Dios que quiere infundir la esperanza en la promesa liberadora de Dios a todos nuestros hermanos, tal como lo anuncia la Santísima Virgen María en su cántico:  “Engrandece mi alma al Señor… porque desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón, derribó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes, a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

  26. Somos el pueblo de Dios, la Iglesia de Dios, enviada por Jesucristo a anunciar la buena nueva del Reino de Dios y la salvación a todos los hombres y mujeres de nuestros barrios, poblaciones y campamentos.

    Queremos ser la Iglesia humilde que reconoce sus debilidades y limitaciones en su servicio evangelizador.  Nuestro pecado de Iglesia puede detectarse desde distintos puntos de vista:

    • Puede consistir en ignorar a todo el sector de personas que no participan el culto ni en nuestras reuniones y desentendernos de ellos invocando muy prudentes razones.

    • O en recibir con desconfianza a aquellos que nunca participan en lo nuestro cuando, por cualquier motivo, se acercan a nuestras comunidades, porque no nos cae bien su lenguaje o su modo de vivir.

    • O en carecer de iniciativas y creatividad para hallar los caminos adecuados que nos permitan encontrar a los alejados.

    • O en formar comunidades tan débiles en la fe y en su compromiso de amor con Jesucristo y los hombres que las haga incapaces de un esfuerzo misionero.

    Con sincera humildad reconozcamos nuestro pecado, no para quedar lamentándonos de lo que no hicimos, sino para convertirnos en Iglesia auténticamente misionera.

  27. Si en cada lugar de Santiago y de Chile hay una comunidad que sinceramente busca la paz que descansa en el amor, en la verdad, en la justicia, tendrá que hacerse la paz en toda nuestra comunidad nacional.

  28. Descubrimos en los hermanos que han entregado su vida con Cristo por los pobres y en los que siguen entregándola día a día, la presencia liberadora de Jesús resucitado.