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Martes 30 de abril de 2019

Enseñanza y Educación: ¡Aquí nadie sobra!

Con índices de vulnerabilidad escolar que alcanzan el 100%, los colegios de la red del Arzobispado de Santiago se han enfocado en un modelo de enseñanza inclusiva, integral y con igualdad de oportunidades. Se trata de 30 establecimientos, que bajo un modelo de formación católica, pretenden atender las necesidades educativas de niños y jóvenes. Conoce más sobre esta esperanzadora iniciativa.

Fotos: Jorge Salomón - Nibaldo Pérez

Periodista: Andrea Ruz Dios

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/mayo2019

A otros les enseñaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación”, cantaba la banda nacional Los Prisioneros en 1986.

“El baile de los que sobran” resonaba para muchos como el himno de la desigualdad, que pretendía hacer eco de la diferencia de clases.

A más de 30 años de esa canción, el anhelo por una educación más justa sigue siendo una preocupación latente que atañe a autoridades y familias chilenas, y a cual la Iglesia de Santiago se suma con acciones concretas que aportan directamente al proyecto educativo. A la fecha, 31.189 niños y jóvenes cursan sus estudios de enseñanza básica y media en colegios y liceos de la arquidiócesis. “Mis papás no pudieron, yo sí” Dustin Moya egresó en el 2017 del Colegio Polivalente Vicente Valdés, de la Corporación

Educacional de Arzobispado de Santiago, con la idea fija de continuar sus estudios técnicos de mecánica. Gracias a su buen desempeño escolar y al convenio de colaboración que sostiene su establecimiento con el instituto profesional Duoc UC, este joven hoy cursa tercer año de Ingeniería en Mecánica Automotriz y Autotrónica.

“Antes las oportunidades eran menos. Mi mamá me tuvo a los 16 años y dejó el colegio. Mi papá se tuvo que poner a trabajar para apoyar a mi abuela. Los dos llegaron hasta segundo medio y eso obviamente influye en que las cosas hayan sido más difíciles. Hasta hoy veo cómo se esfuerzan. Mi mamá trabaja esporádicamente haciendo aseo en oficinas y mi papá trabaja hace más de 20 años como peoneta, transportando y descargando bebidas”, cuenta.

Recuerda cuando conoció el colegio, al ingresar a primero medio. “Pasamos por fuera y vimos que tenía mecánica. Yo ya tenía ganas de estudiar esa carrera, porque era lo que había querido ser mi papá cuando era chico. Si bien no estaba tan seguro, en el colegio me apoyaron harto. Los profesores nos orientaban, acompañaban y, además, nos hacían charlas. Si todo sale bien, podré ser el primer profesional de mi familia”, relata.

Ubicado en la esquina de las calles Vicuña Mackenna y Américo Vespucio, en la comuna de La Florida, el colegio Vicente Valdés recibe a estudiantes de distintas comunas de la zona sur de Santiago. “Al año 2019 nuestro establecimiento tiene una vulnerabilidad de un 85%”, explica su directora, Verónica Tagle. Según cuenta, el propósito del modelo educativo por el que han optado busca darles a los estudiantes la “libertad de elegir si quieren una carrera técnico-profesional o si desean seguir estudios superiores en la universidad. Lo importante es que esta decisión no esté determinada por su nivel socioeconómico o por haber nacido en cierto sector”, explica.

Vulnerabilidad al 100%

El índice de Vulnerabilidad Escolar, es obtenido cada año por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, Junaeb, tras una medición en la que se analizan diversas variables asociadas a la condición de pobreza y vulnerabilidad. “En los colegios del Arzobispado de Santiago tenemos índices de vulnerabilidad que llegan al 100%, y por ello queremos ser un signo concreto de que se puede acompañar y formar a los alumnos en ambientes difíciles, dando la oportunidad a estos niños y niñas de salir adelante”, explica el vicario para la Educación, padre Andrés Moro.

De los 30 establecimientos que están al alero de la arquidiócesis -bajo la administración de fundaciones y corporaciones- 23 están acogidos completamente a la Ley de Inclusión Escolar. Tras su publicación, en 2015, dicha legislación centra su objetivo en tres pilares: el fin al lucro, fin al copago y la regulación de la admisión escolar. “Ese es el desafío al que nos hemos sumado como Iglesia, aportando con proyectos educativos propios, que, valorando y respetando las diferencias de cada familia, también las invita a asociarse, a integrarse y apoyar el proyecto educativo que están pidiendo”, comenta el vicario.

Según explica Sandra Urrutia, directora ejecutiva de la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomas, Secst, que administra ocho colegios de la arquidiócesis, la vulnerabilidad de los estudiantes no sólo se condiciona por los ingresos que recibe cada familia. “Creemos que la vulnerabilidad no sólo está dada por el factor económico, no sólo basta con ver los datos. Nuestros niños tienen distintas vulnerabilidades, algunas son culturales, otras porque los niños pasan mucho tiempo solos, en otros lugares hay problemas de drogas. Por ello, una cosa es lo que dicen los números y otra es lo que vemos en cada situación”, cuenta. Agrega que frente a estas realidades, el objetivo es formar a jóvenes líderes y transformadores de sus vidas y del mundo. “Aquí recibimos a todos los niños y niñas.

No importa si tienen recursos, si son católicos o no. Acogemos estudiantes con capacidades especiales, siempre bajo el propósito de apoyar a la formación integral del alumno, que no sólo abarque la dimensión académica, sino que también espiritual, pues creemos que formando personas, podemos desplegar mejores resultados”. Más allá de la Experiencia “Machuca”

En 2004 la película “Machuca” retrataba la experiencia dada en el colegio Saint George de Vitacura en la década de los 70, que abría espacios de inclusión para que estudiantes de familias vulnerables pudieran estudiar gratuitamente. Recordando ese modelo, a inicios de este año, un grupo de diputados ingresó a la cámara baja un proyecto de ley denominado “Ley Machuca”, que busca establecer que los colegios particulares reserven un 30% de sus matrículas a alumnos de estas características, para que puedan estudiar gratis en ellos. Valorando toda iniciativa que pretenda generar más oportunidades y disminuir las brechas y la inequidad social, el objetivo educativo del Arzobispado de Santiago “va en la línea de que sus colegios sean instancias comunitarias, donde todos sus estamentos apoyen la formación y acompañamiento integral del estudiante”, señala Andrés Moro. Bajo esa línea, la Corporación Educacional del Arzobispado de Santiago (Ceas), se plantea el objetivo de otorgar una educación inclusiva y de excelencia, en los propios contextos de los alumnos, sin sacarlos de su realidad. “La segregación y las diferencias están dadas por el lugar donde vivimos. Por ello, nuestra propuesta como Iglesia es educar en contexto, es decir, que en el lugar donde viven los niños y jóvenes, les ofrezcamos la mejor educación, la más integral”, explica Magdalena Aninat, directora ejecutiva del Ceas.

“Nosotros educamos en lugares de alta vulnerabilidad, educamos en pobreza y por ello nuestra propuesta es que los ocho mil niños que atendemos en nuestros once colegios, tengan la mejor educación donde estén”, agrega. Según su experiencia, es de esta manera como se logra impactar no sólo a los estudiantes, sino que también sus familias y barrios. “Este camino no lo recorrí solo” Esteban Cáceres estudió en el Liceo José Domingo Cañas de Quilicura, que forma parte del Secst, donde ocho de cada diez alumnos vive en situación de vulnerabilidad. Desde niño soñó con entrar a la universidad, pero el camino no se veía fácil. “Me acuerdo que cuando estaba en kínder mis papás me dijeron que tenía que estudiar y que ojalá llegara a ser profesional. Ellos querían que yo tuviera mejores oportunidades, así que me propuse estudiar para ayudarlos a salir adelante”, cuenta.

Su infancia no fue fácil, cuando estaba en séptimo básico su mamá entró en depresión, su padre se dedicó a cuidarla y tuvo que dejar su trabajo. “Fue un período difícil, me fui a vivir con mi abuela a Cerro Navia y el colegio me quedaba lejos. Me tenía que levantar a las 05:30 de la mañana todos los días. Fue un tiempo de hartos sacrificios, me tuve que enfrentar a una realidad difícil que un niño de esa edad no está dispuesto a enfrentar”, recuerda. “No me quise cambiar nunca de colegio. Cuando estuvimos mal nos ayudaron con colectas de mercadería, me entregaron contención y así se me hacía más fácil enfrentar la situación. Yo creo que lo que más me entregó el colegio, fueron enseñanzas de vida” manifiesta. Con humildad Esteban señala que este año entró a estudiar Ingeniería Civil Industrial a la Universidad Técnica Federico Santa María. Dice que de niño quiso estudiar Medicina, pero que impulsado por el colegio a participar en unas olimpiadas de matemáticas con otros establecimientos, se dio cuenta de cuál era el real camino que quería seguir. Se define como ex alumno orgulloso del

“Cañas”, como le dice. Relata que lo que más aprendió en sus aulas, más allá de las asignaturas obligatorias, fue la humildad y la empatía con el resto. “Nos entregaron valores. Nos impulsaban a salir adelante, quizá a ser los mejores, pero sin pasar a llevar al de al lado. Valoro mucho que a pesar de tener compañeros que no eran católicos, siempre se aceptaban sus opiniones, sus formas de pensar, manteniendo una postura inclusiva”, afirma. 

“Este camino no lo recorrí solo, lo hice con mi familia y con mi colegio. Mi meta en la vida no es sólo titularme, sino que poder traspasar esos conocimientos a otras personas. En mi mochila siempre ando con un plumón y un borrador, mi idea es siempre poder ayudar a la gente, no me basta con sacarme buenas notas, lo que me da satisfacción es que los otros también estén bien y les vaya bien, sólo así podremos cambiar el mundo”.