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Artículo

Miércoles 11 de septiembre de 2019

Iluminar el sufrimiento

Más de 100 profesionales y voluntarios que trabajan en las unidades de acompañamiento espiritual de los hospitales y centros de atención primaria del Servicio de Salud Metropolitano Oriente asistieron a la “4° Jornada formativa del duelo: Una mirada intercultural e interreligiosa”.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: Carmen Gloria Díaz Meléndez

Se mi luz, enciende mi noche…” dice la canción con que el doctor José Alvear, diácono permanente y capellán de los 8 hospitales y de los 18 centros de atención primaria del Servicio de Salud Metropolitano Oriente dio inició a la Jornada de Formación para funcionarios y voluntarios del Programa de Humanización del Trato al Usuario que dirige. “Todos nosotros que trabajamos en los hospitales y en la atención primaria en forma diaria nos enfrentamos a personas en situaciones de duelo. No solo a la pérdida de un ser querido, son todas las pérdidas que un ser humano que tiene en la vida y por eso es tan importante que nosotros seamos capaces de iluminar ese sufrimiento”. Y los invitó a “ser llamita”, a iluminar a las personas que están pasando una situación de dolor, pero también a vivir sus propios duelos, “difícilmente yo voy a poder ayudar a alguien si yo no he resulto mis propios duelos. Para que seamos capaces de iluminar esos lugares que trabajamos o donde hacen voluntariado, primero debemos iluminarnos nosotros”.

El doctor Alvear lleva más de dos años trabajando el tema de la formación de los funcionarios que trabajan con pacientes terminales. “Ellos deben incorporar herramientas porque tenemos una crisis vocacional importante en los hospitales, no podemos esperar que llegue un pastor o un sacerdote a acompañar espiritualmente a alguien que está muriendo y a su familia”. Además, comenta que los profesionales que ejercen en esas áreas también se agotan, por lo que se hace fundamental capacitarlos para abordar la compleja vivencia del duelo.

Este dolor por la pérdida de alguien o de algo según la creencia o cultura que se provenga adquiere distintas manifestaciones, entonces la forma de abordarlo y comprenderlo es distinta también. Los asistentes a la jornada tuvieron la oportunidad de escuchar cinco presentaciones, con cinco miradas y creencias que están validadas y que conviven a diario en los hospitales de la zona. Monseñor Celestino Aós, Administrador Apostólico, representante de la Iglesia Católica desarrolló el tema “Perder a un ser querido, claves para entender el duelo”. “Nuestra fe cree que la vida no termina con la muerte y lo proclamamos en uno de los prefacios, ´la vida de los que en ti creemos Señor no termina, se transforma´, y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo y eso no son elucubraciones que tenemos ahí en la mente para consolarnos en ese momento de dolor y de pérdida, que es la realidad más real. Aquellos que han muerto para este mundo, viven en la vida eterna, y están más vivo que nosotros mismo. Eso lo encontramos en la Santa Escritura”, les dijo a los presentes.

Y bajo esta creencia planteó que el duelo se debe vivir rezando. “Tenemos que rezar unos por otros y tenemos que rezar por los difuntos y aprender a relacionarnos desde la fe con él, en eso que se llama la comunión de los santos… tenemos que aprender en esta etapa a relacionarnos con Dios de nuevo porque al pasar esta experiencia siempre nos queda esa referencia a Dios, por qué nació esta persona, por qué estuvo en mi entorno vital, por qué fue mi padre, mi madre… y por qué pasaron las cosas así y tendremos que relacionarnos siempre con Dios de una manera nueva, aprender a relacionarnos con los lugares… con las cosas, las fotografías, aprender a relacionarse con los familiares y amigos a los que vemos en ese entorno… y sobretodo porque en el momento del duelo nosotros notamos nuestra fragilidad, nuestra carencia y necesitamos una palabra de cariño, una mano que nos consuele, alguien que nos haga compañía, que nos respete”. E invitó a los voluntarios y funcionarios a acompañar y a transmitir entre quienes están viviendo un duelo que lo primero es asumirlo y luego reinsertarse porque “el mejor homenaje que podemos hacer nuestros difuntos es vivir… valorar todo lo que se tiene, no quedarnos lamentándonos de aquello que ya no tenemos”.

Luego fue el turno de Omar Cortés, representante de la Iglesia Presbiteriana que habló sobre “Cómo trabajar la esperanza tras un duelo”. La esperanza es clave para vivir un duelo y que no se convierta en crónico. La que definió como “la espera activa que nos dinamiza”. Y le dio un valor movilizador, “la esperanza es la que nos pone de pie”. Es lo que permite seguir con la vida, sin olvidar.

Y así lo hace de alguna manera Elizabeth O´Kinghton cuando semanalmente visita el Hospital del Salvador. Ella es mamá de 3 hijos y casada hace 42 años con Carlos Bunout. Es católica y lleva más de 30 años integrando el movimiento de Schoenstatt. Hace poco más de dos años en su parroquia le ofrecieron hacer pastoral para enfermos en el hospital y aceptó feliz. Dice que es algo que la llena, “cuando tú das palabras de afecto, cuando tú captas que es creyente (el enfermo) hay que hablarle que no está solo, que lo que está viviendo en ese momento no es que se lo merezca como castigo, es simplemente para llamarlo a revisarse a sí mismo y crecer como persona en lo espiritual, crecer en la humildad, crecer en la confianza, en el respeto, etc. Todos eso valores que nos dejó Cristo”. Hay que partir de que “la muerte no es fácil aceptarla, más si es un ser querido”, dice.

Independiente la creencia que tengan todos necesitan ser acompañados, recibir palabras cargadas de esperanza cree Vilma Contreras, técnico en enfermería y directora del Voluntariado del Hospital del Salvador, quien todos los sábados cuando visita a pacientes crónicos. “Nosotros damos apoyo espiritual, siempre decimos que ´Dios te ama mucho´, que ´el Señor te tiene acá por algo, quédate tranquila´, ´transmite esa tranquilidad´, ´es un momento difícil, es un momento triste para ti pero el Señor va a estar siempre contigo a tu lado´”, así se acercan y entregan apoyo. La recepción por lo general es buena y terminan agradeciéndonos y devolviendo una sonrisa. Ella siguió el ejemplo que le dio su abuelo, de preocuparse por el prójimo y lleva más de 20 años como Dama de Rosado, “el duelo significa dolor y cuando uno transforma ese dolor en acción, yo creo que uno vive feliz”.

El rabino Gustavo Kelmeszes, representante de la comunidad judía profundizó en la “Teoría del Apego y en la Pérdida”. Lo primero es no negarse al duelo, que hay que vivirlo y dejarse acompañar, y en el caso de los judíos no tomar decisiones. El dolor hay que transformarlo en actividad. “La vida no va a volver a ser la misma, hay que tomar conciencia de eso, sino se puede volver en un duelo crónico”. No hay que permitirse preguntarse el por qué, “porque no tiene respuesta, tortura, enferma, castiga… por ese camino no se debe transitar, hay que salir de ahí e ir hacia el para qué”, les dijo a los asistentes. Y les aconsejó acompañar cariñosamente y hacer preguntas que ayuden a quienes están haciendo la pérdida a movilizarse.

La facilitadora Beatriz Painiqueo, expuso sobre la cultura mapuche y explicó que para entender el duelo de los pueblos originarios, primero hay que conocer su cosmovisión. Por ejemplo, dijo que no se atemoriza con el paraíso y el infierno, sino que todo se paga en vida. Existe un vínculo con la Tierra que guía su existencia, “venimos y terminamos en ella”. Los ritos son distintos y la muerte tiene otra interpretación a la visión occidental.

Y, la jornada terminó con la intervención de Rosa Alarcón que desarrollo el tema del “Duelo migratorio”, muy contingente a la realidad actual del país. Si bien, este duelo no tiene que ver con la muerte, sí lo es con la pérdida. Los pacientes no son solo chilenos, sino migrantes, personas que dejaron su país, familiares, comidas, dejaron lo que les pertenece indistintamente las motivaciones que los trajeron a Chile. Habló de las 4 etapas por las que pueden transitar un migrante: la “luna de miel” (momento de mucha expectativa, positivos a que todo va a cambiar), la “depresiva” (se dan cuenta de todo lo que dejaron, tienen nostalgia por la familia, la comida, el clima, se centran en la pérdida), la “adaptación” (logran establecer redes o han traído a familiares a radicarse al país, generalmente coincide también con la regularización de sus documentos y con encontrar trabajo), la última y que no se da en todos los casos es el “rechazo de la cultura original”. Una de las voluntarias asistentes, apoyo y confirmó este cambio cultural en los pacientes, y comentó que dentro de su grupo también han integrado a extranjeros porque ellos nos apoyan para trabajar con esos pacientes. La llegada es distinta, el lenguaje común ayuda a acercarse, a contener, y puso un ejemplo de que una vez estaba frente a un venezolano y llamó a una compañera que lo saludo y le dijo “hola, mi pana”, todo cambio recuerda y él se sintió mucho más tranquilo.