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Artículo

Lunes 13 de enero de 2020

Abismal desigualdad social y económica requiere de diálogo

La afirmación la hizo el párroco de Santo Tomás Moro, padre Jerónimo Walker, al presentar el saludo de la Iglesia de Santiago al nuevo Arzobispo, monseñor Celestino Aós, en la Misa de Toma de Posesión.

Fotos: Omar González

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

Entregamos a continuación el texto completo de ese saludo.

"Estimado Padre obispo y queridos hermanos:

Hoy damos gracias a Dios por la vocación y presencia de don Celestino entre nosotros. Usted, monseñor, es sucesor de los apóstoles y el vicario de Cristo en la arquidiócesis. Se le confía una misión inmensa. Dios pone en su corazón infinidad de personas y comunidades: laicos, sacerdotes, obispos, religiosas, diáconos, catequistas. Comunidades de parroquias, capillas, asociaciones, congregaciones. Además de una inagotable labor evangelizadora que se realiza en colegios, universidades, hospitales, cárceles, etc. etc. Es un mar casi infinito de rostros, cada uno con su historia, sus talentos y sus problemas.
Dios lo pone todo dentro de su corazón. Todos fijan en usted sus ojos, atentos a cada gesto, a cada palabra, a cada mirada. Dios lo ha elegido y, por su parte, usted ha entregado su vida a este desafío pastoral exigente de acompañar los procesos humanos. Él le ha dado una sencillez de capuchino para caminar con las personas. Y Dios le da una luz especial. Ya por sus estudios y por su experiencia usted conoce bien el corazón humano. Con el don de la fe puede descubrir la presencia de Dios, su Providencia sabia y las maravillosas posibilidades que hay en cada corazón. Pero, además, asistido por el Espíritu y con lucidez y autoridad magisterial, puede hacer notar las exigencias necesarias para la paz y la verdadera alegría.

Nos preocupa el quiebre social de Chile. Es una crisis social y moral. Hay una abismal desigualdad en salud, educación, sueldos y pensiones. Eso humilla y aplasta a Cristo. Una indiferencia pasiva sería una bofetada sacrílega al Cristo pobre. Eso es tan hiriente como la violencia contra un hermano. Nunca lo inhumano sana lo humano. El diálogo es el principio más importante de la vida social, y la Iglesia quiere ser morada de diálogo, sacramento de unidad y de justicia. Queremos aportar las luces de la Enseñanza Social, multiplicar las instancias solidarias y cultivar la sencillez individual. No tenemos recetas, pero sabemos que en cada corazón hay parte de las soluciones. Dios concede al obispo orientar los procesos sociales de modo lúcido, sereno y equilibrado, para ayudar a encontrar vías integradoras donde los pobres sean lo prioritario. El obispo, centro de cohesión social, nos ayuda a encontrarnos, escucharnos, complementar sinfónicamente nuestras diferencias y discernir siempre privilegiando a los postergados.

La experiencia histórica de lo humano incluye muchos errores y pecados; pero también algo positivo y bello. Es inexplicable la historia sin un misterio invisible que la recorre y la vivifica desde adentro. Es el Espíritu que siempre sopla y da vida a todo. Dios quiso también hacer de la Iglesia cauce del Espíritu y le ha entregado signos sacramentales. Ellos contienen un potencial infinito de activación histórica. Entre esos signos sacramentales sobresale el Sacrificio del altar, que genera estupor eucarístico y heroísmo solidario. En esa dispensación de gracia, el obispo es el liturgo principal y el pontífice de la diócesis. Como tal es un trascendental mediador y un maravilloso cauce de bendición. La presencia del obispo en terreno renueva y activa las comunidades. Y todos necesitamos de ese Pentecostés.

Tenemos la guía suprema de la Palabra de Dios, que nos sobrecoge con su profunda luminosidad y también su milagrosa fecundidad para humanizar y santificar. Ella es el más maravilloso regalo que Dios ha hecho a los hombres. Allí encontramos las respuestas y Dios entrega las claves del misterio humano, la verdad del hombre, base del diálogo y de la paz. En la indispensable conexión de Palabra y vida, el obispo es siempre una referencia superior. Su palabra luminosa e interpelante proyecta la Palabra divina a las circunstancias sociales y al corazón herido de nuestra sociedad.

En este Santiago, llagado y amado, queremos trabajar, guiados por usted, nuestro arzobispo. Queremos convocar y sumar voluntades. Hay tantas energías, tantos talentos, dones y carismas, a veces dispersos y escondidos. Queremos convocar a muchos, a todos, a tener la alegría de ser constructores del Reino.

Estimado don Celestino, lo miramos con esperanza. Le deseamos mucho fruto en su ministerio. Dios le dé fortaleza, luz y alegría. ¡Cuente con todos nosotros, laicos, religiosas, diáconos y sacerdotes! ¡Cuente con María, nuestra Madre! Que el Espíritu d Dios genere siempre en usted y en todos paz y bien".