Jueves 7 de mayo de 2020
“Aquí en la cárcel es donde me he sentido más monja”
La hermana Nelly León, religiosa de la congregación del Buen Pastor, capellana del Centro Penitenciario Femenino, la cárcel de mujeres de San Joaquín, se fue el 19 de marzo pasado a vivir las 24 horas del día en el penal, para atender mejor su servicio pastoral a las internas. En la siguiente entrevista comparte sus vivencias, dolores, alegrías, temores y esperanzas en el recinto.
Fotos: Gendarmería de Chile
Periodista: José Francisco Contreras
Fuente: Periódico Encuentro
Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/mayo2020/
¿Cuál fue la motivación que la llevó a tomar la decisión de irse a vivir al penal?
Acompañar a las mujeres y acompañar a los funcionarios y funcionarias de Gendarmería, considerando que la mayoría de ellas también son mamás y tienen los mismos desafíos, temores y angustias que las internas. Y también la otra motivación fue que como yo vivo en San Felipe, por estar viajando permanentemente a Santiago me preocupaba contagiar en el viaje, porque yo llegaba al terminal y me venía en el metro acá a la cárcel. Y temor también de contagiar a las internas o a mis hermanas de comunidad. En conversaciones con las hermanas y con la alcaide de la cárcel, le pedí quedarme, cosa que fue muy bien recibida de parte de ella y me habilitaron aquí en mi oficina una cama, así que estoy muy contenta de haber tomado esa decisión, muy feliz. Creo que estoy donde Dios quiere que esté, y lo quería también el Buen Pastor hoy día y lo querían muchas hermanas que me precedieron y que acompañaron a tantas mujeres en esta misma cárcel.
¿Qué ha significado para usted esta experiencia? ¿Qué ha aprendido?
Ha sido una gran experiencia, profunda, es como tener todo el día mucha actividad y luego, en el atardecer, quedarme sola en este espacio y decantar lo que ha sido la experiencia del día. Tengo la capilla, tengo el Santísimo, entonces eso me permite rezar, hacer oración y también estar conectada con muchas otras personas, porque estoy casi todos los días participando en misa por videoconferencia con las Carmelitas de Lagunillas. También mucha gente que quiere ayudar, creo que hay más gente sensible de lo que uno puede pensar o es que esta pandemia está sacando lo mejor de los chilenos y de las chilenas. He aprendido a ser vulnerable, he aprendido que soy una mujer muy frágil, como me imagino todos los chilenos hoy día, y tengo que cuidarme, no soy tan joven. En ese sentido, me siento muy pequeña.
¿Cuáles son sus dolores y sus alegrías al compartir con las internas?
Mis dolores son sus dolores, sus penas, sus deseos de estar con sus familias, no poder verlos, no tener sus necesidades básicas satisfechas, querer abrazar a alguien y que el distanciamiento social no nos permite abrazarnos como antes, todos esos dolores que son del alma, en el fondo. Son dolores de ellas, pero también son míos, he aprendido a hacerlos muy míos todo este tiempo, así como estar muy pendiente de lo que está viviendo cada una. La alegría en estos días ha sido inmensa al ver que muchas mujeres se fueron, poco más de 70, que se fueron con el indulto conmutativo; el verlas salir, ver a sus familias que las venían a buscar, eso fue impresionante, impresionante, muchas que no sabían con qué se van a encontrar. Quizás, mi dolor más grande fue pasar Semana Santa sin ceremonias físicas, pero sí acompañada a través de los medios y de las redes. Igual con un grupito de mujeres que son de un solo patio pudimos venir a la capilla a hacer el Vía Crucis, celebrar el domingo la resurrección, esas alegrías son profundas.
¿Qué ha visto de nuevo en ellas? ¿Cuáles son las angustias, temores y esperanzas de las internas?
Lo que he visto en estos días que quizás no me había percatado tanto, es que son de corazones muy nobles, la mayoría, se preocupan de una compañera que está enferma, de compartir lo que tienen, y también están preocupadas de las que están pasando más mal, que siempre hay algunas, que consumen drogas aquí adentro, que están en un grado de angustia mayor, siempre hay otra que se preocupa de cuidarla cuando está enferma, de llamar a las funcionarias para que las atiendan. Compartimos la lejanía de los hijos, las preocupaciones de que no estén con ellas, de no saber cómo están, si tienen para comer. Y también tienen temor a morir, tienen mucho temor de contagiarse. El otro día una interna me decía: "Si yo tuviera que ir al hospital y tuvieran que entubarme a mí y a otra persona más joven que yo, probablemente la entuben a ella y no a mí porque soy una presa". Esos temores están. Y la esperanza, por la que estamos rezando mucho, es no contagiarnos. "Dios nos protege, vemos su mano aquí", dicen las chiquillas".
¿Cómo aprecia la vigencia de la ley conmutativa de penas que favoreció a algunas internas?
Yo valoro mucho el esfuerzo que hizo el gobierno, especialmente el ministro de Justicia, que le puso harto corazón a la ley. Podría haber sido mejor, podría haber sido más ampliada. Hay mujeres muy buenas, que han hecho un proceso muy bonito y que no coincidió con los tiempos restantes que les quedan y todavía están teniendo que dormir dentro de la cárcel. Eso me dolió un poco, pero la ley quedó así y vamos a ver ahora si conseguimos caso a caso alguna solución para ellas. Considero que se podría haber favorecido a más personas. Las mujeres que salieron on de lugares muy pobres, es parte de lo que tenemos, no más. Criticar más la desigualdad social en Chile ya no sé si es la solución. La pregunta es cómo todos nos ponemos la mano en el corazón y la resolvemos, para que no haya tanto pobre.
¿Cuál es su rutina diaria y los espacios en que desarrolla su actividad? ¿Hasta cuándo piensa estar con ellas en esta forma?
Mi rutina es levantarme tipo siete, siete y media. Yo tengo baño aquí en mi oficina, pero no tengo ducha, entonces me voy a bañar a un lugar más pequeñito donde viven tres señoras internas que me prestan su ducha. Luego, atender a las internas, yo acá tengo un teléfono interno, me llaman de los patios, siempre hay emergencias, chiquillas que quieren venir a hablar conmigo. Me dedico a escuchar todo el día, a resolver problemas. Cuando las internas vuelven a sus patios, es un tiempo de harto silencio, que me permite rezar, estar sola, contestar correos, hablar con mis hermanas de comunidad, conectarme con la gente con la que no puedo hacerlo durante el día. No sé hasta cuándo voy a estar aquí, de esta forma. No tengo tiempo de término. Solo que las internas sepan que estoy aquí, para ellas es muy importante. Hasta que Dios quiera es mi respuesta. Solo le pido a Dios que me dé mucha salud, que me regale los tiempos para descansar cuando tenga que descansar, y poner todo el corazón cuando lo tenga que poner, y estar, escuchar y acompañar. Creo que este es el tiempo en el que me he sentido más monja del Buen Pastor, aquí en medio de las ovejas que se han equivocado en la vida, como tener a esa "una "que se fue del redil, pero tener a muchas juntas que necesitan mucha escucha. Ha sido un tiempo muy bonito, muy precioso, y le doy gracias a Dios por eso, por habérmelo permitido vivir.