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Artículo

Viernes 31 de julio de 2020

Palabras del Arzobispo en cierre de Semana Teológico Pastoral

Nos hemos encontrado virtualmente, hemos recibido información y también hemos hecho comunicación. El desafío ha sido grande y debo agradecer al P. Carlos Godoy, Vicario Episcopal para la Pastoral y a su equipo por la organización; agradezco también a quienes nos han dado soporte técnico; y agradezco a quienes colaboraron como expositores: María Teresa Valenzuela, el P. Paolo Asolán, Francisco Carreño, Andrea Reppetto, Rodrigo Mardones. Y le agradezco a usted, personalmente por su participación.

De la crisis a la esperanza: la crisis nos envuelve, la esperanza no es una meta más o menos lejana; la esperanza nos acompaña: usted es parte de mi esperanza. Tengo esperanza para Chile y para la Iglesia porque cuento con usted. Gracias. Muchas gracias.

“La caridad como un camino de discernimiento pastoral”. Todo está revuelto, y no vemos cómo se calmará. Hacemos pastoral hoy y tendremos que hacer pastoral mañana. En medio de la crisis tenemos que discernir, tenemos que aprender o reaprender. Obligados a estar confinados vivimos muchas más horas en casa, y recibimos información abundante, y afirmamos que nos comunicamos más… ¿Nos comunicamos más? ¿Nos comunicamos mejor? Nos inquieta y asusta las consecuencias de una mala comunicación, de una soledad que puede llegar a trágica. Ya la doctora María Teresa Valenzuela nos preguntaba el primer día ¿Habremos aprendido a escucharnos, a ser solidarios?, y el P. Paolo nos indicaba que en una Iglesia de comunión cada uno se identifica como parte de un todo.

La virtud de la caridad es clave esencial de la reflexión cristiana acerca de los temas sociales, es itinerario para ir haciéndonos cargo de lo que el Espíritu Santo ha ido suscitando en el Pueblo de Dios. Las virtudes se ejercitan: pasan por la mente y el corazón y se realizaron por las manos: hacer el bien. La caridad ha de ser independiente de partidos e ideologías. Con tantos problemas y tan grandes ¿por dónde comenzar? Respiramos un clima malsano de descalificación, insultos, cerrazón, condena. Prudente es cuidarse, imprudente es quien paranoicamente ve contagios y trasmisores en todas partes. ¿Cómo nos cuidamos del virus del orgullo, de la cerrazón, de la sospecha, etc. que nos hace ver en la otra o en el otro a un enemigo y no a un compatriota, a un hermano? Vienen meses exigentes, críticos; por tanto, oportunidades hermosas de crecimiento. No sigamos haciendo más de lo mismo, porque cosecharemos los mismos resultados. Debemos mejorar nuestra comunicación, debemos purificar muestras relaciones familiares, sociales, eclesiales. Sabemos que de nosotros depende una parte, y el resto lo pone Jesucristo con su Espíritu Santo. Pongamos nuestra parte. Les propongo que durante los próximos meses al menos hasta fin de año trabajemos nuestra comunicación: en todas las parroquias y capillas al menos cada quince días tengamos un ¡ejercicio! (no tantas teorías) de comunicación.

Desde lo más elemental: recordar que nos movemos a tres niveles: tengo pensamiento, tengo sentimiento, tengo comportamiento o acción. Y una comunicación sana, siempre en respeto y sinceridad, sabe cómo sintonizar con el interlocutor: si me dice que tiene miedo ¿espera que le largue un discurso sobre el miedo? No. Si me dice que tiene rabia contra Dios porque murió un familiar ¿espera que le eche un sermón sobre la Santísima Trinidad? No. Si me confiesa que le han decepcionado los obispos o los sacerdotes o la señora o el hijo ¿espera que le aturda con otras estadísticas? No…

Recuerdo que los pensamientos y los comportamientos se pueden discutir; pero si usted discute los sentimientos ya se metió en un problema irresoluble. Los sentimientos no se discuten.

Identifico a un pensamiento cuando me dicen “yo pienso, a mi parecer, estimo, juzgo, considero”; si me dicen “hice, actué, pasó, ocurrió” u otro verbo de acción me están compartiendo un comportamiento; pero si me dicen “yo siento, yo me siento, estoy, tengo pena o alegría o miedo etc." me están pidiendo que comparta un sentimiento.

Estamos en crisis de comunicación, tenemos esperanza porque podemos aprender y los demás pueden aprender a comunicarse mejor. Chile puede tener una comunicación, una convivencia diferente. Son especialmente evocativas las palabras del Papa Juan Pablo II en Chile, “Chile tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento”. Llamo con vehemencia a mis hermanos, hombres y mujeres de buena voluntad, a renovar nuestra determinación de trabajar por la paz, a desterrar toda violencia como forma de expresión y relación, a creer firmemente en el diálogo como único camino para la paz y la justicia. Aprendamos de las experiencias del pasado para que, nunca más volvamos a repetir los tiempos en que nos vimos como enemigos unos de otros, incluso en el seno de nuestras propias familias.

¿Y nosotros, como cristianos, no necesitamos también una comunicación mejor y unas relaciones más sanas? Desde ese ambiente más sano podremos encarar problemas y concordar soluciones. ¿Sería diferente Chile si nosotros nos comprometiéramos a una comunicación respetuosa, sin insultos ni descalificaciones, colaboradora y no descalificadora? ¿Y en nuestras parroquias y comunidades cristianas? ¿no ayudará eso al discernimiento? ¿no será eso caridad? Mientras sigamos con una información y una convivencia y una comunicación tan contaminadas todos nuestros planes se enfermarán. Es hermosa la tarea, que el Señor y a Virgen nos ayuden en este empeño. Gracias a todos.

+ Celestino Aós

31 julio 2020