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Domingo 2 de agosto de 2020

Monseñor Aós recordó la importancia de vivir el duelo en tiempos de pandemia

En la misa de este decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario, transmitida por redes sociales de la Iglesia de Santiago y Emol.com, el arzobispo animó a no decaer ni perder la fe ante los tiempos complejos que se viven con la crisis sanitaria.

Periodista: Enrique Astudillo Baeza

Fuente: Iglesia de Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

En la eucaristía, concelabrada con el Obispo Auxiliar Alberto Lorenzelli, el arzobispo, a la luz del Evangelio de Mateo, alentó a la gente a no decaer frente a la enfermedad o pérdida de un ser querido en este tiempo de pandemia: “Cuando nos golpea fuerte una noticia así, necesitamos silencio para encontrarnos con nosotros (...) No siempre en la casa tenemos el espacio para irnos, quizás, a un sitio a llorar, a condolernos. Tal vez el que recibe la noticia, quiere estar solo, pero a veces no podemos dar ese espacio de soledad. El duelo no se hace evadiendo, se hace encontrándonos con nuestra realidad, esa realidad dolorosa, esa realidad que nos afecta”.

Luego exhortó: “La muerte tiene que ser también para nosotros un motivo de reflexión (...) Al celebrar la muerte y la resurrección de Jesús en cada misa y en cada domingo, se ilumina el fallecimeinto de nuestros cristianos. La muerte de nuestros seres queridos no puede ser una muerte más. Es distinta, y por eso, nosotros también en este domingo, aprendamos a vivirla, si tenemos que pasar por esta experiencia, y a ofrecerla al Señor”.

Lecturas del día

Libro de Isaías 55,1-3

Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también!  Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?  Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán.  Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,35.37-39

Hermanos:

¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Evangelio según San Mateo 14,13-21

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Señal de caridad

A la luz del Evangelio de este decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario, el papa Francisco, indicó que "Jesús manifiesta su poder, pero no de forma espectacular, sino como señal de la caridad, de la generosidad de Dios Padre hacia sus hijos cansados y necesitados", e invitó a los cristianos a vivir "en la lógica de Dios", "en la lógica del hacerse cargo del otro", preguntándonos siempre "¿qué nos ofrece la Providencia para compartir?”.

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