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Miércoles 13 de enero de 2021

“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”

Para debatir acerca de diversas temáticas de la contingencia nacional, con un enfoque cristiano, invitamos a diferentes expositores de la política, la academia y del mundo social a compartir su visión en la nueva sección de nuestro Periódico Encuentro.

Por: Paulina Arroyo Oyarzo- Integrante de la Coordinadora Paz de Justicia.

Fuente: Comunicaciones Arzobispado

Cuando hablamos de violencia lo primero que puede venir a nuestra mente es lo vivido en el reciente despertar de Chile, imágenes no gratas de masticar y que nos hacen emitir juicios apresurados de lo que como sociedad padecemos. Nos acomodamos a un sistema que ha humillado a tantos(as), como se expresa en las demandas presentes. No olvidemos que esto partió con muchas aspiraciones, manifestadas por ejemplo en la canción “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara. No se puede vivir en paz en medio de las diversas violencias, de una inequidad que -como dice el Papa Francisco- genera violencia. Como Coordinadora Paz de Justicia, con aciertos y desaciertos, hemos intentado ser “una voz que clama en el desierto" (Is 40, 3) y anunciar a Jesús en lugares donde no es cómodo ser Iglesia, acompañando el caminar de un pueblo con anhelos, dolores y esperanzas. 

¿Cómo se vive la buena nueva en esta realidad? Es difícil dar una sola respuesta; a veces alzando fuerte la voz en medio de un Padre Nuestro que nos ayude a mantenernos en pie y vencer el miedo, en otras ocasiones aferrados a la cruz que redime y, sobre todo, permaneciendo entre tantos(as) hermanos(as) sufrientes. No debemos renunciar a la porfiada esperanza. 

¿Cómo actuar en un mundo entrampado en la violencia? Considerando que todos -en mayor o menor medida- somos responsables, combatir la violencia de manera individual es una tarea titánica. Podemos preguntarnos si es acorde con el cristianismo hacernos cargos de lo que oprime a nuestros(as) hermanos(as), sobre todo los más vulnerados(as). Desde la Coordinadora pensamos que sí. Ya lo decía el Papa Francisco en febrero: “ante la violencia, la injusticia y la opresión, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma o esconderse en la seguridad de su propio recinto, sino que debe gastarse con generosidad y ternura por los pequeños y los pobres, escuchando el grito de los últimos y de los excluidos”. Muchas veces nos acostumbramos a ignorar a ese otro u otra en quien vive el mismo Dios. Ahí está la clave: en la cultura del encuentro a la que invita Francisco. 

Jesús sin duda rechazó la violencia, aunque la padeció. Cuando es apresado le dice a un discípulo: “guarda la espada» (Mt 26, 52); y luego de resucitar vuelve con sus apóstoles e insiste: “la paz esté con ustedes” (Lc 24, 36). Sin embargo, no basta con declararse no violenta(o); es un proceso que supone un trabajo personal y comunitario, indagando las causas que propician la violencia y combatiéndola con medios legítimos como la ley, el diálogo y la política. La no violencia activa no es sinónimo de evasión frente al conflicto o un acto meramente pasivo. Por el contrario, es enfrentar los desafíos desde profundas convicciones (en nuestro caso cristianas) que nos permitan, a la luz de la buena noticia de Jesús, caminar y soñar soluciones que se manifiesten en lo concreto. Partimos de la base de que todos los seres humanos son sagrados y dignos, debiendo ser reconocidos en sus demandas como hijas e hijos de un Dios de paz. El profeta Isaías da una respuesta: “la obra de la Justicia será la Paz y los frutos de la Justicia serán tranquilidad y seguridad para siempre" (Is 32, 17).

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