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Miércoles 27 de enero de 2021

Los desafíos de un nuevo cardenal para Chile

Para debatir acerca de diversas temáticas de la contingencia nacional, con un enfoque cristiano, invitamos a diferentes expositores de la política, la academia y del mundo social a compartir su visión en la nueva sección de nuestro Periódico Encuentro.

Por: Claudia Leal Luna - Doctora en teología moral y académica UC

Fuente: Comunicaciones Arzobispado

La Iglesia Católica en Chile cuenta con la confianza del 9% de la población. Podemos adornar el dato como queramos, pero la pregunta ineludible es acerca del modo en que leeremos ese y otros números, y la manera en que podemos restaurar - sin prisas pero sin pausas - todas las confianzas relevantes al interior de una institución tan rica, compleja, plural y antigua como nuestra Iglesia.

En este sentido, la creación de monseñor Celestino Aós como cardenal y su nombramiento como miembro de la Pontificia Comisión para América Latina que, desde 1958, asesora e informa al Pontífice sobre asuntos relativos a la vida de nuestras iglesias locales, constituye un evento que no podemos desaprovechar. La opinión de nuestro obispo, la manera en que él se posiciona, comprende y transmite nuestra realidad - nuestras fortalezas y debilidades, nuestros padecimientos y alegrías - puede marcar la diferencia en la gestión de un sinnúmero de asuntos que repercuten en la vida cotidiana de la Iglesia chilena en general, y de la arquidiócesis de Santiago en particular.

Asumir el cardenalato en Santiago es hacerse parte de una historia arquidiocesana donde - diría yo - a muy pocos les han tocado tiempos fáciles. No puedo apartar de mi mente, entonces, la imagen de San Francisco, a quien Dios le pide: “Restaura mi Iglesia”, y la forma en que esa misión se despliega en dos sentidos que se complementan, el material y el espiritual. Reconstruir las confianzas tiene que ver con la capacidad de recuperar algo antiguo y, al mismo tiempo, crear algo nuevo; no basta una de estas alternativas, no se trata de un dilema entre ellas, sino de un desafío mayor. La responsabilidad de nuestro Cardenal no es pequeña, pero nuestra esperanza tampoco.

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