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Artículo

Viernes 29 de enero de 2021

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones

“No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, es el lema y título del mensaje del Santo Padre hecho público hoy con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el tercer domingo de octubre y que se conoce como DOMUND.

Fotos: Imagen de archivo - Vatican News

Fuente: Vatican News

Link fuente: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-01/mensaje-del-papa-para-la-jornada-mundial-de-las-misiones.html

“Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído”. Con estas palabras comienza el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el tercer domingo de octubre y que firmó el pasado 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor, en San Juan de Letrán.

Francisco recuerda que “la relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias”. Y añade:

“Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: `Salgan al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren’. Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión”.

La experiencia de los apóstoles

Tras recordar que “la historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad”, el Papa escribe “el amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador”.

Fratelli tutti

El Santo Padre escribe que “con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes”. Y agrega que “Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: `Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor’. Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social”.

“La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero. Esa ‘predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro – por su propia naturaleza – no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí”.

Después de aludir a los tiempos difíciles que atravesaron los primeros cristianos cuando comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado, el Obispo de Roma recuerda que “los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor”.

“Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador”

Refiriéndose al libro de los Hechos de los Apóstoles el Papa escribe que “nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”.

Difícil momento actual de nuestra historia

“Así también nosotros – prosigue el Papa en su mensaje – tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran.

“Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas”.

Y ante la pregunta de: “¿Para qué me voy a privar de mis seguridades, comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta – escribe Francisco – permanece siempre la misma:

“Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo”.

Implicación total y pública en la transformación del mundo

También escribe que “los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación”.

Una invitación a cada uno de nosotros

Al recordar el lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, el Papa afirma que “es una invitación a cada uno de nosotros a `hacernos cargo’ y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Y escribe que “en la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el tercer domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio”.

“Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición”.

“Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana”. “Que su amor de compasión – escribe el Papa al final de su mensaje – despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros”. Y concluye invocando a la Madre de Dios:

“Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras”.