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Artículo

Domingo 31 de enero de 2021

La Escritura es para leerla y ponerla en práctica

En la misa de este pasado domingo IV del tiempo ordinario, presidida por el cardenal Celestino Aós y concelebrada por el obispo Alberto Lorenzelli, el pastor hizo esa afirmación, además de un llamado a venerar los lugares de culto y a no hablar mal de los demás.

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

El Arzobispo de Santiago señaló que si bien Dios está en todas partes, “ha querido encontrarse con nosotros en el templo, como lugar privilegiado. ¡Cómo veneraba san Francisco de Asís las iglesias y capillas! ¡Cómo respetaban los santos los templos!”. Añadió que la situación actual no permite a los cristianos frecuentar los lugares de culto, pero, preguntó, “¿hay un momento al día, siquiera los domingos en que usted deja todo y se reúne en familia para leer la Palabra de Dios, para rezar?".

Acerca de las murmuraciones y los juicios, el cardenal Aós reconoció que “debemos acusarnos de haber hablado más de la cuenta o hablado mal de otros”. Y volvió a hacer una pregunta: “¿Usted no ha hablado mal de nadie? ¿No ha dicho cosas que, aunque sean ciertas, debería guardar en silencio y por respeto, para no dañar a otros? Estamos en vacaciones, es un tiempo hermoso para ser amables, para hablar bien de los demás, para no amargar la vida con quejas y más quejas”.

Luego, el religioso capuchino habló de la cercanìa con la Palabra de Dios, siempre en la línea de preguntas: “¿Ha leído usted la Biblia?  ¿O siquiera el Nuevo Testamento? ¿O siquiera el Evangelio o una de las cartas apostólicas? ¿Sabe usted lo que ha dicho Jesús o vive de comentarios, de lo que dicen que dijo Jesús?”. Enseguida enfatizó: “No basta con entusiasmarse diciendo que son palabras y enseñanzas hermosas. ¡Hay que ponerlas en práctica!”.

En este contexto, indicó que hay quienes se quejan de que los obispos no hablan, y respondió con la parábola del pobre Lázaro y el hombre rico (Lc 16, 19-31). Ambos murieron, el rico se va al infierno y Lázaro al cielo. Desde los tormentos del infierno el rico pide a Abraham que envíe a Lazaro a sus hermanos en la tierra, para darles testimonio y se arrepientan, a lo que Abraham replicó: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán”.