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Artículo

Martes 1 de diciembre de 2020

Cardenal Aós con la comunidad chilena de Roma

El cardenal Celestino Aós celebró la tarde de este lunes una solemne misa cantada para la comunidad chilena en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de los Capuchinos, junto a 16 sacerdotes concelebrantes.

Periodista: Patricia Mayorga

Además de un grupo de chilenos, en representación de la comunidad católica de Roma, ya que las normas a raíz del Covid-19 no permiten ceremonias numerosas, estaban presentes el Embajador de Chile ante la Santa Sede, Octavio Errázuriz, acompañado por funcionarios de esa representación diplomática, la Embajadora de España ante la Santa Sede, María del Carmen de la Peña y funcionarios de la Embajada de Chile ante el Gobierno italiano.

Antes de empezar la ceremonia religiosa, el cardenal bendijo dos cálices: uno de ellos obsequio de los capuchinos y el otro de la Embajada de Chile ante la Santa Sede, en conjunto con la comunidad chilena de Roma.

En la homilía, el cardenal Aós se refirió a este período especial de Adviento, recordando la figura de la Virgen María, “que entregó su hijo a la humanidad, no lo guardó para si”, ya que “ella entrega a Jesús al corazón de los hombres”.  En ese sentido pidió recordar siempre que “Dios se nos entrega, que no nos ha abandonado, que está con nosotros”, razón por la cual “es importante que abramos el corazón y la mente”.

Recordando que estamos en tiempo de Navidad, “y en nuestro ministerio sacerdotal y en las circunstancias de Chile creo que tenemos que considerar a ese Dios que se nos entrega, aunque seamos torpes, aunque a veces hayamos pecado, Dios sigue amándonos. Dios nunca nos abandona, Dios está con nosotros y por eso es importante que abramos el corazón, la mente, nuestra vida y nuestra estructura social a Jesucristo”.

“Estamos celebrando el misterio de la fe que nos lleva a creer en el hombre, en cada hombre y en cada mujer, en cada uno de nuestros compatriotas, a todos nos espera el Señor en el cielo”, agregó. “Si pensáramos en esto, cuando tenemos que tomar decisiones sociales, políticas, eclesiales, cambiaría mucho nuestra situación. Porque sabríamos sacar lo mejor de los otros para que entre todos juntos construir un futuro mejor. Creer en el hombre. Creer en la mujer. A esto nos llama el Señor. Y a esto nos llama a los sacerdotes. Y a esto es lo que me llama a mi como obispo y como cardenal”.

Recordó que había nacido en un pueblo pequeño, y que tres veces al día sentía el tañido de las campanas, que dictaban los tiempos de la oración “de nuestros mayores”, quienes “rezaban el Ángelus tres veces para recordarse el espíritu de la reencarnación, el Verbo se hizo Carne, y la carne que nosotros llevamos, esa carne que despierta al amanecer llena de preocupaciones o que al mediodía se siente ya en la necesidad de estar en la casa para descansar”.

Agregó que siempre en nuestras vidas todos quisiéramos “que nuestros sentimientos fueran paz, alegría, ternura pero que muchas veces nos inquietan a nosotros mismos, ya que a veces hay sentimientos de rabia o tristeza o desesperanzas o tantos sentimientos incómodos…y el Verbo se hizo Carne, y esos sentimientos míos serán santificados cada día por el Señor…y esta carne que a veces nos lleva a la pasión y al gozo, otras veces sabe de dolor, de enfermedad: tenemos que creer en nosotros mismos no por orgullo sino para darle gracias a Dios que nos llamó a la vida, que nos ama”.