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Artículo

Viernes 3 de junio de 2022

Extraordinarios

Por: DANILO PICART

WALDO SAAVEDRA, INTEGRANTE DEL EQUIPO DE FORMACIÓN, VICARÍA ZONA ORIENTE

 Acompañando a uno de mis hijos en su sacramento de la Primera Comunión, me integré a la catequesis familiar en una pequeña capilla en Puente Alto, en 1987, el año de la visita del Papa San Juan Pablo II a Chile. Pasó el tiempo y llegó el año 2000, cuando comencé a participar en la Vicaría de la Zona Oriente. Me fui haciendo conocido entre las comunidades y en 2004, el padre Osvaldo Fernández de Castro me invitó a ser parte del equipo de formación zonal. Desde ahí partió mi labor como secretario de formación, en la que trabajé con el padre José María zorrilla y religiosas de la Santa Cruz, entre otras personas. En este minuto estoy integrado a la Animación Bíblica de la Pastoral, en el equipo formativo de la Zona Oriente.

¿Por qué me gusta trabajar en la formación? Porque es una manera de llevar a Cristo a las diferentes personas que no lo conocían. Durante los dos años de pandemia y la crisis social hicimos cursos virtuales, y si nos piden dedicar en este servicio en las comunidades, ahí estaremos.

Creo que todo este caminar es producto de la inmensa fe que Dios me ha dado. De poder confiar en mi Iglesia y sus sacerdotes. Hay momentos en que uno se cuestiona mucho, en especial con las cosas que ocurren, pero siempre perdura la certeza. Doy gracias a Dios, a la edad que tengo, que me haya dado esta oportunidad en la vida de haber abrazado la fe católica. Me arrepiento, quizá, de no habérmela jugado un poco más, porque uno siempre puede entregar más.

Hoy debemos seguir apostando por la formación, porque evidente- mente los tiempos y la Iglesia han cambiado. Por lo tanto, la cultura, si bien mantiene sus rasgos, va modificándose con el tiempo y hace necesaria una nueva evangelización, centrada en la persona y su realidad, que sea realista y de acuerdo con los signos de los tiempos. Nunca he dimensionado la cantidad de laicos que han aprovechado estas instancias, no lo he pensado. Pero a través de los años, pienso que han sido numerosas las personas que he conocido y aprovechado las instancias que ofrece la Vicaría. Como laicos, debemos dar las mismas respuestas que Cristo hubiese dado a las personas. Abrirse, escuchar y reflexionar. Si la formación es fructífera y buena, debe llevarnos hacia el encuentro personal con Jesús.

 

LUCERO RODRÍGUEZ, CUSTODIA DE LA CATEDRALMETROPOLITANA DE SANTIAGO

 Mi trabajo es ser custodia de la Catedral, pero a la vez de escucha, porque recibimos a los visitantes que vienen a veces con mucho dolor en su corazón, rencor. Y aquí, cuando se van, vuelven y traen a sus pares, a sus hermanos y vienen hasta acá para dar las gracias a Dios y también a nosotros. Soy de Cali, Colombia. Llegué hace siete años a Chile. Recuerdo cuando entramos a Arica: estaba asustada porque venía con mi hermano y mi hijo, que en ese tiempo tenía diez años. Estaban devolviendo a mucha gente y le pedí a Dios que nos dejaran ingresar a Chile. Viajé desde Colombia hasta Arica por más de siete días, vía terrestre, alimentándonos solo con galletas y atún.

Al llegar aquí, a los tres días y por intermedio de una amiga comencé a trabajar en la Fundación Las Rosas, asistiendo a un interno. Pasaron cinco meses y la propia Fundación me ofreció trabajar con ellos directamente en su equipo de servicio, y les dije que sí. Eso fue otra bendición más aquí en Chile. Gracias a esto serví a través de las colectas, aferrándome más a los abuelos y a la Fundación.

En ese lugar conocí a mucha gente, entre ellas el padre Andrés Ariztía, quien era el capellán de esa institución y me dio una mano. Cuando él iba a reuniones yo lo atendía. Este fue un elemento muy importante, porque cambió mi vida cuando llegó la pandemia. Hubo un recorte de personal que dio por terminada mi función y él ofreció sumarme al equipo de la Catedral de Santiago.

Como custodias, siendo mujeres, siento que le hemos cambiado la cara a la Catedral en la acogida y la escucha. Mucha gente viene con problemas y nosotros les hemos abierto las puertas. Atender a las personas, escucharlas, saludarlas y decirles “buenos días”, eso las anima. En la Iglesia encuentras la paz que en ningún otro lugar puedes encontrar. Mi gente de Cali está muy orgullosa de mí porque estoy sirviendo a Dios en Chile a través de esta labor. Nunca lo esperé, estar ayudando al más necesitado en el sentido de oírlo. Veo esto como algo hermoso y que crece día a día. Cada domingo el templo se está llenando y los jueves llega más y más gente a visitar al Santísimo Sacramento. Nuestra tarea es recibirlos a todos y todas.

¿Conoces a alguien en tu comunidad parroquial a quien quieras destacar como un “Extraordinario”? Envíanos tu historia o testimonio a comunicaciones@iglesiadesantiago.cl