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Domingo 22 de septiembre de 2019

Con el cierre de la Puerta Santa se puso fin al Año Jubilar

Los franciscanos, a propósito de la celebración de sus 400 años del Templo, obtuvieron del Papa Francisco este “tiempo de gracia” que atrajo a miles de fieles al templo para pedir la "indulgencia plenaria" y vivir, entre otras cosas, el sacramento de la reconciliación.

Fotos: Camila González

Periodista: Carmen Gloria Díaz Meléndez

Ya paso un año desde que se abrió la Puerta Santa de la Iglesia San Francisco de Alameda, el 23 de septiembre de 2018. La posibilidad de vivir un Año Jubilar significó que cada persona que cruzara la puerta habiéndose confesado, participado de la comunión eucarística y orado por las intenciones del Santo Padre, podía obtener la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de sus pecados.

Un tiempo de gracia, un tiempo de alegría. La hermana Gaby Lorenzo, de la orden de las hermanas misioneras de Misión Gran Rio, dice que este año ha sido muy especial: "¡Todo un año donde se puede ganar la indulgencia plenaria!", su cara se llena de felicidad al recordar lo vivido: "Es como recibir un nuevo bautismo, es la purificación de los pecados". Pero aclara que hay que "tener deseos de ganar la indulgencia plenaria". Y ella sabe de eso. Al preguntarle si la ha pedido, rápidamente dice "¡Uy en muchas oportunidades! Ahora mismo, sí ahora mismo... Si bien uno trata de hacer las cosas bien para Dios, creo que hay que estar cada vez mejor, renovados y sobre todo pidiéndole a Él su fuerza para que nos ayude a ser nuestro trabajo pastoral, nuestra misión como él lo quiere".

"Nos alegramos de este deseo de la gente de venir a rezar, de recurrir al sacramento de la confesión, de venir a reconciliarse o participar de las celebraciones. Ojalá continúe en ellos. Ojalá que este sea un fruto, que la práctica y los ejercicios de piedad continúen pese a que ya se cerró la Puerta Santa. Que todos podamos encontrar en este templo un lugar de oración, un lugar donde nos encontramos con los hermanos, con la comunidad, un lugar de reconciliación", dice esperanzada la hermana Gaby.

La eucaristía se inició agradeciendo por los 400 años del templo, el más antiguo del país y por la presencia de la imagen de la Virgen del Socorro, patrona de la ciudad de Santiago, y por todas las celebraciones jubilares que se vivieron este año. "Hoy queremos cerrar este año santo, reconociendo que la puerta de la Misericordia de Dios nunca se cierra y que siempre estará abierta para que escuchemos su voz", dijo el hermano Miguel Correa.

Monseñor Celestino Aós, administrador apostólico, en su homilía trajo a los presentes la vida de San Francisco y su estilo, marcado por la humildad, por invocar la misericordia y por saber que el mayor pecado es no amar, "el pecado es la ofensa a Dios, no amar a Jesucristo", dijo. Y recordó las palabras de San Francisco de Asís, "Dios me llamó a caminar por la vía de la simplicidad. El Señor me dijo que quería hacer de mí un nuevo loco en el mundo, y el Señor no quiso llevarnos por otra sabiduría que ésta".

De eso sabe, de vivir como los franciscanos, Erika Peralta y cuenta que "es una exigencia diaria, pero gozosa, es un compromiso más cercano con Cristo". Está casada, es mamá de cuatro hijos y hace 22 años es parte de la Orden Franciscana Seglar, la que se creó cuando después de fundar la Orden de los Frailes Menores y de las Clarisas, San Francisco "se dio cuenta que muchos matrimonios se estaban separando para entrar a esas 2 ordenes y dijo: ´esto no está bien´. Entonces creó una tercera orden para las personas que estaban casadas o que su forma de vida no era para entrar en un convento, para que en el mundo vivieran una regla de vida, igual rígida, nosotros tuvimos aspirantado, postulantado y noviciado", explica Erika. "Es como casarse con Él, pero en el mundo". En lo cotidiano "es vivir nuestro bautismo en el día a día, o sea si uno está en el ascensor mira sonriente a la persona que va al lado porque puede que vaya a un examen médico y vaya deprimido, dar la pasada en el metro, consolar a una mamá. Yo tengo un niño con autismo, entonces me ha tocado vivir hartas situaciones con personas que la pasan mal por la discapacidad de sus hijos, he tenido que consolar, acompañar. El seglar franciscano es donde esté, en todos los lugares si participan en un sindicato, en sus trabajos, en su casa ciento por ciento uno tiene que vivir el bautismo porque uno se comprometió a eso porque uno eligió esa forma de vida".

La homilía de monseñor Aós finalizó con una petición. "Quisiera que como cosecha de este año jubilar, al cierre de esta puerta de la indulgencia y la misericordia, renováramos nuestro empeño de poner a Jesucristo en el centro de nuestras vidas, dé lugar contra el pecado y el mal con nuestra inteligencia y fuerzas naturales, pero sobretodo con la oración". Y pidió "a la Virgen María, la madre pobre del Rey Pobre nos encomendamos. Que la indulgencia que obtenemos hoy nos perdone todas nuestras culpas".

Fue un año de mucha esperanza. Erika dice que le encantaba cuando terminaba la misa del domingo y veía la capilla con el Santísimo y mucha gente rezando a su alrededor o haciendo filas para confesarse, "se pudieron ganar muchas almas, muchas indulgencias plenarias porque el motivo era en sí la casa donde uno está". Ella, también, vivió la experiencia de pedir la indulgencia plenaria para un abuelo que ya falleció, "es liberador para esa persona, es como devolver la mano a alguien que, en algún momento, gracias a esa persona uno tiene la vida".

Los símbolos siguieron con las ofrendas. Se presentó la Estola morada, el decreto de convocatoria al año jubilar, la cuerda del hábito franciscano, un ramo de flores, además del Pan y el Vino. Luego, llegó el momento del cierre de la Puerta Santa. Monseñor Celestino Aós y la mayoría de los presentes peregrinaron frente a ella y dijo "en este rito de clausura del jubileo por los 400 años de la Iglesia San Francisco de la Alameda recibe la ofrenda de nuestra alabanza por todos los beneficios que hemos recibido de tu bondad a lo largo de este año jubilar (...) Te suplicamos Dios fiel y misericordioso deja abierto los tesoros de tu gracia y concede a tus hijos, a quienes has llamado ala conversión ya la renovación, perseverar en la vida nueva y ser testigos del mundo de la esperanza y operadores de la misericordia".