Click acá para ir directamente al contenido
Artículo

Martes 6 de marzo de 2018

Editorial: Nuevo Gobierno y Desarrollo Integral

"Chile se ha destacado en las últimas décadas por el desarrollo de una democracia que le ha permitido un sostenido progreso". Estas palabras del Papa Francisco, en el Palacio de La Moneda, son un aliento que conviene tener presente en este momento neurálgico de la vida democrática, cuando nos aproximamos a un cambio de gobierno. Una palabra de aliento de alguien que nos observa desde fuera, lo que le permite cierta imparcialidad, pero que lejos de invitarnos a una autocomplacencia paralizante, nos recuerda que la patria es obra de todos y que está siempre en proceso de realizarse.

Periodista: + Monseñor Galo Fernández Villaseca. Obispo Auxiliar de Santiago

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/marzo2018

"Chile se ha destacado en las últimas décadas por el desarrollo de una democracia que le ha permitido un sostenido progreso". Estas palabras del Papa Francisco, en el Palacio de La Moneda, son un aliento que conviene tener presente en este momento neurálgico de la vida democrática, cuando nos aproximamos a un cambio de gobierno. Una palabra de aliento de alguien que nos observa desde fuera, lo que le permite cierta imparcialidad, pero que lejos de invitarnos a una autocomplacencia paralizante, nos recuerda que la patria es obra de todos y que está siempre en proceso de realizarse.

Francisco agrega: "Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos".

Pero, cabe preguntarse, ¿Hacia qué horizonte debemos encaminarnos? o más en concreto ¿De qué progreso estamos hablando? Un debate que surgió hace poco tiempo centraba el progreso exclusivamente en el crecimiento económico. Eso es lo único realmente importante, argumentaban, y "todo lo demás es música". Esta perspectiva aparentemente realista resulta ser, no solo gravemente insuficiente, sino también, peligrosamente desorientadora. Cuando la mirada economicista se instala, sin contrapeso alguno, como el único paradigma de desarrollo, perdemos sensibilidad para percibir dimensiones de menor apariencia o de mayor complejidad. El mero crecimiento en las posibilidades de producción y consumo no aseguran por sí solas la plenitud a la que aspiramos. El ser es más que el tener. Cuando el progreso económico no está acompañado armónicamente de un despliegue humano y social más integral, se vuelve un bullicio aplastante.

Con razón el Papa Francisco nos señaló que el futuro de una nación "se juega, en gran parte, en la capacidad de escuchar que tenga su pueblo y sus autoridades". De ahí que la mejor recomendación para quienes asumen cargos de gobierno es ésta: que tengan un oído agudo para escuchar no sólo los grandes gritos de la sociedad, sino también los susurros. Es decir, que no sólo estén atentos para responder a las grandes demandas de quienes tienen fuerza para manifestar y exigir sus derechos. Sino que sepan escuchar los clamores silenciosos de los más pequeños, de los que no tienen voz ni fuerza para hacer presente sus necesidades y sus propuestas. Que tengan un oído fino para escuchar a nuestra casa común, la madre tierra, tantas veces sobre exigida por el apetito voraz de intereses económicos. Es lo que nos dijo Francisco cuando habló a la nación en el Palacio de La Moneda. "Es preciso escuchar: escuchar a los parados, que no pueden sustentar el presente y menos, el futuro de sus familias; a los pueblos originarios, frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada, para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación. Escuchar a los migrantes, que llaman a las puertas de este país en busca de mejora y, a su vez, con la fuerza y la esperanza de querer construir un futuro mejor para todos. Escuchar a los jóvenes, en su afán de tener más oportunidades, especialmente en el plano educativo y, así, sentirse protagonistas del Chile que sueñan, protegiéndolos activamente del flagelo de la droga que les cobra lo mejor de sus vidas. Escuchar a los ancianos, con su sabiduría tan necesaria y su fragilidad a cuestas. No los podemos abandonar. Escuchar a los niños, que se asoman al mundo con sus ojos llenos de asombro e inocencia y esperan de nosotros respuestas reales para un futuro de dignidad".

Esto que anhelamos como un buen deseo para el nuevo período de gobierno y sus autoridades es, en realidad, un camino de desarrollo que nos involucra a todos. En la misma Iglesia mucho tenemos que crecer para tener un oído abierto y desprejuiciado, capaz de acoger y hacerse cargo de los clamores en donde el mismo Señor nos llama a darnos sin reserva y sin temor. Entonces, si actuamos así, como dice la escritura (Mt. 25) le preguntaremos al Señor: "¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos en la cárcel, y acudimos a ti?" Y el Señor nos responderá: "En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron".