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Miércoles 1 de diciembre de 2021

Editorial: Navidad. Construir desde la debilidad y el cuidado

Por: Monseñor Cristian Roncagliolo, Obispo Auxiliar de Santiago

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/diciembre2021/pdf/encuentro.pdf

Dios, al nacer, elige un lugar pobre y escondido. No busca manifestarse con una presencia imponente y espectacular, sino que en la sencillez de un recién nacido. ¡Dios, que todo lo puede, elige la debilidad y nos pide que lo cuidemos! La pesebrera de Belén justamente nos evidencia como el Salvador se hace pequeño para, desde esa fragilidad, iluminar la historia de la humanidad y hacerse cercano a todos.

Este mensaje ofrece muchas pistas para revitalizar el sentido de la Navidad. El camino de la debilidad es el modo como el Señor va mostrando su Reino. En primer lugar, a lo largo de toda su vida, Jesús elige ser servidor, ponerse en el lugar más bajo y estar disponible para los demás. En ese sentido, el proyecto de vida que nos propone es la entrega.

En Navidad, podemos transmitir ese sentido de donación. Muy por sobre los regalos materiales -con los que también podemos expresar afecto y alegría-, se encuentra la importancia que cada uno se proponga llegar a ser un regalo para los demás, que se traduce en la disponibilidad para atender la necesidad del prójimo. Pero este servicio, que es religioso, no se restringe a la penuria material.

Las personas muchas veces cargamos con culpas que nos atormentan, daños que no sabemos reparar, perdones que no sabemos pedir. Todo esto empobrece nuestra vida y disminuye nuestra capacidad para ser libremente un don para los demás. No obstante, Jesús siempre apuesta por nuestra capacidad para crecer, corregir nuestra conducta, reparar el daño y hacer el bien. No nos condena, sino que su misericordia incondicional es la pedagogía que puede sacar a la luz lo mejor de cada uno. Incluso allí donde la humanidad se encuentra caída, la buena noticia de Jesús es que podemos acompañarnos y volver a ponernos de pie.

En nuestras relaciones mutuas apostemos por la misericordia, que nos haga restañar nuestras heridas y restaurar la convivencia donde se ha fracturado. Son tantos los testimonios de quienes, gracias a que fueron tratados con misericordia, pudieron sacar sus vidas de un pozo (como las adicciones o el delito) y ponerlas luego al servicio de otros. La fe nos enseña que nos necesitamos, que somos con los otros y en fraternidad. Lo que veníamos diciendo es verdadero también respecto de nuestras relaciones mutuas. Nos necesitamos siempre, aunque no de la misma manera en todas las ocasiones.

Nadie es tan autosuficiente que no requiera algún auxilio, por modesto que parezca. Por eso, nuestra necesidad de ayuda y nuestra capacidad de dar nos ponen unos a otros en relación de reciprocidad, y es un llamado muy poderoso a convivir, a llevar a cabo cada uno su vida en una comunidad de personas llamadas a la libertad de los hijos e hijas de Dios.

Esta mutualidad es visible en tantas iniciativas de cooperación, desde la olla común con que se dio alimento y esperanza en un momento sanitario tan crítico. Pero también se expande como cultura al conjunto de nuestra convivencia, como lo muestra ahora mismo el aprendizaje de la sinodalidad en la Iglesia universal, o el cultivo y cuidado de la democracia entre quienes habitamos nuestro país. Vivir es convivir, y convivir es sumarse al inmenso tejido del apoyo mutuo y corresponsabilidad que es la humanidad a lo largo de las generaciones y más allá de cualquier frontera geográfica.

Como resuenan las palabras del Papa Francisco: “Nadie se salva solo”. En Navidad, cuidemos nuestra fe y seamos testigos de la paz del Salvador que viene. Si recibimos palabras que nos agreden u ofenden, regalemos perdón y paz. Si somos cuestionados o humillados regalemos misericordia. Pongámonos de lado del más débil, del pobre, el inmigrante, los abusados, los invisibilizados, pero defendámoslo de manera de contribuir a la pacificación del corazón, sabiendo que solo será posible cuando Dios esté con nosotros. En vísperas de la segunda vuelta electoral avivemos en nosotros el espíritu de la Navidad, donde el Niño Dios trae su luz para todos, sin excepción. Que las legítimas diferencias que nos separan y que nos ponen en veredas distintas no opaquen la fraternidad que nace de Belén y que nos convoca a todos para encarnar la paz, la concordia y la dignidad. No nos olvidemos, en la pesebrera de Belén todos son convocados y nadie sobra.