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Miércoles 5 de septiembre de 2018

“Extraordinarios”: personas que cambian el mundo con pequeños grandes signos

Un puñado de mensajeros se preparó durante años para aprender a formular entrevistas y estructurar relatos de personas “extraordinarias”: historias de santiaguinos que con fe, amor y esperanza, hacen de lo común algo extraordinario.

Fotos: Comunicaciones Santiago

Periodista: Andrea Ruz

Fuente: Iglesia de Santiago

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Se trata de los Comunicadores Parroquiales de la Iglesia de Santiago, agentes pastorales de la arquidiócesis, que en una labor voluntaria, apoyan la misión de evangelización a través de las comunicaciones. Estas son algunas de sus historias de extraordinarios:

Carlos Saini, médico: "Un día del año 1974, me encontré con el cardenal Raúl Silva Henríquez, a quien conocía desde mi tiempo de colegio. Le conté que seguía fiel a mi vocación como cristiano. Me preguntó si me gustaría estudiar diaconado y accedí. Me preparé durante tres años, pero no pude ordenarme. A pesar del gran dolor que sentí, he seguido firme por el camino de Jesús. Soy médico radiólogo y la mayoría de los pacientes que atendía eran adultos mayores. Al verlos tan frágiles, sentía dentro de mí la necesidad de ayudarlos y me acordaba de lo que me habían enseñado de Jesús. Desde hace 25 años, todos los meses visito casas de reposo de ancianos y enfermos en la comuna de San Miguel, llevando la palabra del Señor y la Eucaristía. Tengo 92 años, y lo que me impulsa a seguir en esta misión es una fe sólida. Todos nos necesitamos y todos tenemos algo que dar y recibir. Cuánto yo he aprendido de un anciano pobre en mis visitas a las casas de reposo. Muchos no tienen nada pero lo tienen todo con Cristo, son felices y contagian felicidad".

por Mario Rojas, P. Santo Cura de Ars.

 

Verónica Rojas, dueña de casa: "Cuando pienso que los valores cristianos son aprendidos de los papas, me resulta extraño que lo piense así, porque yo no los recibí de ellos. Mis padres me abandonaron cuando yo tenía tres años. Recuerdo que junto a mis hermanos nos dejaron en la casa por una semana y los vecinos avisaron a la policía de que había niños llorando. Nos llevaron a la Casa Nacional del Niño hasta que la abuelita María, nuestra madre guardadora, nos sacó. Ella nos inculcó los valores de familia y nos presentó a Dios. Hoy trato de mantener a mi familia al costo que sea y esto no lo he hecho sola, lo tengo claro, es porque Dios ha estado conmigo, mi confianza está en Él, pero también pongo todo de mi parte. Aprendí que no puedo esperar que Dios venga y me diga: ¡Hola, vengo a visitarte y solucionarte tus problemas! Debemos reconocer que para salir bien de esta vida tan compleja no podemos solos. Por eso trato de entregar lo que a mí me dieron: al entregar valores entrego amor". 

por Jaime Curiche, P. Santa Rosa de Lo Barnechea.


Sonia Menares, jubilada: "Nos casamos y comenzaron los roces. Yo creía que lo de él y el alcohol era social ¡Santa mentira! Yo encontraba botellas de vino en el estanque del baño y hasta en la gruta de la Virgen en el patio. Cuando nació nuestro segundo hijo lo puse en "jaque mate": nosotros (yo y tu hijo) o el trago. Así comenzó su tercer tratamiento anti-alcohol. Después de todo esto vivido, donde la gracia de Dios lo salvó de raíz y lo transformó en una nueva persona, nos preguntamos cómo podíamos devolver ese trago amargo, ayudando a otras personas para que pudieran recuperarse. Así c o m e n z a m o s con "Pastoread", una pastoral de prevención que ayudó a muchos en la rehabilitación. Fue una resurrección para otros y para nosotros. Cumplimos 50 años de matrimonio, y esa misma semana falleció, el día de su cumpleaños. Fue inquietante, porque no es común nacer y morir en la misma fecha con 81 años de diferencia". 

por Mary Ann Roberts, P. La Transfiguración del Señor.

Diana García, encargada de liturgia: "Soy mexicana, hace 10 años me vine a Chile por amor. Yo era budista desde adolecente, pero cuando mi hija quiso hacer la primera comunión me obligó acercarme a la religión católica. Cuando me enteré que la catequesis duraba dos años pensé que era una locura, pero por ella accedí. Ahí comencé mi conversión y llegué a la conclusión que ambas espiritualidades tienen muchas cosas en común: el budismo tiene como base la compasión y el cristianismo la misericordia, un amor profundo y desinteresado por el otro, y eso me conmovía. Ahora comprendo que el Señor tiene distintos instrumentos, algunos humanos, para que uno se acerque a él y ese era mi momento espiritual".

por Homero Guzmán, P. Divino Redentor.

Revisa más historias de extraordinarios en www.mensajerosdesantiago.cl