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Domingo 29 de noviembre de 2020

Cardenal Aós concelebró con el Papa Francisco

A las 10 de la mañana en Italia, en este primer domingo de Adviento, el Papa Francisco concelebró la misa con los nuevos cardenales creados en el Consistorio de ayer, sábado 28. En la solemne ceremonia, junto a los cardenales nuevos y a los ya creados anteriormente, participaron asimismo 12 párrocos de las iglesias cuyos Títulos fueron entregados a los nuevos cardenales, además de 100 fieles, que acompañaban a los nuevos cardenales.

Periodista: Patricia Mayorga

En la homilía, el Santo Padre se refirió a “las dos palabras clave para el tiempo de Adviento: cercanía y vigilancia. La cercanía de Dios y nuestra vigilancia. Mientras el profeta Isaías dice que Dios está cerca de nosotros, Jesús en el Evangelio nos invita a vigilar esperando en Él” …. “reconocer que Dios está cerca, y decirle: “¡Acércate más!”, porque “Él quiere acercarse a nosotros, pero se ofrece, no se impone”.

Porque, invocando la cercanía de Dios “ejercitaremos nuestra vigilancia. El Evangelio de Marcos nos propuso hoy la parte final del último discurso de Jesús, que se concentra en una sola palabra: ¡Vigilen! que el Señor incluso repite cuatro veces en cinco versículos…es importante estar vigilantes, porque un error de la vida es el perderse en mil cosas y no percatarse de Dios”.

Cita a San Agustín el Papa cuando recuerda su frase: “Timeo Iesum transeuntem”, es decir “Tengo miedo de que Jesús pase y no me dé cuenta”, ya que “Atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial. Por eso hoy el Señor repite a todos: ¡estén vigilantes!”.

El Papa advierte que “estar vigilantes es esperar esto, es no dejarse llevar por el desánimo, es vivir en la esperanza. Así como antes de nacer nos esperaban quienes nos amaban, ahora nos espera el amor mismo. Y si nos esperan en el cielo, ¿por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día?”

Luego, el Pontífice pone en guardia contra otro “sueño peligroso: el sueño de la mediocridad”, que “llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila. Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante”.

“La fe no es agua que apaga, sino fuego que arde; no es un calmante para los que están estresados, sino una historia de amor para los que están enamorados. Por eso Jesús odia la tibieza más que cualquier otra cosa”, señala el Papa y luego agrega que es la oración el modo para despertarse del “sueño de la mediocridad?” …Con la vigilancia de la oración. Rezar es encender una luz en la noche. La oración nos despierta de la tibieza de una vida horizontal, eleva nuestra mirada hacia lo alto, nos sintoniza con el Señor. La oración permite que Dios esté cerca de nosotros; por eso, nos libra de la soledad y nos da esperanza. La oración oxigena la vida: así como no se puede vivir sin respirar, tampoco se puede ser cristiano sin rezar. Y hay mucha necesidad de cristianos que velen por los que duermen, de adoradores, de intercesores que día y noche lleven ante Jesús, luz del mundo, las tinieblas de la historia”.

A continuación, el Santo Padre se refiere a otro “sueño interior: el de la indiferencia”, donde “el que es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca. Cuando sólo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón. Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás”.

También indica el Papa el modo para despertar de este sueño de la indiferencia: “Con la vigilancia de la caridad” que es “el corazón palpitante del cristiano. Así como no se puede vivir sin el latido del corazón, tampoco se puede ser cristiano sin caridad. Algunos piensan que sentir compasión, ayudar, servir sea algo para perdedores; en realidad es la apuesta segura, porque ya está proyectada hacia el futuro, hacia el día del Señor, cuando todo pasará y sólo quedará el amor. Es con obras de misericordia que nos acercamos al Señor”.

“Rezar y amar, he aquí la vigilancia”, concluye el Santo Padre: “Cuando la Iglesia adora a Dios y sirve al prójimo, no vive en la noche. Aunque esté cansada y abatida, camina hacia el Señor. Invoquémoslo: Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar”.