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Miércoles 27 de febrero de 2019

Clínica Familia, la esperanza del “buen morir”

Mientras la eutanasia comienza a posicionarse fuertemente en foros de debate público en Chile y el mundo, como solución al sufrimiento de una persona...

...que padece una enfermedad incurable, en la comuna de La Florida existe una clínica que atiende a sus pacientes a la luz del Evangelio, y que ve en los cuidados paliativos una alternativa más digna y humana. “El tratamiento paliativo es la respuesta humana a la eutanasia” dice el doctor Flavio Nervi.

Llegamos hasta la Clínica Familia, en La Florida. Buscamos historias de vida en medio del dolor. Alegría, donde las lágrimas muchas veces son protagonistas. Allí encontramos a Daniel Vásquez Retamales, de 87 años, ocho hijos y “varios nietos y bisnietos”, como nos dice. Está diagnosticado con cáncer a la próstata y metástasis desde hace siete años. Sabe que su vida se acaba, pero para él “solo Dios sabe la hora y el lugar”. “Logro reír cuando menos lo espero”, nos dice con un tono cansado pero alegre. Su vida se apaga, pero no hay tristeza en Daniel. Hay esperanza. Hay buen humor. Hay consuelo. Y es que ya “viene de Dios”, como le gusta decir. El mismo que aparece en medio de la oración. Un aliento de vida que en la clínica ha podido encontrar. En Chile, desde el año 2004 se han presentado varios proyectos de ley pero aún no existe la figura de la muerte asistida, sin embargo en agosto del año pasado, la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, aprobó en general el proyecto que busca legalizar la eutanasia. Bélgica se convirtió en 2014 en el primer país en no exigir la mayoría de edad para recurrir a este procedimiento. En Luxemburgo, en tanto, tras su aprobación en 2008, fue necesario exigir una reforma legal que limitara los poderes del Gran Duque, ya que él era contrario a esta moción. En México la eutanasia existe desde 2008 y Argentina aprobó en 2012 la ley de “Muerte Digna”. En 2015 Colombia se convirtió en el primer país de Sudámerica con un procedimiento para practicar la eutanasia.

Sobre estos datos y cifras el Papa Francisco ha dado su opinión. Para él es claro, siempre la eutanasia será ilícita: “La medicina ha desarrollado una mayor capacidad terapéutica, que ha permitido acabar con muchas enfermedades, mejorar la salud y prolongar el tiempo de la vida. Valoro que a la hora de atender a un paciente es necesario evaluar la efectiva proporcionalidad de los tratamientos que le son propuestos en la situación concreta, renunciando cuando tal proporcionalidad sea reconocida como carente”. Francisco sabe de la lucha por la vida y de la importancia de los cuidados paliativos como una garantía ante el tratamiento de una enfermedad, y quizás por eso ha dicho que “se debe cuidar siempre a la persona viviente, sin acortar nosotros su vida, pero sin ensañarse inútilmente contra su muerte. La medicina paliativa es de gran importancia también en el plano cultural, empeñándose en combatir todo lo que hace el morir más angustiante y sufrido, es decir, el dolor y la soledad».

Dignidad para el hombre

El doctor Flavio Nervi, presidente de la Fundación para la Dignidad del Hombre, entidad que sostiene a Clínica Familia, releva la importancia de un buen tratamiento paliativo, y añade que siempre debe ir acompañado de oración, para aceptar la voluntad de Dios: “El tratamiento paliativo es la respuesta humana a la eutanasia. Antes de hablar de eutanasia, la cultura debe procurar que los pacientes, especialmente los más pobres, tengan acceso a una buena asistencia que se preocupe del dolor total, porque el mayor sufrimiento que tiene un paciente oncológico por ejemplo, muchas veces no es el dolor físico, sino el espiritual”.

Muerte ¿Dónde está tu victoria?

La medicina paliativa resulta esencial para Clínica Familia. No sólo como una expresión de responsabilidad social, sino también como responsabilidad médica frente a las necesidades de los más vulnerables ante enfermedades incurables, donde en más de una ocasión se necesita una mirada generosa e integral del vivir y el morir. Así lo han hecho desde el año 1986, cuando el padre Baldo Santi comenzó a planear este sueño, que en 1996 empezó a tomar fuerza, gracias al trabajo en conjunto con Caritas Chile y a un grupo de laicos, quienes vieron en este recinto un lugar lleno de esperanza para recibir enfermos físicamente incurables, en su etapa terminal. El padre Santi los acompañó. Los atendió dignamente, con amor y profesionalismo. Vislumbró que era un trabajo en conjunto para prepararse junto a sus familiares, física, psicosocial y espiritualmente, ante el inminente deceso. Pero no ha sido fácil. Las grandes carencias y dificultades que estos enfermos enfrentan en su vida diaria, muchas veces, no son más pesadas que el prejuicio social. Ese prejuicio que margina al enfermo de sida, de cáncer y de otras enfermedades que allí se atienden. Ahí el padre Santi comenzó a desarrollar una gran labor. A partir de esa cruz, vio esperanza. “La dimensión religiosa tiene un nivel que va más allá de la razón. Nadie ha visto a Dios. Nadie lo puede entender y la única expresión que tenemos como seres creados, es la existencia del amor, ese amor que es gratuito, que no se compra y que viene de Dios”, recuerda el doctor Nervi.

En la Clínica Familia muchas veces son testigos de situaciones límite de pobreza y de deterioro de las condiciones de salud en algunos de sus pacientes. Ximena Yáñez, voluntaria desde hace cinco años en la clínica relata: “Me cuesta continuar mi día cuando me tocan familias y pacientes muy vulnerables, de bajos recursos. Eso afecta mucho, pero eso mismo, después me pone contenta, ya que sé que el paciente acá va a cambiar las condiciones indignas que tenía en su casa, y los podremos ver dignos, limpios, cuidados. No podemos mejorar muchas veces sus diagnósticos, pero sí la parte espiritual. Ahí uno ve la mano de Dios”. Firmes en el combate de la fe y de lo humanamente incurable. Viendo a Dios ante un cáncer. Rezando ante el sida. Dando la vida, donde muchas veces ya se apaga por alguna patología sin remedio. Paula Ossandón, enfermera coordinadora destaca que “estamos en un país que en vez de cuidar a las personas que sufren y dar una respuesta a ese sufrimiento, busca eliminarlas. Estamos tapando el sol con el dedo”.

Sobre su trabajo agrega que “no es fácil el sufrimiento, pero yo acá estoy muy feliz, es algo vocacional, ya que no todos tienen la voluntad de trabajar en esto, en cambio, a mí me apasiona. No hay nada más bonito que trabajar para que el otro parta en paz”. Don Daniel Vásquez, mencionado al inicio de este artículo, nos explica que lleva una vida cristiana que en otro recinto clínico difícilmente hubiese vivido. Dice que le ha encontrado sentido al sufrimiento y que está preparado para una muerte digna, sobre todo, junto a su familia: “Estoy muy agradecido de Dios. Con mi hija estábamos desesperados. No sabíamos dónde iba a terminar y apareció esta clínica. Aquí duermo tranquilo, puedo leer, puedo rezar, no pago ni un veinte. Yo de esta clínica no me pienso mover”, nos narra soltando una sonrisa. El doctor Alfredo Rodríguez, director académico señala: “Nosotros no acortamos ni alargamos la vida. La vida finaliza cuando debe finalizar, pero que sea lo más digna posible. La clínica nació con el desarrollo espiritual, pero muchas veces está la fe de uno, como cuidador, en contraste con el sentimiento del paciente, que muchas veces ingresa enojado, con sentimientos de abandono. Pero aquí vamos viendo cómo se van reencontrando y reconciliando con Dios, con la fe. Eso es maravilloso”. En esta lógica, el doctor Flavio Nervi también entiende que es un combate diario el proponer la fe en medio de los dolores, pero que esto tiene su recompensa: “La mayor alegría que tiene el personal de la clínica son las caras de agradecimiento de las familias que llegan hasta acá. Eso para nosotros es el mayor regalo”.

Avanza el día, como la enfermedad de don Daniel. Pero está cómodo. La clínica cuenta con la infraestructura necesaria para capear las altas temperaturas y también sus dolores: “Aquí hay un cambio muy rotundo a un hospital o a una casa de reposo. Aquí puedo ver a los otros pacientes, conversar con ellos. Aquí me cuidan, noto realmente amor y cariño”. Daniel, los doctores Nervi y Rodríguez junto a su equipo y voluntarios y demás pacientes, están en oración. Esa oración que se transforma en la herramienta de fe más importante para afirmar la vida y aceptar la muerte como un proceso natural que viene de Dios. Una muerte aparente, porque como dice Jesús: “Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Juan 11, 25-26)