Click acá para ir directamente al contenido
Artículo

Domingo 9 de agosto de 2020

Jesús, el Señor, nos acompaña en tiempos de angustia, miedo y dolor

Así lo enfatizó Celestino Aós, Arzobispo de Santiago, en la homilía de la misa de este domingo 9 de agosto, transmitida online por Emol y redes sociales del Arzobispado de Santiago, y que fue concelebrada por el obispo auxiliar Alberto Lorenzelli.

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

El pastor se centró en el Evangelio de este día, que narra el episodio de los discípulos que iban en una barca en medio del mar embravecido, y de Jesús que va hacia ellos caminando sobre las aguas para auxiliarlos, calmar el mar y hacerles ver su poca fe. Ante ellos, los que estaban en la barca dicen: “Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios”. Esta, indica el arzobispo, “es la confesión de fe que cada cristiano, que yo tengo que hacer ante Jesús”. Pero nadie, agrega, “puede llegar a esa conclusión con su inteligencia, con argumentos, con elucubraciones. Es una confesión que nace del corazón, que nace de la fe. Nadie puede decir que Jesús es el Señor si el Espíritu Santo no se lo dice”.

Luego, al interpretar el Evangelio en el contexto de la realidad actual, monseñor Aós señala: “Ahora nosotros estamos en un mar convulsionado, y nos parecía que éramos tan fuertes, que podríamos soportarlo todo. Cuando estamos bien nos creemos invulnerables, pero de pronto nos vemos superados como san Pedro, surge el miedo. Recémosle, pidámosle a Jesucristo: ‘Señor, sálvame; Señor, enséñame y dame fuerza para aceptar tu santa voluntad. No puedo comer el pan santo de la Eucaristía, no te puedo comulgar; pero sí quiero escuchar tu santa Palabra, quiero sentir que me tomas de la mano y me sostienes como a san Pedro’”.

Al final de su reflexión, monseñor Celestino Aós sostiene que el Señor está en el altar, “pero está también con ustedes, ahí en la casa, está con nosotros, y es el mismo Señor de los tiempos de triunfo y de gloria, y el mismo Señor que está acompañándonos en tiempos de angustia, de miedo de dolor”. 

La Oración Universal estuvo a cargo del obispo Alberto Lorenzelli, quien pidió a Dios por el Papa y para que “la Iglesia viva en unidad, justicia, paz y amor, acogiendo a todos en sus necesidades; también por la Iglesia perseguida y privada de libertad. Además, rogó que Dios cambie los corazones de  los que infligen daño a sus opositores, que sea compasivo con ellos y con sus víctimas; que dé paz y justicia a las víctimas  de los que provocan temor y guerras y, por último, que el Señor permanezca cercano y dé fortaleza a los que tratan de servir a Dios “llevando alegría a sus familias y comunidades”.