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Lunes 1 de marzo de 2021

“La Transfiguración de Jesús fue una experiencia de oración"

El obispo auxiliar de Santiago presidió la Eucaristía de este segundo domingo de Cuaresma, en el que reflexionó sobre la fe incondicional en Dios, el sacrificio y la oración, como estructura fundamental de nuestras vidas.

Periodista: Danilo Picart

En la tradicional Eucaristía dominical transmitida a través de Emol.com, el obispo auxiliar de la arquidiócesis de Santiago, monseñor Alberto Lorenzelli, resaltó el camino de conversión que ofrece este tiempo de Cuaresma, afirmando que las lecturas bíblicas de este domingo, ayudan a valorar los signos de fidelidad y amor de Dios por sus hijos.

Abraham y el verdadero sacrificio

En su homilía, monseñor Lorenzelli abordó el episodio donde Dios pone a prueba a Abraham, ofreciendo en sacrificio a su único hijo, narrado en la primera lectura del libro del Génesis. Isaac, era el hijo de la promesa que debería llevar la salvación de todos los pueblos. Pero un día, Dios da la orden de ofrecerlo en sacrificio. En ese momento lo detiene una orden de lo alto, Dios no quiere la muerte. “El verdadero sacrificio no da muerte, sino que es la vida y la obediencia de Abraham, que se convierte en fuente de una inmensa bendición hasta hoy. Es hermoso pensar a la fe de Abraham, una fe incondicionada a Dios, que nos lleva a nosotros también a decir como dijeron los discípulos a Jesús «Señor, aumenta nuestra fe»”, aseguró.

Nadie podrá separarnos de Su amor

Luego, el obispo profundizó en el mensaje del apóstol san Pablo a los Romanos, donde destaca el sacrificio de amor supremo en la Cruz que Cristo, como hijo de Dios, aceptó y eligió voluntariamente, y que se convirtió en fuente de nuestra salvación. “Nosotros estamos en el corazón de Dios. Esta es nuestra gran confianza. Esto crea amor y en el amor y en el amor vamos hacia Dios. Si Dios ha entregado a su propio hijo por todos nosotros, nadie podrá acusarnos, condenarnos, no podrán separarnos de su inmenso amor”, expresó.

La oración como estructura fundamental de nuestra vida espiritual

Más tarde, reflexionó sobre el Evangelio de San Marcos (Mc. 9, 2-10), en que muestra cómo Jesús llevó a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan a un lugar monte alto y mientras oraba, su rostro y su persona se volvía luminosa, resplandeciente. Monseñor Lorenzelli afirma que Jesús quería que sus discípulos, de modo especial, los que tenían la responsabilidad de guiar a la Iglesia naciente, experimentaran directamente su gloria divina, para enfrentar el escándalo de la cruz. “En efecto, cuando llegue la hora de la traición y Jesús se retira a rezar a Getsemaní, tomará consigo a los mismos Pedro, Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con Él. Ellos no lo lograrán, pero la gracia de Cristo los sostendrá y les ayudará a creer en la resurrección”.

En este sentido, subraya que “la transfiguración de Jesús fue especialmente una experiencia de oración”, alcanzando su culmen y por tanto se convierte en fuente de luz interior. “En aquel momento Jesús vio perfilarse ante Él la cruz, en extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte; y en su corazón repitió nuevamente su amén y dijo «heme aquí, hágase, oh Padre tu voluntad de amor» y como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios padre. La luz que transfiguró a Cristo y la voz que lo proclamó: «este es mi hijo amado, escúchenlo». Juntamente con el ayuno y la obra de misericordia, la oración forma la estructura fundamental de nuestra vida espiritual, pero escuchemos también la voz de este hijo amado, como nos dice el Señor”.

Finalmente, padre Alberto Lorenzelli invitó en este tiempo a experimentar momentos prolongados de silencio, posiblemente de retiro para revisar las vidas a la luz de la palabra de Dios y del amor del Padre celestial. “En esta escucha más intensa de Dios, dejémonos guiar por nuestra madre, la Virgen María, maestra y modelo de oración. Ella, incluso en la densa oscuridad de la pasión de Cristo no perdió la luz de su Hijo divino, sino que la custodió en su alma. Por eso, la invocamos como madre de la confianza y como madre de la esperanza”, sentenció.