Viernes 4 de octubre de 2019
Mes Misionero Extraordinario: Testimonios desde la misión
Periódico Encuentro rinde un pequeño homenaje a los sacerdotes, religiosas y laicos que ofrecen su vida por llevar el amor de Dios a todos los rincones de la tierra. Lo hacemos a través de estos tres testimonios que hemos conocido gracias al trabajo en terreno de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
Periodista: Magdalena Lira
Fuente: Periódico Encuentro
Link fuente: www.periodicoencuentro.cl
En medio de la selva amazónica, en el corazón mismo de África, o en las alturas del altiplano, tres misioneros dan su vida por los más abandonados de la sociedad. Su trabajo es silencioso, pero su fruto es inmenso. Dejaron atrás una vida de oportunidades, sin embargo, no se arrepienten ni por un segundo. Como nos dice el obispo español Juan José Aguirre, que lleva más de la mitad de su vida en la República Centroafricana: "Mi corazón está en Centroáfrica, no obstante las tribulaciones, los dos infartos que he sufrido, la inseguridad y todo lo demás. Porque como dice El Principito: 'En cada desierto, hay un pozo escondido'. Cada cual debe saber encontrarlo. Si el Señor supo cargar con su cruz, nosotros tenemos que aprender a imitarlo, con alegría y generosidad".
Un misionero con el "corazón negro"
Juan José Aguirre nació en España, pero lleva más de 30 años viviendo como misionero en República Centroafricana. Este país es sinónimo de impresionantes riquezas naturales: selvas vírgenes, población joven y grandes yacimientos de diamantes o petróleo. Sin embargo, ocupa los peores puestos de desarrollo humano y es considerado de las naciones más pobres del mundo. A esto se suma una guerra fratricida desde hace más de cinco años, un conflicto olvidado por todos que sólo ha traído más muerte y destrucción. Las misiones católicas -que como dice monseñor Aguirre son un "combo" compuesto por la Iglesia, la escuela y el hospital- también han sido atacadas. En medio de esta tragedia, el obispo de Bangassou promueve numerosas obras de promoción social, y sin miedo denuncia las duras condiciones de vida que enfrentan sus fieles, a quienes nunca ha abandonado. También ha expuesto su vida por defender a los más indefensos. Cuando miles de musulmanes estaban refugiados en la mezquita de su ciudad porque eran atacados por otro grupo guerrillero, monseñor Aguirre hizo de escudo humano para defenderlos. "El 15 de mayo de 2018, dos mil musulmanes de Bangassou fueron hostigados por grupos antibalaka, unos grupos de autodefensa no musulmanes, violentos y criminales. Trescientos francotiradores atacaron sin piedad la mezquita llena de mujeres y niños. Acudí con tres sacerdotes para ponerme delante de la mezquita para que los guerrilleros pusieran fin a la matanza".
Logró que salieran con vida y se refugiaran en el seminario, donde los alimentó y cuidó hasta que mejoraron las condiciones de seguridad. Durante los últimos años monseñor Aguirre ha organizado encuentros para la cohesión social entre musulmanes y no musulmanes con el fin de entablar un diálogo y ha creado plataformas de mujeres por la paz. "En muchas zonas de alto riesgo hemos abierto escuelas católicas. Miles de niños musulmanes y no musulmanes acuden allí por las mañanas. Juegan, estudian juntos, llevan el mismo uniforme, se agrupan... En estas escuelas se crea un ambiente relajado que puede servir de espejo a los adultos de la zona. Es una inversión de futuro. Me quito el sombrero ante los profesores que quieren ir a una zona de alto riesgo para acompañar a los sacerdotes, incluso arriesgando sus vidas", dice el obispo que, a pesar de que los médicos le han dicho que debe regresar a España para tratar su enfermedad coronaria y su malaria crónica, permanece firme en Centroáfrica.
Una vida de misión
No siempre es necesario salir del país para ser misionero. La vida de la religiosa peruana Mari Graciana, de 28 años, de las misioneras de Jesús Verbo y Víctima, da testimonio de ello. Su misión la ha desarrollado en poblados alejados en el altiplano. "Cuando vemos que algún fiel se está alejando de Dios suele ser porque algo está pasando en su familia, entonces decidimos visitarlos. Por lo general, aparte de la pobreza material, en los hogares encontramos bastante pobreza espiritual, a veces es un problema en la familia porque el esposo llega embriagado, o golpea a la esposa, los niños están abandonados en la casa. Es verdad que algunas personas cuantos más problemas tienen más acuden a Dios, pero a veces sucede lo contrario, tienen problemas, entonces ya no existe Dios: Dios no me ayuda, Dios no me quiere. Por eso hay que ir a dar esperanza a esa familia, a avivarles la fe. Si hay una dificultad en la casa no es porque Dios los está abandonando. Nosotras salimos muy contentas de haber ayudado a un alma, no le hemos solucionado su problema, pero hemos puesto un poquito de amor y de esperanza en esa familia que lo necesitaba".
Un "apostolado por el agua"
En gran parte de la región del Alto Amazonas casi no hay carreteras. La gente vive en grandes ciudades, como Manaos, o en las orillas del río Amazonas y sus afluentes. A la mayoría de los lugares sólo se puede llegar en barco. Allí viven miles de personas. Son pobres y en su mayoría viven de la pesca. La Iglesia es de las pocas instituciones que acude a ellos. El misionero capuchino italiano fray Gino Alberati los acompaña desde 1970 y los conoce muy bien. El centro de su misión está en San Antonio do Ica y, desde ahí, visita a las comunidades ribereñas, compuestas por 14 grupos étnicos diferentes. Todos necesitan cuidado pastoral, pero también requieren apoyo y asistencia para el desarrollo, incluida atención médica y educación.
Hoy, en su lancha de aluminio llamada "Fraternidad Itinerante", pasa días enteros en el agua. Un viaje completo a lo largo del río Içá lleva 20 días. Cada año realiza dos de estos viajes y otros 48 más cortos, que duran un fin de semana. "Con este barco, además de todo el trabajo pastoral, también salvamos vidas. Una vez, un niño, que ya se estaba muriendo de una mordedura de serpiente, tenía casi 42° C de fiebre. A su padre le llevó un día y medio llevarlo a la clínica, pero la clínica no tenía el suero necesario porque no tenía electricidad para conservarlo. El otro puesto estaba a 70 kilómetros de distancia. Subimos al bote, recorrimos el río a gran velocidad y llegamos a tiempo para que tomara el suero, era alrededor de la medianoche".
Fray Gino visita comunidades para bautizar, celebrar misas y matrimonios, y escuchar confesiones. También traslada a personas que no pueden pagar el transporte público y ayuda en situaciones de emergencia llevando a las personas a un hospital. En algunos viajes incluye a doctores, dentistas y funcionarios de organizaciones de ayuda.
El religioso lleva 50 años dando su vida a la misión en la Amazonía, evangelizando a los indígenas: "Cuando acepté esta misión, supe que mi familia ya no sería pequeña porque sería toda la humanidad. En comunión con Dios es el verdadero significado de la vida. Estamos aquí para servir a Dios y a los demás. Quiero ver a la gente comenzar a ser feliz, sabiendo que cada uno de nosotros tiene una misión en esta tierra".