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Miércoles 5 de junio de 2019

Mujeres en la Iglesia: Buscando un “nuevo trato”

Ocho mujeres, algunas madres y otras religiosas, del mundo de la academia y también del servicio pastoral en terreno reflexionaron sobre el rol de la mujer en la Iglesia.

No quieren ser sacerdotisas y tampoco buscan cuotas de poder. Tienen conciencia clara de que son las que mayoritariamente están llevando adelante la evangelización en parroquias y capillas de Santiago. Anhelan que la comunidad en su conjunto
–hombres y mujeres de fepuedan discernir lo urgente y necesario de promover un "cambio de mentalidad" en torno al rol de la mujer en la Iglesia, en un contexto donde perciben un aumento de la desafectación e irrelevancia de ciertos liderazgos de
Iglesia.

Ocho mujeres de la Iglesia de Santiago. Algunas son madres y otras religiosas. Provienen del mundo de la academia y también del servicio pastoral en terreno. Todas viven sensibilidades religiosas diversas, pero aún sin conocerse, parecen tener un diagnóstico común: la Iglesia necesita de forma urgente un cambio de mirada respecto del rol de la mujer en la iglesia ¿Cómo observan esta realidad?

Ana María Yévenes: Mientras el tema de la mujer tiene un gran protagonismo en la construcción de la sociedad y de la cultura de hoy, en gran parte de la Iglesia Católica está ausente. Esto es súper complicado, porque la transmisión de la fe es fundamentalmente a través de la mujer. Se trata de un problema que va mucho más allá de si la mujer podría ser sacerdotisa o no. Es un tema en el que se juega el futuro de la Iglesia. Ana María Gálmez: Una laica o un laico no buscan ser como un cura. Hay mucha gente bien preparada que puede hablar con autoridad de temas de Iglesia y que por no ser sacerdotes están en un segundo plano. He profundizado mucho en el tema del clericalismo que planteó el Papa en su visita a Chile aquí en la catedral al mundo eclesial.

Carolina Del Río: El debate en torno al rol de la mujer en la Iglesia Católica no es sobre cargos más o cargos menos, ni tampoco que la mujer pueda ser sacerdotisa. El tema es cómo logramos que en nuestra Iglesia se valore la mirada femenina, que tiene que ver con la forma en que se está en el mundo, con la forma de hablar, la forma de orar, la forma de vincularnos con Dios. Mientras eso no se legitime, no solamente estamos en problemas las mujeres, si no que tenemos un problema teológico grave, que tiene que ver con el oscurecimiento de la realidad de Dios. Lo que está en juego es la imagen de Dios y mientras no seamos capaces de entender eso –hombres y mujeres de Iglesia- no vamos a salir de esta trampa discursiva, de que si la mujer estaba o no en la última cena. Esto es un tema de mentalidad, de comprender el problema cabalmente.

Hna. Nelly León: Las mujeres hemos sido de segunda categoría en la Iglesia. Así nos formaron. Y esto, aun sabiendo que en la Iglesia nosotras estamos llevado mayoritariamente la evangelización en las comunidades. Estamos frente a un desafío para que de una vez por todas seamos iguales, con todas nuestras diferencias, pero iguales. Yo no quiero ser sacerdotisa, no es mi tema. Yo soy feliz como monja trabajando en la cárcel.

María Teresa Medina: En la población Lo Hermida me ha tocado lidiar mucho con diáconos, o sea, con pastores varones, y les cuesta mucho nuestro liderazgo femenino. Yo soy ministra de comunión, llevo liturgias y responsos. En nuestra iglesia somos las mujeres pobladoras las que llevamos el liderazgo, las que administramos una casa de acogida del adulto mayor, las que contenemos y ayudamos a los abuelitos abandonados, que por cierto son muy machistas. Creo que nuestro rol ha crecido y no deberíamos encontrar tantas resistencias.

Blanca Besa: Siento que estamos viviendo una esquizofrenia. En mi parroquia en La Granja esto no es tema, simplemente porque las que son coordinadoras, ministras de comunión, las que van a ver a los enfermos, son las mujeres. En el mes de María las que predican son mujeres. La presencia en la parroquia también es importante. La liturgia la hacemos las religiosas ¿Qué nos pasa como Iglesia, que por una parte la sociedad y la cultura nos muestra una realidad, y por otra vemos discursos de ojos y oídos tapados? Estamos como en mundos paralelos.

Magdalena Muñoz: Al hablar del tema de la mujer en la Iglesia inmediatamente muchos hombres lo perciben como un ataque. Cualquier crítica constructiva se ve como un ataque. Un ataque de las feministas. Cuesta mucho reconocer, o no se quiere reconocer, que la reflexión que estamos llevando a cabo las mujeres es para la Iglesia y por el bien de la Iglesia, porque somos parte de esta Iglesia y porque queremos lo mejor para ella. Debemos pensar en cómo llevar la reflexión y la formación a la gente de base, en las parroquias, a nivel del voluntariado. Ese tiene que ser un paso esencial para emparejar más las relaciones.

Claudia Leal: Hay un antropólogo que dice que Chile es judicialmente patriarcal y culturalmente matriarcal. Ahí tú ves esa “esquizofrenia” de la que habla Blanca. Las bases de la Iglesia están repletas de mujeres que llevan adelante la vida pastoral, la vida práctica. Pero muchas decisiones tomadas sobre la comunidad, son tomadas solo por grupos de hombres sin incluir -no solo a mujeres- tampoco a indígenas, ancianos y tantas más categorías. Esto no significa que las mujeres queramos arrebatar poder, pero queremos reclamar un cierto estilo en el poder, el poder tomar decisiones junto a la comunidad. El avance va a ser real cuando la colaboración de la mujer no sea como una especie de favor que nos hacen. Si se cierra la puerta a esta diversidad se pierde algo muy fundamental.

Caminos de renovación

 “En la última cena no había ninguna mujer en la mesa y eso tenemos que respetarlo”. Las declaraciones del electo obispo auxiliar de Santiago, padre Carlos Irarrázaval, a un medio de comunicación, reabrieron el debate en torno al rol de la mujer en la Iglesia. Si bien pidió perdón por sus dichos (ver página 9), la polémica abrió nuevos espacios de diálogo en torno al tema. Para la mayoría de las panelistas debe producirse un cambio de mentalidad al interior de la Iglesia, particularmente en parte de la jerarquía. ¿Cómo lograrlo?

Carolina del Río: Una primera acción, que sería valorada por las mujeres, no solo de Iglesia Católica, es que el designado obispo auxiliar, Carlos Irarrázaval, presente su renuncia. No tiene la legitimidad para asumir y me temo que si asume, la ola va a crecer. Me asusta que no sean capaces de ver el problema, que haya una ceguera instalada, una desconexión con lo que está pasando. Ana María Gálmez: Pienso que pedirle la renuncia es una pasada de cuenta injusta. En la vida todos nos equivocamos muchas veces, pero un titular de prensa no desacredita una labor pastoral grande. Yo volví a ver la entrevista del padre Carlos. Sus dichos campechanos están desconectados con la realidad de hoy y la gente no los entiende, no sintoniza, pero más allá de su estilo, creo que él no tiene por qué ser un teólogo. Él ha demostrado ser pastor de una comunidad donde ha hecho un trabajo importante, y eso tiene un valor para mí. O sea, hemos caído en que si dijo algo incorrecto, lo descabezamos. No sé. Hay que pensarlo.

Ana María Yévenes: El problema es la comprensión. La pregunta es ¿Si no comprendes en su magnitud el problema, podrás pastorear bien una comunidad que tiene que hacer una transformación importante? El problema es que hay cada vez más indiferencia e irrelevancia frente a lo que se dice. Esto va más allá del problema del padre Carlos, pero por amor a la Iglesia, no por otra cosa, ni por castigo, ni por exclusión, si no que por amor a la Iglesia, debería decir, ¿sabes qué?: tengo unos lentes puestos de determinado color, que me impiden mirar las cosas de un color distinto.

Magdalena Muñoz: Pensar que todo este problema se va a resolver por la salida o permanencia del padre Irarrázaval es imposible. Yo veo a mis compañeros que están formándose y todavía no se ordenan, ya vienen con una lógica que no los va a ayudar a ser una Iglesia más de pares. Entonces, en la búsqueda de acciones concretas, lo del obispo da igual, porque en el fondo no estamos haciendo el cambio que se necesita. Y el cambio no lo podemos hacer nosotras, es de toda la comunidad, hombres y mujeres. ¿Cómo avanzar? Es muy compleja esa pregunta porque ni siquiera estamos en los espacios de decisión.

María Teresa: Pienso que debemos dejar de darnos vuelta en lo mismo, en un sistema de vida muy encerrado en nosotros mismos. Concretamente ¿Cómo hemos logrado cambios en mi parroquia, con una gran presencia de las mujeres en ella? Trabajando en terreno, liderando los proyectos de voluntariado, de comedores. Nosotras no vamos a la Iglesia por el cura, nosotras vamos por la fe. Nosotras como agentes pastorales, si ponemos -como decía Magdalena- en una vereda a las mujeres y en una vereda a los hombres, no avanzaremos. Es un trabajo comunitario, de todos y todas.

Ana María Yévenes: El tema está en desactivar las lógicas del poder al interior de la Iglesia y centrarnos en la pobreza, en el sufrimiento humano, en las vulnerabilidades que todos los seres humanos tenemos a lo largo de nuestra vida. Pero eso también es un cambio. O sea, ceder el espacio a que la Iglesia ya no va hablar de determinadas cosas, no va a dictar cátedra, sino que va a transitar por las calles de la vida, y transitar con lógicas totalmente distintas. Es centrarse en Jesucristo, por supuesto, pero no es fácil. Hay un problema de estructura, un problema de socialización.

Ana María Gálmez: Yo trabajé en comisiones de la Conferencia Episcopal de Chile (CECH), los últimos dos años, por el Congreso Eucarístico, donde no llegamos a puerto más que nada por la crisis. pero eran mesas muy equiparadas entre hombres y mujeres, y de verdad siento que fui muy escuchada. Pienso que seguimos hablando en teoría y eso a mí me preocupa. Teoría y estrategia. No sé, la fe transita por otras rutas. Nos ponemos a nivel de instituciones como la Coca Cola y esta es otra cosa. Y la misión que yo siento en lo personal como católica no se juega en lógicas de poder, se juega en lógicas de dar, de estar en terreno, de soñar que mis hijos van a perseverar en la fe o van a volver a la fe. Yo no tengo lógica de pedir cabezas o no, creo que la fe no se juega ahí.

Claudia Leal: Yo no le voy a solucionar el problema a la Iglesia. Yo no tengo nada que pedirle a la Iglesia. Mi pregunta sería: Iglesia ¿tienes algo que pedirme a mí? ¿te interesa algo?. Mira, yo estudié esto, hago esto, me gusta esto, ¿te interesa? Entonces, en ese sentido, hombres y mujeres podríamos ser capaces de sentarnos a una mesa a buscar un nuevo trato. ¿Deseamos eso? ¿Qué deseamos? Yo tengo la impresión que tanto los hombres como las mujeres efectivamente deseamos un nuevo tipo de paternidad, una nueva forma de religiosidad, una nueva forma de hacer política también.

Blanca Besa: Creo que estamos frente a un problema mucho más profundo y mucho más complejo, que no se resuelve simplemente con medidas o planes de acción. Se trata de un cambio de mentalidad, de cómo vemos la realidad, de cómo nos aproximamos. Podemos caer en la tentación como Iglesia, de sacar medidas de nuevo desde arriba, desde la academia, desde la espiritualidad, y en eso también hay una herejía. Se acabó el tiempo de decir, de proponer, de decir que tenemos la solución. Cállense, callémonos y salgamos a la calle, estemos con la gente. Escuchemos, veamos y después de haber hecho eso, dejémonos permear por la realidad, por lo que la sociedad está gritando y diciéndonos.