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Artículo

Viernes 7 de septiembre de 2018

Una mujer que lleva esperanza a las calles de Santiago

Elena Donaire tiene 87 años de edad y hace 40 que todos los miércoles en la noche sale junto a un grupo de voluntarios del Hogar de Cristo, a realizar la Ruta Calle. La acompañamos en su apostolado, que surgió gracias a una promesa que le realizó a san Alberto Hurtado: “Le prometí seguir sirviendo a la gente, tal como lo hacía él, hasta que el de arriba me llame”.

Fotos: Omar González

Periodista: Francisco Morón M.

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl/

Cae la noche en un nuevo miércoles de invierno y el frío toma el protagonismo. Son cerca de las 20:30 horas y comienzan a llegar los voluntarios al Hogar de Cristo para la Ruta Calle de esta noche. Entre ellos, baja de una camioneta con un poco de dificultad Elena Donaire. A pesar de sus 87 años y como ha sido la tónica de estos últimos 40, está presente como todos los miércoles para salir a la calle en busca de los que necesitan ayuda.

Ya al interior de la casa de acogida del Hogar de Cristo, está reunido el grupo. Son seis voluntarios, incluida “La Abueli”, como le dicen de cariño a la señora Elena, que saldrán rumbo al sector poniente de la capital. Lo primero es la preparación de los panes, hervir el agua, guardar la comida y preparar la ropa de abrigo que se le entregará a la gente en situación de calle. Los demás voluntarios están un poco preocupados, “La Abueli” no se ve muy bien, tiene bronquitis. “Es porfiada la abueli, no hay miércoles que no venga y se enoja cuando la retamos. Aquí la cuidamos entre todos”, cuenta Remo Pompei, voluntario de la Ruta Calle hace 8 años y quien viaja desde Algarrobo todos los miércoles para ayudar.

Ya son pasadas las 21:00 horas y llega el furgón que facilita el Hogar de Cristo para comenzar con la ruta. El primer destino es la comuna de Pudahuel. “Espero este día con ansias, me encanta salir por las noches a dar comida o simplemente a conversar, me siento realizada viendo a toda esta gente con una pequeña sonrisa”, cuenta Elena, quien tiene mucha tos, mientras vamos llegando a la primera parada.

Desde la ventana observamos a un hombre de unos 70 años que está junto a una fogata. Apenas ve el furgón se pone de pie y muy contento. “Mamita querida, ¿cómo está?”, y le da un fuerte abrazo a “La Abueli”, luego saluda a todo el equipo y nos lo presentan. Se llama Pedro Calderón, le dicen el “Liro Liro”, y a pesar de sus problemas a la columna, su euforia por la visita no pasa inadvertida en sus movimientos. “Llevo cerca de 20 años en esta esquina, esta señora es mi Ángel de la Guarda, junto con todos los muchachos que vienen con ella. Cada miércoles me vienen a ver, entonces qué más agradecido puedo estar, para mí es una madre. Ella misma nos cocina, me hace un puré, pero para qué te cuento, ella nos trae el alimento. Es una bendición que ella a su edad se preocupe de nosotros”, relata emocionado “Liro Liro”, mientras pasa el frío con un café en la mano.

Tras acompañarlo en su merienda, el grupo tiene que partir. Vamos rumbo a otro sector de Pudahuel; una plaza en la que viven cerca de 15 personas en situación de calle. La dinámica es la misma, apenas ven el furgón todos se ponen muy felices. La señora Elena es la primera en bajarse para ayudar a distribuir la comida y el abrigo. Tras eso, nos acercamos a ella y conversamos sobre su apostolado. Ella vive sola en la comuna de Pedro Aguirre Cerca en una pequeña casa, durante la semana trabaja vendiendo ropa para perritos en una feria libre cerca de su hogar.

¿Cuánto tiempo lleva en la calle ayudando?

Llevo más de 40 años con la gente en situación de calle, comencé con el padre Hurtado y lo haré hasta que no me den las fuerzas.

¿Qué es lo que la motiva a realizar esta labor?

 El padre Hurtado. Yo lo conocí, era una persona muy simpática, pero tenía un carácter fuerte. Estudié en un convento y las cosas mundanas no me agradaban, hasta que busqué algo así y desde aquella época que salgo en ayuda de los más necesitados. Acá estoy hasta el día de hoy. No importa que llueva, que haga frío, no hay excusas para no salir los miércoles. Espero desesperada que me pasen a buscar, por la sencilla razón de que yo quiero estar junto a esta gente, me agradan y me hacen feliz. Me sé sus historias, me las cuentan, claro que a veces me voy con mucha penita, porque no puedo ayudar más. Sé que yo voy a llegar a una casa, me voy acostar bien y veo que esta gente no.

 ¿Usted le hizo una promesa al padre Hurtado antes de morir?

Sí, le prometí seguir sirviendo a la gente tal como lo hacía él. Ese es el motivo más grande que tengo para seguir ayudando, esto es mi alegría. Yo voy a salir a la calle a ayudar hasta que el de arriba me llame. Yo sé que si él estuviera vivo, estaría aquí en la calle ayudando conmigo, me gustaría estar al lado de él. Se fue muy rápido, dicen que la gente buena no dura mucho. ¿Cómo era el padre Hurtado? Yo estoy premiada por haber conocido en persona la gran obra del padre Hurtado. Él era una persona seria para sus cosas, pero cuando había que sonreír siempre estaba ahí con nosotros. Le encantaba compartir con la gente, sobre todo con los niños, los trataba con tanto amor y cariño que me emociona hasta el día de hoy recordar esos momentos. No he podido conocer a una persona tan buena y tan comprometida como él.

¿Quién es la persona que más la ha marcado en todos estos años ayudando en la calle?

La Adelita, ella pedía limosna cerca de la calle San Diego, una fundación le arrendaba una piecita. Yo le agarré cariño con todas las visitas, hasta que un día la llevé a la Posta Central, cuando llevaba poco tiempo, y recuerdo que me dio tanta pena porque el médico dijo: “A esta indigente yo no la puedo atender ni examinarla, tienen que bañarla”, me conseguí afuera dos baldes de agua y la bañé, tenía bronconeumonía. Después la dieron de alta y yo lo primero que hacía, antes de tenerle a mi hijo un desayuno, primero era la Adelita, y todo de mi bolsillo, sin la ayuda de nadie.

¿Qué mensaje le enviaría a la gente?

 Me encantaría que las personas, en vez de estar acostados, sobre todo los jóvenes, trataran de hacer esto. Yo te invito a que salgas a ayudar a tus hermanos que están en la calle, muchas veces basta solo con conversar con ellos, escucharlos, saber cómo están. Les aseguro que la gente de la calle es más feliz simplemente desahogándose con alguien. La plata es plata, pero la salud física y mental no se compra con nada. Todos tenemos compromisos o cosas que hacer, pero un esfuerzo no cuesta nada.

Mientras conversábamos con “la Abueli”, nos interrumpen los demás voluntarios. Había que partir a otro lugar. Subimos al furgón y “la Abueli” no se ve bien, el resfrío y el frío de la noche le comienzan a pasar la cuenta. El equipo le pregunta cómo se siente y ella responde: “Vamos nomás, continuemos”.

 Llegamos a otra plaza pero esta vez es más rápido, sólo hay una persona en la carpa artificial que estaba armada sobre el helado pasto. Se le entrega la ayuda y el equipo decide partir rumbo al consultorio. Allí “La Abueli” es la primera en bajarse con dos café en la mano, se los lleva a los recepcionistas de turno. Todos la conocen pero notan que algo no anda bien. Luego de insistirle consigue que acepte que un médico la revise. Después de un rato de espera el pronóstico cambia, tiene principios de neumonía. El equipo asustado le ofrece nuevamente ir a dejarla, está haciendo mucho frío para que una persona de 87 años y con neumonía esté en la calle. Ella pide pasar al último lugar y luego el equipo la dejará en su casa para que descanse y que se recupere, hasta el próximo miércoles.

Al despedirnos nos entrega un último mensaje: “Ayuden a los demás, por favor se los pido, todos somos personas, no debería haber diferencias entre pobres y ricos”, y nuevamente parte el furgón para continuar con la Ruta Calle, uno más de los tantos que ha realizado Elena Donaire, “La Abueli”, desde que le prometió al padre Hurtado seguir ayudando a los más pobres, hace más de 60 años.