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Artículo

Jueves 3 de agosto de 2017

Columna: Gallos aperrados, fina selección

Tanto para lo noble como para lo abyecto, los chilenos nos tratamos como animales. Nuestra selección de fútbol nos ha ofrecido nuevos capítulos en esta manía chilensis. Entre ellos un Pitbull destaca.

Periodista: Diego García Monge, Profesor de Filosofía

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/agosto2017/

El zoomorfismo es un recurso literario antiguo. De hecho, el propio Jesús se permite llevarlo a una alta cumbre en este conocido pasaje: "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed pues prudentes como serpientes, e inocentes como palomas" (Mt 10, 16). Entre nosotros, el recurso a denominarnos unos a otros como animales es masivo, pero tan naturalizado que ya casi ni se advierte. Los chilenos somos fácilmente reconocibles por nuestro uso del "cabro", por ejemplo. Pero la cuestión va mucho más lejos. Los inmigrantes haitianos han confesado tener muchas dificultades para su aprendizaje del castellano de Chile ante expresiones como "hacer una vaca". En 1972, el conocido dibujante Lukas realizó con mucho arte y humor, un prolijo estudio de estas denominaciones en el libro Bestiario del Reyno de Chile. Allí, emulando a un naturalista del siglo XIX, teoriza que en Chile hay tres grandes grupos de bestias básicas, el Choro, el Pajarón y el Vaca. Cuando jóvenes, las bestias son cabros, pero luego de la edad del pavo experimentan una extraña metamorfosis que los convierte en gallos. Así pues, tenemos ejemplares adultos de gallos-choros, gallos-vacas y gallos-pajarones. Entre los gallos-choros hay gallos-aperrados y gallos-pateperros. En el caso de las hembras, las cabras pueden ser cabras caballas o cabras como la mona, que, ya se sabe, pasada la edad del pavo devienen gallas caballas o gallas como la mona. Los cabros choros suelen ser hijos de tigre, y cuando faltan a sus obligaciones escolares hacen la chancha, a objeto de ir a la laguna a hacer patitos, y así al infinito podríamos estar mareando la perdiz sin llegar al punto al que queremos llegar: la madre delcordero.

Gary Medel, de quiltro a pitbull

La Copa de las Confederaciones nos ha brindado momentos de inmensa emoción, y una campaña ilusionante de nuestros futbolistas, quienes se han ido ganando una admiración y agradecimiento por parte nuestra que parecieran no tener límites. Aparte de los jugadores que forman parte de la primera línea de la elite mundial futbolera -Bravo, Alexis y Vidal-, la hinchada es capaz de apreciar una de las mayores virtudes de este grupo y que es su juego de equipo, la solidaridad que se brindan al encarar las dificultades de cada partido. Así, el lucimiento de sus estrellas más cotizadas descansa en el juego mancomunado de un conjunto, cuyos miembros son buenos jugadores pero quizás no brillantes, o quizás brillantes pero bastante quitados de bulla: Charles Aránguiz, Jean Beausejour, el Huaso Isla, tipos que hacen bien la pega, sin más. Es por ello que un comentarista francés, Arthur Jeanne, destinó un artículo a explicar por qué Chile no era la mejor, sino la más bella selección del fútbol actual. Y buena parte de la explicación tiene que ver con ese sentido de equipo, en que el grupo hace mejor a cada uno de sus jugadores.

De esta segunda fila de jugadores, quien más sobresale probablemente sea Gary Medel. En el recuerdo de todos nosotros quedarán para siempre sus lágrimas luego de caer eliminados ante Brasil en el mundial de 2014, cuando sólo entonces supimos que había jugado lesionado en el límite de sus posibilidades; o aquella otra jugada ante Argentina en la final de 2016 cuando, tratando de evitar un gol de Higuaín, arriesgó el físico estrellándose violentamente contra uno de los palos del arco que trataba de proteger. Otra imagen que nos viene a la mente es la arenga a sus compañeros después del frustrante empate a 3 goles ante México, en la Copa América de 2015 en el Nacional. Cuando ellos querían retirarse de la cancha sin despedirse del público que los había alentado, Gary -un par de chilenismos muy bien puestos mediante- los llamó al orden y a cumplir con el deber de agradecer la fidelidad del hincha más allá de los avatares del resultado. Difícil encontrar muestras de compromiso con una causa que trasciende el interés individual como las que nos ha dado Medel. Tal vez esto, sumado a su innegable maduración y calidad como futbolista, le ha ganado una adhesión de la hinchada que da que pensar. Por ejemplo, su cuenta de twitter tiene la friolera de 1.424.466 seguidores.

En sus inicios como futbolista profesional en la Universidad Católica, Medel fue una de las expresiones más logradas de una política del club de buscar jugadores entre las selecciones de colegios municipalizados de Santiago. En un reportaje de 2008, se describe cómo impresionó a los formadores del equipo cruzado precisamente por lo que Lukas habría descrito como un cabro aperrado. De hecho, el reportaje lo llama "el quiltro que le cambió la cara a la UC", capaz de trabar desde el suelo con su propia cabeza un remate de un rival si era necesario. En otra entrevista, publicada en enero de 2009, admitía que de no haber sido futbolista, habría sido ladrón o traficante, dando cuenta de las difíciles condiciones que rodearon su vida y de las que el fútbol y el apoyo de su familia le permitieron salir. Su historia personal, dentro y fuera de la cancha, está llena de muchas y grandes embarradas -un accidente de auto que casi le costó la vida, episodios violentos en fiestas, tantas expulsiones por una agresividad descontrolada en los partidos, en fin-. Sin embargo, su trayectoria, como deportista y como persona y mirada en su conjunto, ha sido siempre de menos a más. Por eso tantos de tan distintas condiciones le profesan igual respeto y afecto: Sin renegar de su origen como quiltro, este gallo aperrado se ha convertido en pitbull.

La fábula del quiltro y el ex ministro

Antonio Machado dedicó versos muy duros a esos señores estirados y petulantes que miran por encima del hombro a quienes consideran ser menos que ellos: "Pedantones al paño / que callan, miran y piensan / que saben porque no beben / el vino de las tabernas. / Mala gente que camina / y va apestando la tierra". Años atrás una publicidad muy conocida instaló en nuestro imaginario un nuevo personaje, Faúndez, un empeñoso emprendedor que desde su celular hacía negocios en un ascensor, rodeado de la mirada condescendiente e irónica de los que parecían ser grandes gerentes de algo. Una sociedad de mercado tolera las desigualdades y, en teoría, ofrece una oportunidad imparcial de obtener estatus. Pero el estatus no es universalizable y precisa de las desigualdades, distinguiendo entre quienes son más y quienes son menos, entre quienes merecen honor y quienes han de tolerar humillación. En una sociedad democrática e inspirada en los derechos humanos, también en teoría, lo que se ofrece es dignidad, que sí es universalizable y que nos iguala por sobre todas nuestras diferencias. Es tanto el respeto que nos inspira la dignidad de Medel -con todos sus defectos a cuestas, que bien podrían ser los nuestrosque cuando explicó una derrota de Chile ante Holanda debido a la "falta de chispeza" del equipo, esa palabra se incorporó de inmediato al repertorio de todos nosotros de manera transversal, sin condescendencia ninguna.

En un episodio reciente, al contraer matrimonio, Medel fue objeto de un comentario muy peyorativo por parte de un ex-ministro de Estado que juzgó de mal gusto la ropa con la que se vistió para la ocasión. El episodio es significativo, porque precisamente puso en evidencia la dificultad de algunos para convivir como iguales creyendo que lo que nos ordena es el diferente estatus que en este caso darían la cuna, el poder político o la educación. En pocas palabras, el ex ministro se permitió rotear a Medel desde una posición de superioridad autoasignada. Como si se hubiera inspirado en ese espléndido elogio con que María describe al Señor -"dispersa a los que creen que son algo (...) y enaltece a los humildes" (Lc 1, 51 y 52), Medel no se demoró en colocar al ex ministro en su lugar dando una gran demostración de cultura democrática, al recordarle con humor que todos podemos ser igualmente feos, sin menoscabo del respeto que nos debemos. Es una lección genuina para todos nosotros que sea el quiltro quien nos eduque en que la dignidad es el tesoro que nos iguala, pese a todas nuestras diferencias, virtudes o defectos: ¡Qué grande eres Gary Medel, qué orgullo para todos ser compatriotas tuyos!