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Miércoles 17 de octubre de 2018

Opinión: Sínodo, Pablo VI y Romero

En el diario El Mercurio de este 17 de octubre, el obispo auxiliar de Santiago Cristián Roncagliolo, que participa en el Sínodo sobre los jóvenes en Roma señala: "La Iglesia ha de ser más profética, saliendo a la intemperie del mundo para ser voz de los sin voz, denunciando aquello que atenta contra la dignidad del hombre y siendo testigo de esperanza donde la cultura de la muerte la quiere robar".

Fuente: Diario El Mercurio

Durante el mes de octubre se está desarrollando en Roma el Sínodo sobre "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", con la intención de buscar nuevos caminos para "rejuvenecer el rostro" de la Iglesia. Están presentes obispos delegados de todas partes del mundo: desde China comunista -acontecimiento inédito- hasta Nicaragua; desde Islandia hasta Sudáfrica. También han sido invitados jóvenes de distintas latitudes que expresan una pluralidad de inquietudes, anhelos y esperanzas.

En este acontecimiento queda plasmada vivamente la universalidad de la Iglesia; también la diversidad de desafíos y emergencias que ella debe afrontar. En Occidente se repite el secularismo y los crímenes de los abusos sexuales; en Medio Oriente se evidencia que hay una realidad de persecución que hace difícil ser cristiano y que provoca una emigración masiva; en África son muchos los jóvenes que no tienen las condiciones mínimas para vivir con dignidad y oportunidades; en Asia se ve la fuerza de una Iglesia joven que, al mismo tiempo, enfrenta el drama del creciente individualismo, propio de la posmodernidad; finalmente, en Oceanía el desarrollo va unido al enfriamiento en la transmisión de la fe.

Francisco, muy presente en todo el proceso, ha puesto un sello personal animando no solo a que cada uno pueda expresar su parecer -cada padre sinodal tiene cuatro minutos para hacer una ponencia-, sino que también ha establecido espacios de discusión distintos, donde se manifiestan las posturas con mucha libertad.

En este contexto, el Papa canonizó a siete nuevos santos, entre los que destacan, por su trascendencia mundial o por su cercanía a nosotros, San Pablo VI y el obispo salvadoreño San Óscar Romero. ¿Qué relación puede existir entre estos personajes y el Sínodo? Sin duda son fuente de inspiración porque, entre otras cosas, se "arriesgaron" a dialogar y a profetizar.

Pablo VI, el Papa que llevó a puerto el Concilio Vaticano II, destacó por su actitud abierta y dialogante con la cultura, movido por la esperanza de que la Iglesia y el mundo podían realizar una mutua sinergia. Como buen intelectual católico, no solo leía los problemas del tiempo, sino que en ellos buscaba un lugar de encuentro con la fe, de diálogo, de posibilidad para bajar "muros" y establecer "puentes". Pablo VI, en ámbitos novedosos para su tiempo, invitaba a diversos actores sociales y culturales a hacer un camino común. Confiaba en que en este itinerario de encuentro emergerían las buenas razones que hacen de la propuesta cristiana un camino de plenitud.

Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, lideró una Iglesia herida por la violencia de la dictadura y del terrorismo de Estado. Fue un profeta audaz, capaz de hablar con fuerza aun en disonancia con los poderosos de su tiempo. Su profetismo incomodó incluso en el seno de la misma Iglesia, siendo incomprendido y criticado. Monseñor Romero es el hombre de Dios que supo poner a Cristo en el centro y que, sin respetos humanos, promovió la justicia siendo voz de los pobres y de los sufrientes. Su sangre derramada, sin duda, fue siembra para la futura paz que llegaría a su país.

El diálogo amistoso con la cultura y el testimonio "incómodo" parecen ser dos claves que pueden iluminar este Sínodo. En efecto, una nueva evangelización de los jóvenes no se puede pretender sin diálogo, sin entrar en los temas "espinudos" de la cultura, sin dar buenas razones, sin abrirse a nuevos horizontes. En fin, sin encuentro y sin diálogo no es posible un auténtico rejuvenecimiento. Por otro lado, la Iglesia parece provocada a avivar el profetismo heroico en los jóvenes que supone el anuncio, la denuncia y el compromiso vivo con la transformación de las estructuras de pecado que corroen la dignidad humana. Y para lograrlo, ella misma ha de ser más profética, saliendo a la intemperie del mundo para ser voz de los sin voz, denunciando aquello que atenta contra la dignidad del hombre y siendo testigo de esperanza donde la cultura de la muerte la quiere robar.

El Sínodo y esta canonización han de ser comprendidos como una unidad, donde los santos inspiran la reflexión, y donde el discernimiento encuentra en estos obispos santos testigos creíbles de la propuesta cristiana.

+Cristián Roncagliolo Pacheco
Obispo Auxiliar de Santiago

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