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Domingo 14 de octubre de 2018

Santos que han traducido con la vida la Palabra de hoy

El Papa Francisco presidió la Santa Misa con el rito de canonización de siete beatos. Entre ellos, el Papa Pablo VI y Mons. Óscar Romero, dos sacerdotes, un joven laico y dos religiosas, este domingo 14 de octubre.

Fotos: Vatican Media - Agencias

Periodista: Renato Martinez – Ciudad del Vaticano

Fuente: Vatican News

“Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa con el rito de canonización de siete beatos, entre ellos, el Papa Pablo VI y Mons. Óscar Romero, dos sacerdotes, un joven laico y dos religiosas, este domingo 14 de octubre, en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

La Palabra de Dios transforma el corazón

Comentando las lecturas bíblicas que la liturgia propone este XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre señala que, la Palabra de Dios no es un conjunto de verdades o una edificante narración espiritual; no, dice el Papa, es palabra viva, que toca la vida, que la transforma. Allí, Jesús en persona, que es la palabra viva de Dios, nos habla al corazón. En el Evangelio, en particular, afirma el Pontífice, nos invita a encontrarnos con el Señor, siguiendo el ejemplo de ese «uno» que «se le acercó corriendo y que preguntó a Jesús cómo «heredar la vida eterna».

“La respuesta de Jesús lo desconcierta. El Señor pone su mirada en él y lo ama. Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total. Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda – precisa el Sucesor de Cristo – Jesús le propone una historia de amor. Le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con él. Y le hace una propuesta de vida «tajante»: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres […] y luego ven y sígueme». Jesús también te dice a ti: «Ven, sígueme». Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo”.

“Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte”

Vaciar el corazón para hacer espacio a Jesús

El Papa Francisco dijo que hoy, Jesús sigue diciendo: «Vende lo que tienes y dáselo a los pobres». El Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a él, único bien. “Verdaderamente – señala el Pontífice – no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se convertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y –dice Jesús–, dificulta incluso la salvación. No porque Dios sea severo, ¡no! El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar”.

Jesús es radical. O todo o nada

En este sentido, el Santo Padre precisa que, Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada.

¿Cómo va nuestra historia de amor con Dios?

Asimismo, el Papa Francisco recuerda que, nuestro corazón es como un imán: se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo; vivir para amar o vivir para sí mismo. E invita a Preguntarnos de qué lado estamos. “Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para él? Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar? ¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio? En resumen, ¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo?”

“Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor, dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo”

Un corazón desprendido de los bienes, ama libremente al Señor

Así sucedió para ese hombre, que –cuenta el Evangelio– «se marchó triste». Se había aferrado a los preceptos y a sus muchos bienes, no había dado su corazón. Y aunque se encontró con Jesús y recibió su mirada amorosa, se fue triste. La tristeza es la prueba del amor inacabado. Es el signo de un corazón tibio. En cambio, un corazón desprendido de los bienes, que ama libremente al Señor, difunde siempre la alegría, esa alegría tan necesaria hoy. El santo Papa Pablo VI escribió: «Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto» (Exhort. ap. Gaudete in Domino, 9). Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino. Los santos han recorrido este camino.

Los santos han traducido con la vida la Palabra

Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres. Pablo VI, concluye el Obispo de Roma, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad. Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos. Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nuncio Sulprizio. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo.

Papa Pablo VI

Nació el 26 de septiembre de 1987 en Concesio, Brescia. Ordenado sacerdote casi a los 24 años. A partir de 40 años comenzó su servicio en la Secretaría de Estado. Durante la Segunda Guerra Mundial promueve la asistencia caritativa y la hospitalidad hacia los perseguidos por el nazi-fascismo, especialmente por los judíos. Nombrado en 1954 Arzobispo de Milán. Elegido posteriormente como Sucesor de Pedro el 21 de junio de 1963: conduce y aplica el concilio, viajes apostólicos, diálogo ecuménico. Muere el 6 de junio de 1978. Beatificado en 2014 por el Papa Francisco.

Mons. Óscar Romero

Nació el 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, San Miguel, El Salvador. Ordenado sacerdote a los 24 años. Desarrolla su ministerio sacerdotal en su diócesis de San Miguel durante 20 años. En 1970 es nombrado Obispo Auxiliar de San Salvador, posteriormente Obispo para la diócesis de Santiago de María. En 1977 Pablo VI lo nombra Arzobispo de San Salvador. Su predicación atrae el corazón de los salvadoreños, conmovido por los sufrimientos de los más débiles denuncia el pecado social convirtiéndose en voz de los sin voz. Muere asesinado mientras celebraba la Misa el 24 de marzo de 1980. Declarado Beato en 2015.

María Catalina Kasper

Nació el 26 de mayo de 1820 en Alemania. Paso su adolescencia haciendo duros trabajos en los campos. Tuvo la intuición de fundar un Instituto de Hermanas al servicio de las clases sociales más humildes. En 1848 abrió la casa de las "Siervas Pobres de Jesucristo" donde se acogen a los pobres. La congregación crece en todo en Europa, el continente americano y la India. Muere el 2 de febrero de 1898. Pablo VI la incluyó entre los Beatos.

Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús March Mesa

Nació el 10 de enero de 1889 en Madrid. Mientras vive en México conoce a las Hermanas de los Ancianos Abandonados y en 1908 ingresó en el instituto. Después de su primeros votos en 1911 fue enviada a Bolivia. Las graves problemáticas sociales la llevo a fundar la Congregación de Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia para el servicio de los pobres y la promoción de la mujer. Muere el 6 de julio de 1943. Juan Pablo II celebró su beatificación en 1992.

Francisco Spinelli

Nació el 14 de abril de 1853, en Milán. Es ordenado sacerdote en 1875. Mientras vive en Roma tiene la inspiración de iniciar una comunidad de jóvenes mujeres que consagren sus vidas al Señor presente en la Eucaristía. Después del encuentro con Santa Catalina Comensoli funda el Instituto de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento. Ejerció como Fundador y Superior. Muere el 6 de febrero de 1913. Beatificado en 1992 por San Juan Pablo II.

Vicente Romano

Nació el 3 de junio de 1751, cerca de Nápoles. Ordenado sacerdote a los 24 años. Su ministerio sacerdotal se caracterizó por una atención especial a los últimos y un compromiso por la educación de los niños y jóvenes. Cuando una violenta erupción de lava del Vesubio destruye casi por completo Torre del Greco se convierte en el alma de la reconstrucción material, religiosa y moral del pueblo. Muere el 20 de diciembre de 1831. Pablo VI lo declaró beato en 1963.

Nuncio Sulprizio

Nació el 13 de abril de 1817 en provincia de Pescara. Queda huérfano de padre y madre a tierna edad. Su abuela materna le ensena a buscar a Jesús en la Eucarística y la devoción a la Virgen María. A la muerte de su abuela queda bajo la custodia de un tío quien le exige duros trabajos y por los malos tratos enferma de tuberculosis ósea. Llevado a Nápoles es internado en el Hospital de los Incurables. Allí pudo recibir la Eucaristía que tanto deseaba. Muere el 5 de mayo de 1836, a la edad de 19 años. Pablo VI lo proclamó beato el 1 de diciembre de 1963.