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Artículo

Viernes 3 de julio de 2020

Celestino Aós: "No nos olvidemos de los enfermos".

Yo fui soñado para la Vida Eterna, nacimos y estamos de pasada, peregrinos. Un día llega el momento: “La vida de los que en ti creemos, no termina, sino que se transforma y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

Por: Monseñor Celestino Aós, Arzobispo de Santiago

En el ajetreo y barullo de estos días tengo la impresión a veces de que nos olvidamos que el protagonista es el enfermo. Tiene derecho y nosotros tenemos la obligación de ayudarle: los médicos y personal sanitario deben poner los medios, su técnica y sus remedios, su trabajo para ayudar a la persona enferma. El enfermo no es un organismo que se deterioró, sino una persona que vive un momento muy especial, de lucha, de profundidad o, si está inconsciente, un misterio que no conocemos. Pasan cosas en ese cuerpo y pasan cosas en su interior: se puede amar, es tiempo de salvación.

Son momentos delicados y todo enfermo merece nuestra delicadeza. La presencia del sacerdote o del ministro de la religión del enfermo no es un lujo, es un derecho. A veces está sólo el sacerdote con el enfermo, y quizás con el enfermo ya inconsciente. ¿Qué pasa ahí? Misterio profundo, porque es un ser humano, es una persona que vive. ¡Cuántas veces con emoción no he asistido a ese misterio! ¡Dios está dando los últimos retoques, Dios está preparando a este hijo suyo para el encuentro, para el abrazo, para vestirlo de gloria y Vida Eterna!

Se necesitan los respiradores, se necesitan las camas medicalizadas y los aparatos; eso se puede comprar. Se necesitan doctores y personal sanitario ¡Felicitaciones a los que están entregando su trabajo y aun su vida! En estos momentos se necesitan sacerdotes generosos para servir, cumpliendo todos los protocolos de prudencia, pero, arriesgándose a contagiarse y dar su propia vida. 

Felicitaciones a los capellanes, que parecen llevar escrito en su frente: “Nadie tiene más amor que el que da su vida por los que ama”. Ellos acompañan al enfermo que teme a la soledad, ellos rezan y ayudan a poner en orden la vida pasada (que ya todos deberíamos tener ordenada). Es la otra cara de nuestro Chile: la cara de los generosos, de los valientes, de los que no critican ni se quejan sino que construyen con obras el Chile del amor.