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Lunes 21 de marzo de 2022

Opinión: Día Mundial de la Tierra: cuidemos nuestra casa común

Por: Rodrigo Fadul, Secretario Adjunto Red Eclesial Panamazónica

Fuente: Periódico Encuentro

El 22 de abril celebramos el Día Mundial de la Tierra. Aprendimos desde temprana edad que la tierra y todo lo que hay en ella, como los animales, los seres humanos, las plantas, la naturaleza, el agua y todos los seres vivos fueron creados como un acto de amor de Dios por la humanidad. A la humanidad se ha encomendado la hermosa misión de cultivar y custodiar la creación (Gn 2,15).

Por otro lado, en los últimos años hemos observado la ocurrencia de diferentes fenómenos que indican que estamos fallando en nuestra misión de cuidar nuestra Casa Común. Inundaciones, deforestación, incendios, derrumbes, tsunamis, extinción de especies animales, escasez de agua dulce y el cambio climático reflejan los impactos que nuestra forma de vida exploratoria ha tenido en el planeta.

Es necesario considerar que nuestra acción depredadora también ha contribuido al aumento de la pobreza: las migraciones forzadas, el hambre, las amenazas a los territorios de los pueblos originarios, la desigualdad social, la violencia y muchas otras situaciones que amenazan la vida. Estas realidades muestran que estamos inmersos en una gran crisis socioambiental.

¿Pero cuál es nuestro papel como cristianos en esta crisis? ¿Cómo podemos superarlo? En la carta encíclica Laudato Si’, el Papa Francisco nos dice que los caminos para resolver esta crisis nos exigen “un enfoque integral para combatir la pobreza, devolviendo la dignidad a los excluidos y, al mismo tiempo, cuidando la naturaleza” (Laudato Si’, n. 139). En otras palabras, escuchar el grito de los pobres y de la Tierra.

En el proceso de escucha del Sínodo por la Amazonía, entre los años 2018 y 2019, la Iglesia se propuso realizar una escucha atenta de la realidad amazónica, en especial de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales, con el objetivo de buscar nuevos caminos para su misión en el territorio, teniendo como principal inspiración la ecología integral. Este proceso nos ha demostrado, además de los dolores y llantos de los pueblos amazónicos, que tenemos mucho que aprender de ellos sobre el
cuidado de la Creación.

La diversidad cultural de los pueblos originarios se expresa, entre otros elementos, a través de una espiritualidad ecológica conectada con la naturaleza. La tierra, el agua, el aire, los árboles, los animales y todos los demás seres vivos son sagrados. Forman parte de una historia que ha sido construida
durante miles de años, por hombres y mujeres que viven y cuidan este rico ecosistema, siguiendo la misión del Creador.

Por lo tanto, cuando causamos daño al territorio ocupado por las poblaciones originarias, ya sea en la Amazonía o en otros biomas, estamos atacando la vida. Los nuevos caminos para vivir una verdadera ecología integral requieren un largo proceso de conversión social, cultural, ecológica y sinodal, como indica el documento final del Sínodo para la Amazonía. En otras palabras, resignificar nuestra forma de ser Iglesia y vivir nuestra fe encarnada en la defensa de la vida en el planeta.