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Martes 13 de abril de 2021

Opinión: Un Dios Padre presente en el dolor

Para reflexionar acerca de diversas temáticas de la contingencia nacional, con un enfoque cristiano, invitamos a diferentes expositores de la política, la academia, el mundo social y pastoral a compartir su visión.

Por: Doctora María Alejandra Florenzano, Médico internista UC- Hospital La Florida

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Como profesionales de la salud, hemos tenido que acompañar mucho sufrimiento. Mucho más del que estábamos habituados. El dolor de familias enteras enfermas, y sufrientes, por no poder acompañar a los más graves entre los suyos, hospitalizados o agónicos, por no poder estar presentes en sus funerales. El dolor de nuestros pacientes hospitalizados, al tener que darles la triste noticia del fallecimiento del cónyuge, hijo, hermano, padre o madre, víctimas del COVID. Al ver estas familias acrisoladas en el dolor, nos quedamos sin palabras. Está de más decir que para acompañarlos no nos bastó la formación científica y técnica. Esto resulta evidente. Pero la verdad es que tampoco nos bastó para ello una comprensión humanista de la medicina. Ante las escenas descritas, ni la ciencia ni el humanismo fueron suficientes. Nos vimos enfrentados, más o menos conscientemente, a un horizonte existencial, de preguntas y respuestas últimas, sobre el sentido de la vida, de la muerte y del dolor, y sobre la presencia de Dios en medio de este dolor. Ha sido muy importante para quienes trabajamos en salud durante la pandemia que nos ayudaran a ampliar la mirada hacia esta realidad trascendente.

Con mayor o menor fe, todos necesitábamos palpar que Dios seguía estando presente. Que no habíamos sido arrojados solos a luchar contra la pandemia. Que también en la pandemia Él seguía siendo el Dios de la vida y el Dios de la historia. En este sentido, fue un consuelo enorme para quienes trabajamos en primera línea, un signo patente del “Dios con nosotros”, la presencia heroica de sacerdotes capacitados en el uso de EPP dentro de hospitales, para asistir espiritualmente a los pacientes graves en la pandemia. Hicieron viva la imagen de un Dios que no es castigador, sino un Dios de infinita misericordia y amor, que está cerca cuando más lo necesitamos. Quienes tuvimos el regalo de contar con un sacerdote en el hospital, disponible diariamente para atender a los pacientes en fin de vida, dándoles los sacramentos, y bendiciéndonos como equipo de salud, sabemos que su presencia fue por sí misma portadora de sentido ante el desconcierto del dolor reinante, y un bálsamo para las heridas abiertas por doquier. Para nuestros pacientes, dignificó su muerte, ya que murieron solos, pero no abandonados. El mismo Cristo se hizo presente, a través de sus hijos sacerdotes, para acompañarlos en ese paso al cielo. Poder ofrecer la visita del sacerdote, consoló enormemente el dolor de las familias de nuestros pacientes, y un modo certero de ampliar la perspectiva de la muerte desde un “sinsentido”, a la muerte como “encuentro con Dios Padre”.

Para nosotros en primera línea, fue presencia dignificadora de nuestro trabajo, que tendió a brutalizarse por los aires de “supervivencia”, y un medio tácito de dar respuesta a las preguntas últimas, que muchas veces ni logramos formular por falta de tiempo o agotamiento, pero no por ello fuimos juzgados ni abandonados por Dios, sino que, al revés, Él se hizo presente para animarnos y bendecirnos en nuestro trabajo. Ojalá que este horizonte de sentido y trascendencia que la pandemia ha abierto en muchos hospitales, con la presencia de sacerdotes y agentes pastorales, pero en definitiva permitiendo la presencia de Dios donde están los enfermos que lo necesitan, constituya un legado de la pandemia que permanezca con nosotros y se generalice. Hemos vivenciado cómo la asistencia espiritual a pacientes y al personal sanitario, constituye un punto arquimédico de la atención en salud, ya que completa la verdad del paciente y del profesional: su ser hijos de Dios de un Dios que es, sobre todo Padre, y un Padre presente en el dolor.