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Jueves 8 de julio de 2021

San José: Corazón de padre en clave de una vida consagrada a Dios

Cerca de 150 consagradas y consagrados de todo Chile participaron este martes 06 de julio a través de la plataforma Zoom, de un encuentro de reflexión sobre la figura de san José. La actividad fue organizada por la Vicaría para la Vida Consagrada.

Periodista: Enrique Astudillo Baeza

Fuente: Iglesia de Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

La jornada, inició con las palabras del cardenal Celestino Aós, quien saludó a los asistentes y precisó que estamos frente a una Iglesia que tiene sombras, que está herida, que tiene problemas y desafíos, “sobre todo los monasterios con el tema de la edad, la precariedad de números, y a veces hay que encarar problemas fuertes de cómo organizar el futuro para que esta vida que entregamos al Señor siga siendo hasta el final de nuestros días, como una vida consagrada”.

El padre Sebastián Martínez de la Congregación de San José, Josefinos de Murialdo, a cargo de la ponencia, comenzó recordando que, desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha dedicado gran parte de su homilía a san José: “Lo presentó al mundo como modelo y patrono de una tarea que había vivido de manera ejemplar; una misión, a la que, en cierta medida, estamos todos llamados en la vida, la tarea de ser custodios”.

Luego, haciéndose eco de la carta del Papa Francisco para este año, agregó: “La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. Entró en el servicio de la encarnación, concretamente al haber hecho de su vida un servicio, un don total de sí mismo, haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo”.

Sobre algunos aspectos de san José, que nos dan pista para la vivencia fiel de los votos de pobreza, castidad y obediencia, destacó que en cada circunstancia de su vida, “supo pronunciar su fiat (hágase) como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní”. Respecto del amor al trabajo, añadió que “san José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”, de donde los consagrados pueden vislumbrar actitudes para la vivencia de sus respectivos apostolados y ministerios; y vivió con un corazón casto, un amor que no quiere poseer".

Otro aspecto que desglosó el padre Sebastián Martínez tiene que ver con el valor de la consagración. Allí, enumeró tres tipos de esferas: el plano humano, cristiano y religioso: “José es un consagrado. El respetar la dignidad, la honra de la Virgen María- yendo más allá de la ley- hace de él, alguien que se concentró en los valores humanos, y consagró todas las dimensiones de su vida a Dios”, dijo.

A lo anterior, extendió que san José cumplió su misión de paternidad en una comunidad, a la luz de la Sagrada Familia, “que es ícono, modelo, punto de referencia para nuestras comunidades religiosas. En ella se aprende el amor, la donación, el servicio, oblación de sí, la alegría de vivir y de hacer familia”.

Por último, a imagen de san José, manifestó que toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración de la lógica de la donación de sí y no en clave de sacrificio: “También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio”, por lo que relevó, “entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor, corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración”.

El encuentro, culminó con un espacio de reflexión y discernimiento a la luz de la ponencia expuesta y de las experiencias personales de las consagradas y consagrados que participaron activa y alegremente.

El padre Rodrigo Delazar, vicario para la Vida Consagrada, agradeció la asistencia a la actividad y recalcó que estos espacios son una invitación “a alentarnos en nuestro amor y disposición al estilo de José, a servir, amar, de regalarnos con alegría en cada uno de nuestros trabajos y misiones y ser testigos vivos de que la consagración hoy vale la pena y es una llama viva para ayudar a muchos a encontrarse con el Señor”.