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Artículo

Jueves 5 de octubre de 2017

Cuidar la casa común, nuestro plebiscito cotidiano

Este 7 y 8 de octubre nuestro país celebra por tercera vez el día Nacional del Medio Ambiente. En tanto, el 4 de octubre los católicos recordamos a San Francisco de Asís, quién cantó a dios intentando vivir en armonía con la “hermana tierra”. En un tiempo en que el desarrollo económico está cada vez más cuestionado, si no implica el respeto a la biodiversidad y las problemáticas socio ambientales derivadas, se hace necesario avanzar en esta temática profundamente abordada por Francisco en la Encíclica Laudato Si’.

Periodista: Diego García

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/octubre2017

En un mundo cada vez más globalizado se favorecen y visibilizan crecientemente los fenómenos de interdependencia entre unos y otros, y de "hibridación" o mezcla cultural. Cada vez es más difícil que algo ocurrido muy lejos nos resulte ajeno, y cada vez es más necesaria una coordinación planetaria para enfrentar retos comunes, como lo es el del medio ambiente. Producto de esta hibridación, si antes se asociaba a Brasil con Fittipaldi, Didí o Garrincha, ahora se da el caso que un teólogo del país de la Samba se puede llamar Jung Mo Sung. En un artículo sobre las relaciones entre religión y economía, este teólogo carioca afirma algo muy perturbador.


A su juicio, para que la economía globalizada de mercado pueda funcionar, no le basta con un conjunto de respaldos teóricos, técnicos y operativos para abordar las cuestiones de la producción, circulación y consumo de bienes y servicios. Además, requiere que se haya socializado masivamente en la población un cierto sentido de la vida que sea concordante con la ideología subyacente a la teoría económica formulada con pretensiones de neutralidad científica. A ese sentido de la vida que moviliza la voluntad de la población en dirección de los objetos de deseo de la sociedad de consumo, aceptando como contrapartida la desigual distribución del poder, la riqueza y el reconocimiento social, Jung Mo Sung lo llama "espiritualidad". (¡...!). En eso radica quizás la principal fortaleza de este sistema económico, en su arraigo "espiritual" en nuestro sentido común. La masiva adhesión de la población a un estilo de vida orientado al consumo no se debe a una reflexión académica de cada cual frente a un libro científico, más bien es algo que hemos interiorizado hasta las entrañas, las más de las veces de manera prerreflexiva.


Y si se trata de modificar ese estilo de vida, el que se encuentre tan interiorizado en todos nosotros al punto de merecer ser llamado "espiritualidad", hará que se trate de un esfuerzo muy arduo.


Al evocar la figura de San Francisco, el Papa actual apunta en una dirección semejante a lo observado con Jung Mo Sung, aunque proponiendo una alternativa contracultural a la cultura del desecho y del descarte. En concordancia con el magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco nos recuerda que la del medio ambiente es una crisis socioambiental, y que la preocupación ecológica es más genuina cuando se propone salvaguardar las condiciones no sólo bióticas, sino también morales, de una auténtica ecología humana. Dice el Papa que "en él (San Francisco) se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior" (Laudato Si' n° 10).


Por otra parte, y ya que involucra la paz interior, la ecología humana que procura hacer frente a la crisis socioambiental, no sólo implica la denuncia de los grandes responsables de la contaminación y la depredación ambiental –gobiernos y corporaciones transnacionales, por ejemplo-. Aparte de esa denuncia cada vez que es "justa y necesaria", cada cual tiene que preguntarse acerca de su propia responsabilidad en esta disyuntiva ahora dramática y perentoria entre malograr o redimir al planeta. La expresión "piensa globalmente, actúa localmente" fue acuñada por un urbanista, Patrick Geddes, a comienzos del siglo XX. Más tarde fue adoptada por diversas agrupaciones ecologistas desde hace ya medio siglo, porque resume muy bien el desafío espiritual implicado en la llamada a la que ahora se ha sumado el magisterio social de la Iglesia con Laudato 'Si. Eso explica que en una ecología integral la vida cotidiana tenga tanta importancia. La encíclica nos lo recuerda cuando alude a la manera en que las iniciativas comunitarias logran dignificar la vida incluso en ambientes muy degradados por el caos urbano o por la desmesura de la contaminación (LS n° 147 a 155).


Al examinar los ejemplos que propone el papa Francisco, se valoran más las iniciativas locales que reafirman la decisión de permanecer en un territorio haciéndolo más digno, en lugar de la pretensión -no pocas veces arribista- de emigrar a zonas de mejor reputación o estatus. En nuestra edición de septiembre, un reportaje mostraba la iniciativa de vecinos de Maipú de recuperar lo que era un basural, para convertirlo en un huerto comunitario del que, incluso, pueden beneficiarse gratuitamente quienes necesitan de los alimentos que se cultivan en él: los huertos comunitarios silenciosamente se van multiplicando en distintas comunas de Santiago.


Mirando en otra dirección, el maravilloso Museo a Cielo Abierto de San Miguel con sus cuarenta murales es otro ejemplo de esta ecología cotidiana, del embellecimiento de un barrio y del legítimo orgullo que produce un bien logrado sentido de pertenencia a él. Más allá, la noticia de cómo los más de sesenta mil cartoneros –surgidos hace ya muchos años como una estrategia de subsistencia debida a la precariedad y la falta de un trabajo formal- se han ido convirtiendo en una pieza fundamental en las iniciativas de reciclaje, transformándose en gestores de residuos decisivos para el éxito de la ley de fomento del reciclaje vigente desde hace un año. Este es un ejemplo muy importante de cómo una iniciativa surgida desde la marginación logró coincidir con un bien común –el reciclaje de los desechos- hasta transformarse en instituciones que nos involucrarán a todos y que permiten a quienes trabajan como gestores de los residuos contar con un trabajo en condiciones decentes y que es socialmente necesario y valorado.


En fin, podríamos agregar la creciente incidencia de ciclistas urbanos que no sólo se hacen un favor a sí mismos, sino a toda la ciudad al emplear un medio de transporte no sólo más eficiente que el automóvil en las horas punta, sino que, además, aporta solo externalidades positivas desde el punto de vista de la contaminación, la eficiencia en el uso de los combustibles, la mejora de la salud de la población y el uso del espacio público en condiciones de equidad.


A los anteriores podríamos sumar tantas y tantas iniciativas, muchas veces pequeñas, pero que agregadas dan cuenta de un decisivo giro en la conciencia de la humanidad. Es un movimiento participativo "de abajo hacia arriba" que revitaliza una democracia que, si se queda recluida en la sola representación, corre riesgo de fosilizarse y jibarizarse. Es cierto que este es un giro participativo que se hace a contrapelo de otras tendencias individualistas o consumistas muy arraigadas en cada uno de nosotros –pensemos sólo en la patológica forma de hacer uso del automóvil privado como medio de transporte-.


Quien escribe este texto, de hecho, no puede presumir de un comportamiento cotidiano digno de un "sello verde". Pero es un hecho que ese giro de la conciencia de la humanidad se está produciendo y cabe depositar en él nuestras mejores esperanzas. Si los factores que están en la raíz de la crisis socioambiental y que la encíclica de Francisco identifica con el paradigma tecnocrático, se han interiorizado hasta convertirse en una "espiritualidad", entonces hay que llevar también a ese plano la formulación de una alternativa que proteja la vida y restaure la comunión entre los seres humanos y de éstos con la hermana y madre naturaleza: difícilmente habrá un cuidado adecuado de la casa común, con justicia para los pobres y compromiso con la sociedad, si se encuentra ausente el cultivo de la paz interior.