Click acá para ir directamente al contenido
Artículo

Martes 1 de diciembre de 2020

San Columbano celebra el primer aniversario de su casa de acogida

Durante doce meses la casa de acogida San Columbano ha recibido a una veintena de varones, que por diversas razones abandonaron su país de origen en búsqueda de nuevas oportunidades. Migrantes de todas las latitudes encontraron en este espacio, el soporte necesario para estabilizar su situación y egresar con mejores oportunidades en la tierra que los recibe para comenzar una nueva vida.

Fotos: Jorge Salomón

Periodista: Bárbara Guerrero C.

Gracias al trabajo de la comunidad parroquial de San Columbano y al constante apoyo de sus redes, ciudadanos venezolanos, haitianos, mexicanos, colombianos, rusos y también chilenos han tenido la posibilidad de encontrar empleo, regularizar su situación migratoria y también establecerse en un hogar. “Ha sido una bendición para la parroquia. Hemos tenido varios muchachos y personas adultas que han sorteado obstáculos económicos. La casa es un soporte para que ellos den sus primeros pasos para juntar dinero”, afirma Rosangela Guarjardo, mensajera de la parroquia, quien además reconoce que la labor que cumple la casa ha servido para unir a la comunidad. “La alegría de esto es que nos ha servido muchísimo para la unión de la parroquia en torno a la Pastoral Social y sobretodo hacia los migrantes, se ha creado conciencia”. 

En promedio, los migrantes permanecen unos cuatro a cinco meses en la casa, tiempo en el que además de buscar estabilidad económica, retribuyen a la comunidad con diferentes herramientas, dependiendo de su área de formación, ya que muchos de los varones que llegan a este espacio eclesial cuentan con una formación académica y una trayectoria profesional que se ve interrumpida por la movilidad que experimentan. 

“Llevo cinco meses aquí. Al inicio de la pandemia quedé sin empleo y prácticamente en la calle y a través de una ONG de apoyo a venezolanos migrantes me contactaron con la organización de la casa e inmediatamente recibí el apoyo” cuenta Ramón Fernández, ciudadano venezolano de 69 años que desde el estado de Yaracuy llegó a Chile debido a la complicada situación política que se vive en su país. De profesión docente, Ramón devuelve la ayuda que le han prestado apoyando a los jóvenes de la comunidad con clases de matemáticas online, que transmite desde el salón múltiple de la parroquia. 

Otra experiencia, es la de Konstantin, ciudadano ruso que lleva cinco años recorriendo el mundo en bicicleta, pero este año vio interrumpida su aventura a causa de la pandemia. “Durante cuatro meses y medio viví en una carpa en La Florida. Un amigo de Argentina me trajo hasta aquí. Estoy en la casa desde agosto esperando porque las fronteras están cerradas y no tengo adónde ir. Mi experiencia en la casa es una cosa muy buena. Ellos me ayudaron, me dieron un techo. Estoy muy feliz aquí”, declara. 

Actualmente son nueve personas las que viven en la casa. Seis de ellos son venezolanos, un ruso y dos haitianos, que han podido salir adelante gracias al apoyo de la Vicaría Pastoral y su departamento de Movilidad Humana, a las donaciones de la campaña Contigo Hermano, al apoyo de Incami y también de los propios vecinos y amigos de la parroquia, quienes les han brindado una mano. “En tiempos de pandemia el apoyo de las organizaciones fue clave”, declara Javier Núñez, residente y coordinador de la casa de acogida de la parroquia San Columbano

Para conmemorar su primer aniversario ayudando a los hermanos migrantes, la comunidad parroquial organizó el pasado 29 de noviembre, primer domingo de Adviento, una eucaristía en la que recordaron las experiencias y el aprendizaje vividos a lo largo de este año. 

En su homilía, el padre Martín Koroiciri llamó a la comunidad a ser testigos vivos del Evangelio, extendiendo la mano al hermano para darle esperanza. “Una simple sonrisa o un saludo a un extraño puede arreglarle el día”, dijo, dedicando además unas palabras de admiración y agradecimiento a los residentes. “Hoy celebramos un año de la inauguración de esta casa de acogida que ha sido una especie de hogar para los hombres que residen en ella. En un año que he sido testigo de que estos hombres que aprenden a trabajar y vivir juntos creando un ambiente de solidaridad”.

Posteriormente, los nueve habitantes de la casa realizaron un compartir en el que ofrecieron platos y bebidas típicas de Rusia, Venezuela y Haití a la comunidad. “Lo que buscamos con esta actividad es que la comunidad entienda que las personas que estamos aquí lo estamos por necesidad. Queremos que nos vean como hermanos”, afirmó Ramón, quien pronto egresará de la casa.