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Viernes 12 de julio de 2019

Sacerdotes y religiosas de la Zona Sur dialogan con el pastor

La Zona Sur de la Arquidiócesis de Santiago podría ser una diócesis aparte: poco más de un millón de habitantes en nueve comunas, ocho decanatos, 39 parroquias, 120 capillas y más de 30 colegios católicos, sin contar la creciente llegada de migrantes.

Fotos: Jorge Salomón

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago

Realidad social y pastoral que conoció el Administrador Apostólico de Santiago, monseñor Celestino Aós, en el encuentro de presbíteros, vida consagrada y diáconos permanentes de esta zona, que se desarrolló este jueves 11, en la sede de esa vicaría.

Poco a poco empezaron a llegar los participantes, mayoritariamente presbíteros, casi todos con boina o jockey, para capear el frío; los más jóvenes, a cabeza descubierta. El obispo los saluda con calidez. El vicario zonal, padre Rafael Hernández, abre con las primeras palabras: "La zona nos plantea desafíos propios de este tiempo, de las circunstancias que vivimos como Iglesia, y esos desafíos tenemos que vivirlos junto al pastor".

Sentada apegada a un muro, bajo la imagen de Santa Teresa de Los Andes, está la hermana Benita Castellanos, Misionera de Jesús, María y José. Llegó a Chile en 1986 a La Bandera, después en el norte, en Huasco, y desde 1990 de nuevo en Santiago, en la Vicaría de la Zona Sur. Trabaja con los equipos y coordinadores de la pastoral Vida y Salud, formándolos para acompañar la realidad de los enfermos y sus familias, escucharlos, darles esperanza "y, sobre todo, mostrarles el rostro misericordioso del Padre. Tengo una experiencia de trabajo aquí en la zona muy enriquecedora".

Jorge Pérez, secretario pastoral, informa al obispo que en los últimos cinco años ha habido una fuerte oleada de migrantes, procedentes de Haití, Perú y Venezuela, y que en la zona hay 61 sacerdotes, 47 diáconos permanentes, 42 comunidades religiosas, alrededor de mil 200 agentes pastorales laicos y doce áreas pastorales.

La hermana Benita es una de esas religiosas. Oriunda de Toledo, España. Tiene 77 años de edad y nos cuenta que en su pueblo había una realidad de pobreza: "Yo vivía en una población y pertenecía a una comunidad juvenil. De ahí mi inquietud siempre fue ser útil a esta realidad, y discerní que el Señor me pedía que entregara mi vida al servicio de esto, la dimensión de mi congregación religiosa es la misericordia", explica.


Los hospitales también son parroquias

La vocación de la hermana Benita coincide con lo que dice monseñor Aós a los sacerdotes presentes, inquietos por la falta de presbíteros en las comunidades parroquiales. El pastor les señala que "las parroquias más importantes son los hospitales. El hospital es todo un mundo de enfermos, de familiares de enfermos, de médicos, enfermeras, asistentes", que también hay que atender. Pero faltan curas, lo que exige cambios pastorales: "Tenemos que cambiar nuestras estructuras y entender que la pastoral tiene que ordenarse de otra manera". Esto significa, precisa, que cada uno debe asumir su rol propio, "la función presbiteral es de los presbíteros, de los sacerdotes y están, además, los diáconos, las religiosas, los agentes pastorales, cada uno en su función, pero trabajando en equipo", enfatiza.

Don Celestino aborda diversos temas, conforme las preguntas de los participantes. Entre ellos, el desafío de la transmisión de la fe, "que nos preocupa a todos". Qué pasa que no sabemos enganchar, que no sabemos contagiar la fe, se pregunta, y agrega: "Los ancianos tienen mucho que decirnos. Son nuestros grandes aliados, quien está transmitiendo la fe en estos momentos son los abuelos, las abuelas".

La hermana Benita recibió la fe y su vocación social de sus padres, "ellos me inculcaron que siempre tenía que estar atenta a las necesidades, porque ellos eran también personas solidarias", dice. Por eso le cuestiona la falta de medicinas, de pañales, para dar una mejor calidad de vida a los enfermos. Le cuestiona que "haya personas con 85 años que están acompañando a enfermos de 80", que muchos tengan que llegar a las cinco o seis de la mañana al consultorio a pedir hora.

En su labor se mezclan lo humano y lo divino. "Se humaniza y se evangeliza", comenta, "en ellos surge el agradecimiento al Señor. Oramos y los ministros les llevan la Comunión, para que ellos, a través de la evangelización, se encuentren con este Señor de la vida que los ama, los acoge, los perdona, que es un Dios misericordioso, lleno de ternura". ¿Hasta cuándo piensa seguir este trabajo con los enfermos? "Dios tiene la palabra, Dios dirá hasta cuándo. Yo estoy dispuesta hasta cuando Él diga", responde.

Culmina la reunión en la que han compartido experiencias, inquietudes y también un café caliente con pan amasado, que colabora con el diálogo y el encuentro.