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Miércoles 23 de diciembre de 2020

Proyecto de eutanasia atenta contra la dignidad esencial de la persona

El Comité Permanente del Episcopado chileno reafirmó que "no hay razón alguna que legitime moralmente un hecho tan grave como quitar voluntariamente la vida humana a ninguna persona ni bajo ninguna circunstancia, incluso en el caso de que ella misma haya dado su consentimiento".

Fuente: Comunicaciones CECH

En una declaración dada a conocer este miércoles 23 de diciembre, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile se refirió a la aprobación en general en la Sala de la Cámara de Diputados y Diputadas de un proyecto de ley que permite la eutanasia en ciertos casos. Considera que éste es "un paso de máxima gravedad política y moral, porque implica una concepción -a nuestro entender- errada de la persona humana, de su dignidad y de sus derechos esenciales".

Los pastores de la Iglesia Católica, respetando todas las diferentes visiones, ofrecen esta palabra con humildad. "Sólo nos anima poner a disposición la mirada antropológica que brota del Evangelio, pero cuya raíz compartimos con muchas cosmovisiones y credos, y a la que adhieren numerosos habitantes de nuestro país".

Recuerdan los obispos que la eutanasia es la acción u omisión que por su naturaleza o en la intención causa la muerte de una persona, con el fin de eliminar cualquier dolor. Precisan que la causa de la muerte no es la enfermedad del paciente, sino la acción deliberada de quien practica la eutanasia. Al mismo tiempo, consideran muy importante distinguir la eutanasia de la renuncia a medios desproporcionados de tratamiento (u obstinación terapéutica).

Afirman que la legalización de la eutanasia es un acto siempre ilícito desde el punto de vista moral, porque constituye “un crimen contra la vida humana”, citando la carta “El Buen Samaritano”, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa Francisco. Porque la vida es un don, la eutanasia “es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia” (Cfr. “El buen samaritano”, cap. V). Y añaden los obispos chilenos: "No hay razón alguna que legitime moralmente un hecho tan grave como quitar voluntariamente la vida humana a ninguna persona ni bajo ninguna circunstancia, incluso en el caso de que ella misma haya dado su consentimiento".

En la "cultura del descarte" quienes pagan los costos son los más pobres y vulnerables

A juicio de los pastores, la práctica de la eutanasia atenta siempre contra los derechos inherentes y connaturales a todo ser humano y es una forma moderna de violación de los derechos fundamentales. "Con la eutanasia se oscurece el significado profundo de la dignidad humana, haciéndola aparecer como si condujese al bienestar subjetivo. De esa forma, la dignidad humana es reducida a un simple bien disponible como otros", añaden, aludiendo a lo que el Papa Francisco ha denominado “la cultura del descarte”, que considera la vida humana como susceptible de ser desechada y a los excluidos como desechos, sobrantes.

"Quienes pagan los costos de esta lógica son justamente las personas más frágiles y muchas veces más pobres, respecto de las cuales tenemos como sociedad mayor obligación", señala la declaración.

El Comité Permanente del Episcopado recuerda que la Iglesia ha estado y seguirá estando, Dios mediante, siempre cerca espiritualmente del sufrimiento que viven, tanto la persona que padece una enfermedad incurable como sus familiares, acompañándoles en este doloroso proceso. Estiman necesario "promover todas las instancias posibles de alivio, especialmente los cuidados paliativos, y trabajar para que estos servicios lleguen a la mayor cantidad de personas posibles, especialmente los más pobres".

Precisan que la eutanasia aleja a la medicina de su misión primordial, que es sanar al enfermo o disminuir el sufrimiento. Desde este punto de vista, recuerdan que es legítimo invocar el derecho a la objeción de conciencia.

Qué consideramos digno para el ocaso de nuestras vidas

Los obispos solicitan a las respectivas autoridades e instancias legislativas que, "con prudencia y sabiduría, ponderen las graves consecuencias que puede tener la aprobación de una ley de este tipo".

Al mismo tiempo, llaman "a los laicos y laicas que creen en la vida, a hacer oír su voz, desde la academia y el mundo profesional, desde las organizaciones sociales y comunitarias, respecto de qué consideramos “digno” para el ocaso de nuestras vidas. Si queremos que la dignidad se haga costumbre, dialoguemos este delicado tema con profundo respeto, sin descalificaciones, procurando siempre buscar aquello bueno y verdadero que existe en quien piensa distinto".

Finalmente, estiman que a la sociedad chilena le hace bien que todos puedan expresar sus diversas y legítimas visiones, y que ellas "se manifiesten como se hace en una sociedad democrática: con respeto, de cara a la gente, con la recta intención de cuidar el bien común". Y piden a Dios que ilumine y mueva los corazones de quienes están llamados a decidir en tan delicadas materias, "sabiendo que un paso mal dado en estos ámbitos tiene siempre graves consecuencias en el futuro, como lo prueba la historia".

Firman la declaración los cinco miembros del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile: su presidente, Santiago Silva; el vicepresidente, René Rebolledo, los miembros Card. Celestino Aós y Juan Ignacio González, y el secretario general, Fernando Ramos.

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